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Claves para entender una tragedia


Un hombre armado entra a una institución educativa y mata a todo el que ve a su paso hasta que, por regla general, termina suicidándose. La escena conmovió a todo Brasil el jueves, y antes conmovió a otras escuelas y liceos de países lejanos. ¿Qué lleva a estos hombres a hacer lo que hacen? Expertos intentan explicar sus conductas.

Por Federico Bentancor y Gelsi Ausserbauer

Columbine. El crimen en masa del liceo local fue un símbolo que impactó al mundo.
Columbine. El crimen en masa del liceo local fue un símbolo que impactó al mundo.

Alemania, Argentina, China, Estados Unidos, Finlandia, Japón, Reino Unido, Yemen y ahora Brasil. Los episodios en los que hombres armados entran a una institución educativa y comienzan a matar a mansalva parecen ser cada vez más comunes.

IMPENSADO

El jueves pasado Wellington Menezes de Oliveira, un joven de 24 años, concurrió a la escuela primaria municipal Tasso da Silveira, del barrio popular de Realengo en Río de Janeiro, a la que asisten unos 400 alumnos de 9 a 14 años, edad hasta la que llega la educación primaria en el país norteño.

El muchacho estaba bien vestido, cargaba una bolsa y dijo al personal que había sido llamado para charlar con alumnos en una conferencia. De esta forma logró acceder al segundo piso del edificio, al que conocía bien ya que era ex alumno de la institución. Una vez allí ingresó a una clase donde había estudiantes de 13 y 14 años, les dijo que iba a dar una conferencia y pidió que cerraran los ojos y levantaran las manos. Luego salió de la sala y volvió con un revólver calibre 38 en una mano y un 32 en la otra. Al grito de "¡Ustedes van a morir ahora!" comenzó a disparar contra los adolescentes.

Tras ser avisado por un grupo de estudiantes que lograron escapar, un agente de la Policía Militar que estaba en un operativo de rutina llegó a la escuela e hirió al atacante durante un intercambio de disparos. Posteriormente, Menezes se mató de un tiro en la cabeza.

Así se cerró una tragedia inédita en el país norteño, que tuvo como saldo a 12 estudiantes asesinados y 11 heridos, muchos de ellos en estado grave. Al mismo tiempo, como ocurrió luego de varios sucesos similares en los últimos años, se abrieron varias interrogantes. ¿Qué lleva a una persona a matar personas inocentes, en este caso niños, a diestra y siniestra? ¿En qué medida se puede prevenir? ¿Qué hay detrás del dolor que dejan a su paso?

VÍCTIMAS Y VICTIMARIOS

Menezes era una persona solitaria que vivía aislada, sin otra compañía que Internet y poco contacto con sus familiares. El año pasado su madre adoptiva murió, lo que, según afirman quienes lo conocieron, acentuó su personalidad. Sus propios familiares lo consideraban una persona cerrada, y notaron, meses atrás, que "decía cosas inconexas y mostraba cierto descuido en su apariencia".

Hasta un año atrás trabajó en una empresa de alimentos. Nunca pensaron que fuera peligroso. De hecho, no tenía antecedentes policiales. Lo que sí tenía, según trascendió, fue un pasado de acoso escolar ­o "bullying"-, que vivió en la propia escuela donde, el jueves, decidió cometer una verdadera matanza antes de suicidarse.

"En los casos que he estudiado, los asesinos siempre son personas que han sufrido de victimización", dijo Luis Eduardo Morás, sociólogo, profesor de la Facultad de Derecho y especialista en violencia y seguridad ciudadana. Según el especialista, es muy frecuente que el "maltrato y las múltiples violencias" que vivieron hayan ocurrido, de modo protagónico, en los procesos educativos.

Luego de años de sufrimientos y abusos, la víctima decide ejecutar un acto de venganza que es a la vez una reivindicación y reafirmación, indudablemente patológica. Todos los casos conocidos tienen como protagonistas a hombres jóvenes, y el modus operandi se repite: matan al azar y luego se suicidan para impedir así a la sociedad que les cobre la cuenta: optan por fugarse de las consecuencias de sus actos.

"Siente que se va a purificar tanto a él como a la institución donde vivió la agresión. Por eso vuelve. La elaboración del hecho es escasa, y más que nada se observan mitos de purificación, por ejemplo de su alma", agregó Morás. Por eso los discursos de estos asesinos están cargados, en ocasiones, de elementos religiosos. La carta que dejó Menezes al morir es sólo un ejemplo: en ella prohíbe a cualquier persona impura que toque su cuerpo.

El psiquiatra, psicoanalista y criminólogo Luis Bibbó, ex director de Instituto Nacional de Criminología del Ministerio del Interior (MI), dijo a LA REPUBLICA que, tras leer la carta dejada por el asesino (que la Policía encontró en su bolsillo luego de que se suicidara), se podría pensar que estaba pasando por un episodio psicótico por la existencia de ideas delirantes y oscuras. "El motivo que lo llevó a actuar así está relacionado con una simbología personal no compartible. Pasó al acto, no pudo procesar mentalmente su conflicto", resaltó.

En el momento de cometer el delito, el arma se convierte en una forma de ostentación de poder, precisamente el que nunca tuvo cuando era castigado reiteradamente. "Sufren de una disminución psicológica que se compensa con el manejo de un arma", explicó el profesor de la cátedra de Sociología de la Facultad de Derecho.

Con esa arma en las manos, el próximo asesino no busca a una persona en concreto ­al amigo de la infancia que lo golpeó, al profesor que lo humilló, a la joven que lo rechazó-, sino que elige a sus blancos de manera azarosa cuando llega al sitio donde ha decidido vengarse. "No se identifica a través de personas, sino que ve a todos como cómplices porque en ese lugar nadie lo defendió. Ya sea a través de la acción o del silencio, todos los integrantes de la sociedad pasamos a ser culpables", dijo Morás. Eso explica por qué, de hecho, Menezes no decidió asesinar a quienes realmente lo hicieron sufrir, y responde la inquietud de Bruno, su compañero de estudios, que comentó: "Sinceramente, no sé por qué él no hizo eso (la matanza) con nuestro grupo". En cambio, optó por niños inocentes.

Al respecto Bibbó acotó que el tipo de ataque es un factor que podría indicar su pérdida de contacto con la realidad, ya que cuanto más afectada esté la persona, más indiscriminado será su accionar.

Menezes puede ser catalogado como un asesino en masa porque mató a varias personas en un solo ataque. Normalmente este tipo de ataques no se repite ya que, por ser muy notorios, el sujeto suele ser acorralado por la Policía y, en muchas ocasiones, se quitan la vida o son abatidos.

Por el contrario, los asesinos seriales matan a tres o más personas en un período largo (puede llegar a años). Suelen pasar por momentos de "enfriamiento" en los que no cometen crímenes.

PREVENCIÓN

En el pasado, cuando Menezes era la víctima, "nadie detectó su dolor o lo continentó", dijo Morás. Ahora es él el que toma revancha amplificando su personalidad y tomando notoriedad, algo imposible en su pasado. Por eso, es lícito preguntarse: ¿es posible prevenir casos como este a través de la prevención, del apoyo a quienes son maltratados? Morás no lo duda. "Sintió acoso y nadie lo escuchó ni se hizo cargo. Estos casos son difíciles de detectar, pero aun así dejan en evidencia las debilidades del sistema. Debería haber programas de integración para niños y jóvenes que sufren estas situaciones".

Sobre la posibilidad de prevenir este tipo de sucesos, Bibbó opinó que lo mejor es evitar la escalada armamentista entre los civiles, que muchas veces se hace por caminos ilegales (ver recuadro). "Cuanto menos armas haya, menos posibilidad de que pase algo similar a lo de Brasil", sentenció.

"El brasileño se habría beneficiado de un tratamiento si hubiera ido a tiempo, pero estas personas no siempre buscan ayuda", agregó Bibbó.

Por otra parte, estimó que hay que tener mucho cuidado con los perfiles de este tipo de asesinos porque pueden llevar a una verdadera "caza de brujas" porque la gente empieza a imaginarse que está ante uno.

Las víctimas que se vuelven victimarios no son patrimonio de un solo país. Morás puso como ejemplo a Pablo Borrás, el joven coloniense con labio leporino que, sin otro móvil que la venganza, torturó y asesinó a cuatro personas, dos de ellas parte de su familia, a la que guardaba rencor por el "despojo" al que habían sometido a sus padres y por ende a él mismo, un hombre rechazado y burlado por un aspecto de su físico.

Y es que, aunque los asesinatos en masa más famosos surgieron en países desarrollados ­basta recordar el de Columbine, en Estados Unidos, que inspiró hasta el documental de Michael Moore-, han comenzado a registrarse también en otros lugares más remotos, como la periferia de Rio de Janeiro.

Morás arriesga, aunque aclara que esto requeriría un estudio profundo, que este fenómeno de "extensión" podría deberse a "la globalización y efecto imitativo que generan los medios de comunicación" que muestran, minuto a minuto y en tiempo real, todas las imágenes imaginables del horrendo crimen. "Es una patología de los países más desarrollados que ha sido transmitida por la globalización", resume.

Sin embargo, no hay que exagerar ni entrar en pánico, advierte el experto. Para que un hecho como éste ocurra se requieren múltiples circunstancias, entre ellas que exista una persona con un proceso patológico profundo y un acceso a armas sofisticadas que le permitan cometer una matanza en minutos (ver recuadro). Y la patología no es sólo psicológica, la del individuo, sino también la de la sociedad, que incluye a la familia y la comunidad que rechazaron y humillaron al futuro asesino.

"Los impuros no podrán tocarme"

Virginia Tech. El asesino, estudiante de la universidad, posó para las cámaras y advirtió de su crimen.
Virginia Tech. El asesino, estudiante de la universidad, posó para las cámaras y advirtió de su crimen.

Menezes dejó una carta ­su mensaje final- en su bolsillo y la prensa brasileña la difundió. Esta es la traducción del texto:

Primeramente deben saber que los impuros no podrán tocarme sin usar guantes, solamente los castos o los que perdieron su castidad después del casamiento y no cometieron adulterio podrán tocarme sin usar guantes, o sea, ningún fornicador o adúltero podrá tener contacto directo conmigo, ni nada que sea impuro podrá tocar mi sangre, ningún impuro puede tener contacto con un virgen sin su permiso, los que me sepulten deberán retirar todas mis ropas, bañarme, secarme y envolverme desnudo en una sábana blanca que está en este edificio, en una bolsa que dejé en la primera sala del primer piso, después me envolverán en esa sábana y podrán colocarme en mi ataúd. Si fuera posible, quiero ser enterrado al lado de la sepultura donde mi madre duerme, mi madre se llama Dicéa Menezes de Oliveira y está sepultada en el cementerio de Murundu. Necesito de la visita de un fiel seguidor de Dios en mi tumba por lo menos una vez, necesito que ore en mi sepultura pidiendo el perdón de Dios por lo que hice rogando para que en su regreso Jesús me despierte del sueño de la muerte para la vida eterna.

Dejé una casa en Sepetiba (barrio de Rio de Janeiro) que ningún familiar necesita, existen instituciones pobres, financiadas por personas generosas que cuidan de animales abandonados, quiero que ese espacio donde pasé mis últimos meses sea donado a una de esas instituciones, pues los animales son seres muy despreciados y precisan de más protección y cariño que los seres humanos que poseen la ventaja de poderse comunicar, trabajar para sustentarse, los animales no pueden pedir comida o trabajar para alimentarse, por eso, a quienes se apropien de mi casa, les pido el favor de que tengan sentido común y cumplan mi pedido, pues cumpliendo mi pedido, automáticamente estarán cumpliendo la voluntad de los padres que deseaban pasar ese inmueble a mi nombre y todos saben de eso, si no cumplieran mi pedido, automáticamente serían irrespetuosos con la voluntad de los padres, lo que prueba que ustedes no tienen ninguna consideración por nuestros padres que ya duermen, yo creo que todos ustedes tendrán alguna consideración por nuestros padres, prueben eso haciendo lo que pedí.

Cronología de la locura

Desde el año 1996 varios casos similares al ocurrido el jueves pasado en Río de Janeiro conmocionaron al mundo.

13 de marzo de 1996: un hombre irrumpió en el gimnasio de una escuela pública de Dunblane (suroeste de Escocia) y asesinó con un arma de fuego a 16 niños y su maestra. Luego se autoeliminó.

1° de abril de 1996: en Meitian, China, un hombre perturbado mató con un cuchillo a siete estudiantes de dos escuelas de la localidad.

30 de marzo de 1997: en la ciudad de Sanaa (Yemen) un individuo disparó contra alumnos de un instituto. Posteriormente fue a otra escuela y volvió a abrir fuego contra estudiantes. Estos ataques cegaron las vidas de seis niños, de acuerdo a fuentes oficiales, aunque testigos dijeron que la cifra de muertos fue de ocho.

1º de diciembre de 1997: un adolescente armado mató a 11 estudiantes e hirió a otros cinco en Paducah (Estados Unidos).

24 de marzo de 1998: dos adolescentes de 12 años abrieron fuego contra estudiantes y maestros de una escuela de Jonesboro (Estados Unidos), matando a cuatro niñas y un docente.

20 de abril de 1999: Estados Unidos volvió a ser sede de este tipo de hechos, cuando dos jóvenes de 17 y 18 años, armados con pistolas y bombas caseras, atacaron el liceo de Columbine, matando a doce estudiantes y un profesor. Los dos muchachos se suicidaron luego de perpetrada la matanza. Este hecho inspiró el documental Bowling for Columbine, de Michael Moore, y reabrió el debate sobre el porte de armas en el país norteamericano.

8 de junio de 2001: un hombre entró en una escuela primaria de Ikeda, un suburbio adinerado de Osaka, Japón, y apuñaló a muerte a ocho niños.

26 de abril de 2002: el escenario de la tragedia fue un liceo de la ciudad alemana de Erfurt, donde doce alumnos y cuatro maestros fueron asesinados por un estudiante de 19 años, que se quitó la vida tras consumada la matanza.

28 de septiembre de 2004: un alumno de 15 años asesinó con un arma de guerra a tres compañeros e hirió a cinco más en un colegio de la pequeña ciudad de Carmen de Patagones, localizada a 920 kilómetros de Buenos Aires. Este fue el primer hecho de esta clase acaecido en América Latina.

26 de noviembre de 2004: en China ocho adolescentes perdieron la vida en un liceo de Ruzhou luego de un tiroteo efectuado por un vecino.

21 de marzo de 2005: un adolescente asesinó en su escuela de Red Lake, Estados Unidos, a nueve personas, entre ellas cinco alumnos. Tras el hecho, el muchacho se suicidó.

3 de octubre de 2006: un hombre mató a cinco niñas en una escuela amish de Nickel Mines, Estados Unidos, e hirió gravemente a otras seis. El responsable del ataque fue Charles Carl Roberts. Después de entrar a la escuela, obligó a que los niños y profesores salieran. Luego ató a las niñas, les disparó y se suicidó.

16 de abril de 2007: en el campus de la Universidad de Virginia Tech, en Estados Unidos, el estudiante surcoreano Cho Seung-hui mató a 32 personas, entre alumnos y profesores, en lo que fue la matanza más grande en las universidades de aquel país.

7 de noviembre de 2007: en Finlandia un joven de 18 años se quitó la vida tras abrir fuego en un liceo de Tuusula, al norte de Helsinki. Mató a siete estudiantes y a la directora del establecimiento.

14 de febrero de 2008: Stephen Kazmierczak, de 27 años, entró en la Universidad de Northern Illinois con varias armas escondidas en una guitarra. Mató a cinco personas he hirió a 15.

23 de septiembre de 2008: nuevamente en Finlandia, un estudiante se suicidó luego de haber provocado una masacre en un liceo de Kauhajoki (sur). Mató a diez personas.


EL PROBLEMA DE LAS ARMAS

Los asesinos en masa tienen patologías psicológicas profundas, pero también cuentan con armas poderosas. ¿Cómo pueden llegar a manos de personas desequilibradas?

El doctor Luis Eduardo Morás, sociólogo y docente de la Facultad de Derecho, puso el tema sobre la mesa. Para que haya un crimen masivo, tiene que haber con qué disparar. Y en el mundo, la gente tiene cada vez más armas.

En nuestro país, sin ir más lejos, se calcula que existe un arma por cada tres uruguayos, aproximadamente. De ellas, 600.000 están registradas, pero se calcula que una cifra similar es ilegal.

Luis Bibbó, psiquiatra, psicoanalista y criminólogo, informó que en nuestro país se debe obtener un certificado de aptitud realizado por un psiquiatra o un psicólogo para el otorgamiento del porte de un arma de fuego por parte del Ministerio del Interior.

Bibbó planteó que el tema es muy "discutido", ya que la evaluación que hagan los profesionales puede detectar casos puntuales de personas que no están en condiciones de acceder a un arma, pero pueden filtrarse otras. "No hay un instrumento diagnóstico cien por ciento seguro; no hay certezas al respecto", afirmó.

En tanto, Morás afirmó que "hay que llamar la atención sobre el hecho" de que el porte de armas mal utilizadas puede traer resultados catastróficos. Sin ir más lejos, en Uruguay más de 20 personas mueren cada mes baleadas por armas de fuego, o más aún, suicidándose con ellas. En total, fueron 309 en 2009.

"Hay que llamar la atención sobre el hecho, porque el sistema político no se pronuncia claramente para que la gente se desarme", advirtió Morás.

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