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Tocó Divididos: estallaron seis mil pares de oídos


Por Matías Rótulo (Publicado el 30 de abril en La República)

Divididos, la banda de Ricardo Mollo (guitarra y voz), Diego Arnedo (bajo) y Catriel Ciavarella (batería), tocó en el Teatro de Verano. Ante seis mil personas y un cielo amenazante, el “power trío” bonaerense mezcló candombe, rock y folclore en la noche del sábado.
Divididos: el sábado en el Teatro de Verano (foto; La República)
Necesitan tres instrumentos para sonar más fuerte y veloz que bandas de rock con siete. Dos paredes llenas de parlantes, un bajista enloquecido que desde las penumbras del escenario brinda su propio show y una baterista que hace vibrar los platillos golpeándolos como un espadachín en lucha. Divididos, la banda de Hurlingham (Buenos Aires), dejó zumbando los oídos de seis mil personas el sábado en el Teatro de Verano.

La demora fue de diez minutos. La lluvia, fina e incesante, retuvo a la mayoría de los espectadores hasta el último momento. El show anunciado tendría un comienzo puntual a las 21.00 horas, pero cinco minutos antes de lo pactado el escenario seguía oscuro, los instrumentos tapados y el público impaciente. Esquivando el nailon del piso, Ricardo Mollo salió a pedir paciencia. “Diez minutos más, la gente sigue entrando, les pedimos disculpas”, dijo sonriente y sincero. Pasaron los diez minutos solicitados y la lluvia dio tregua. Entonces el trío salió sin mucho alarde de misterio. Ese misterio que a muchos músicos les gusta pactar con un público que casi nunca pacta con ellos en la espera y la ansiedad de la demora. Esa demora del apagado de las luces, del silencio, del humo que sale del escenario: la demora.
Diego Arnedo (foto vespomedia.net)
El escenario: un piso a cuadros de colores, tres pantallas gigantes y un juego de luces dispuesto en el techo de la bóveda del Teatro de Verano como si fueran las garras de un bicho de seis patas. A la izquierda Mollo, desnudo de parlantes de monitoreo, y su guitarra vistiendo su pecho. Al medio, separado por un acrílico que envolvió medio cuerpo de la batería estaba Catriel Ciavarella reventando (cada dos canciones dejaba volar los palos para agarrar otro nuevo par) sus palillos contra el instrumento. A la derecha, acompañado de dos monitores de audio para el retorno que lo observaron todo el recital, respaldado por cuatro cajas tan altas como el músico estaba Diego Arnedo. Casi sin luz propia, y un micrófono que utilizó solo para saludar y poco más, el bajista hizo de las suyas. Acomodó el bajo no solo a los sonidos que lo exigen como el guía de cada canción, sino que a su propio cuerpo, dejándolo por momentos en la posición natural (horizontal), pero también en vertical, igualándolo a él, o él igualándose al “cuatro cuerdas”.
Es cierto también que Ciavarella parece un ser enloquecido, un niño con un arma peligrosa, que le pega a la batería como para destrozarla. Ambos demuestran que en la velocidad también hay belleza. Arnedo, con más experiencia que el batero de treinta y tres años, mueve sus dedos sin dejar ningún detalle librado al azar. Recorre el bajo con sus manos, logra que sea en muchos casos la melodía principal entre la distorsión de la guitarra de Mollo y la explosión energética de Ciavarella. Mollo, cada vez mejor cantante y músico, redondea la fiesta con bromas, con decenas de pedidos de disculpas por el retraso inicial y por un recital que se suspendió en 2011 en Montevideo. Tampoco esconde agradecimientos por ser “tan bien recibido” en Montevideo. Al final del concierto bajó del escenario y saludó uno por uno a los espectadores apostados sobre el vallado.                                                                                   


Rock del rock
tapa de Vengo del placard de otro, de Divididos
Tapa del disco "Vengo del placar de otro" (2002)
Estuvieron Jimi Hendrix, Luis Alberto Spinetta y Luca Prodan en el escenario de Divididos. La apología del rock que hace la banda se encierra en su penúltimo disco, “Amapola del 66” (2010). “Somos grandes” dijo Mollo al respecto de su edad y de la de Arnedo. A mediados de los ochenta ambos estaban haciendo música con Sumo, banda liderada por Luca Prodan. “Amapola del 66 es por aquella música que escuchábamos en los sesenta, que es la que nos permite que estemos acá”, expresó.


Antes del rock también hubo tiempo para el folclore y los temas rurales (la banda se caracteriza por vincularlos con el rock). “Vientito del Tucumán” (nombre dado por el estribillo o viceversa) fue modificado por momentos por “vientito del Uruguay” y más tarde “El Arriero” de Atahualpa Yupanqui. “Un morocho zurdo”, tal como lo definió Mollo al igual que a Hendrix. También hubo candombe. El “Lobo” Núñez (luthier de tambores y candombero) apareció con su sangre, sus dos hijos en el escenario. El chico, repique y piano acompañaron “Qué tal” fusionando funk y candombe. En el recital hubo lugar para “El 38”, los temas de su último disco de estudio Amapola del 66, las famosas “Spaghetti del rock” y “Par Mil”, y la festejada por el público “Salir a comprar”. Divididos no se detuvo nunca con el vértigo. La potencia del sonido no era favorable para oídos sensibles. A pesar de eso, oídos sensibles a la música tal vez pueden afirmar que dentro del aparente ruido explosivo en realidad hay una obra completa, hermosa y profunda.
Arte del disco "Amapola del 66" (2010)

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