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Zulma Lobato y Cristina


Los ruleros, la plancha y la tabla de planchar. Pero también los pelos en las piernas, la panza de cerveza y las manos en los genitales eructando como el macho latino. El político y el profesor, el periodista y el doctor.

Por Matías Rótulo

Sea de clase alta, media, baja a todos nos gusta saber de la vida del otro. Miramos espantados el televisor enterándonos que el director del “Bocón” casi se agarra a las piñas con la “Tota” Santillán en la paupérrima demostración de que la televisión uruguaya tiende a la pauperización, en un programa llamado “La City” (4).

La vida privada se vuelve pública, y lo público parece ser privatizado por la televisión. Lo privado se hace más delicioso si es más morboso, y si es más privado del otro, aunque ajeno a mí. Si “El juego de tu vida” (10) revela que con las zanahorias te masajeas el ombligo, no importa si con la misma zanahoria le cocinas la comida a tus hijos, pues no importa si sos mal padre o madre. Menos importa si sos un cocinero asqueroso. Lo que importa es que sos un demente que busca placer con una zanahoria metida en el ombligo. Esa es la gracia. Pero ahora no nos bastaba con la vida privada de los artistas, sino que en Argentina inventaron una “estrella”. L a hacen cantar una cumbia, la critican, se ríen de ella, ¿y después? Cada tanto alguien me habla de Zulma Lobato como el nuevo fenómeno de la televisión. ¿Fenómeno? Algo así como la mujer barbuda del circo. Una persona que eligió se travesti en la vida, algo que no se pone en cuestión ni objeción en este artículo. Tampoco su opción de vida de exposición pública dándole al público lo que ella misma es o no es: una artista. La señora es adulta, y sabrá lo que hace. Alrededor de Lobato se genera una especie de juego circular dónde Zulma nos muestra su vida privada, sin que a nosotros nos interese verla, salvo que esté –como está-, en televisión. Es la vida pública de una persona que sueña con ser artista. Entonces su único tema, o el que reproducen los medios, es su deseo por alcanzar la fama. Deseo que nunca se concreta salvo parcialmente. A cambio, tenemos una cantidad de situaciones graciosas que muestran a Zulma Lobato llorando, a Zulma riendo, a Zulma pensando que es alguien en la farándula, cuando lo que la hace “alguien” en la farándula es la misma farándula que la necesita para “farandulizar” la desgracia ajena. Pero Zulma parece tomárselo muy en serio. Es más –y esto es lo mejor-, Zulma, que no se cree que todo es un gran circo dónde el más débil es el que pierde, sufre, llora, y se lamenta de quienes la “atacan”. Pero es como es el vecino que sufre con la pelea doméstica. El morbo está en escuchar, ser un testigo silencioso, y amparar de cierta forma la violencia misma. Zulma es el ejemplo de cómo se inventa un personaje, y cómo el mismo medio que lo inventa tiene la capacidad de aplastarlo como a una cucaracha que suena bajo el zapato al explotar.

Cristina

Pero no nos alcanza con los programas de farándula pasajera, o los ya aburridos reality show, sino que ahora tenemos los programas de pasajeros faranduleros que se gritan por televisión. La vuelta de “Cristina” a Canal 10, es la vuelta del fomento a la violencia, la intolerancia, y la discriminación. La violencia, porque está permitido violentar la vida del otro, y la mía propia. Está permitido insultarnos, pegarnos, y escupirnos, mientras una tribuna consecuente dice “hooooooo” o aplaude frente a un hecho de violencia que incluya un manotazo en la frente del otro. La violencia mostrada a las 17:00 horas, en el canal que piensa en todos, menos en los menores que pueden estar viendo dicho programa.

Intolerancia, ya que si fomentamos el diálogo como forma de tolerancia, en lo de Cristina el diálogo es utilizado para mostrar lo intolerantes que somos entre nosotros mismos, solucionando las cosas por televisión, a los gritos e insultos, cuando bien podríamos haberlo hablando tranquilamente en otro ámbito.

Es discriminatorio para los latinos en Estados Unidos, pues hace verlos latinos como unos groseros, intolerantes, deshonestos, vulgares, molestos, y pésimos seres humanos. Pues aquellos latinos que participan en el programa –casi nunca europeos o norteamericanos-, enseñan lo más desagradable de su vida privada. Y luego Cristina dice que la acompañan “los latinos”, aunque no todos los latinos. La pregunta es si tenemos la necesidad, ya no de ver la vida privada de los artistas sino por un lado, ver la degradación de Zulma Lobato, reírnos de ella, o que nos de lástima mientras asistimos complacientes a su destrucción posterior. Por otro lado, sí debemos ver como un grupo de personas se someten a Cristina y su feminismo fetichista, su “preocupación” por la vida privada de los latinos, que la dejan a esta latina bien lejos, separada por los vidrios de su auto nuevecito de paquete.

¿Los uruguayos somos así? ¿Queremos ver este tipo de cosas? Tal como digo en lo más privado de mi vida doméstica: “yo creo que mi vecino anda con otra”.

Fuente, semanario Voces.

Foto: revista Maxim

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