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La "fiesta" de la democracia o "beibi showerg"


Cada vez que un candidato, comunicador, periodista o ciudadano común plantean que la jornada de hoy es "una fiesta de la Democracia" me da una fiesta en las tripas, se me retuercen un poco, y el dolor de cabeza que me genera llega a ser como una resaca de sábado de noche con veda y sin venta de alcohol. 

Por Matías Rótulo 


¿Cuál es la fiesta? Este es el mundo de "La Fiesta" donde todo tiene que ser festejado. La diversión suprime cualquier intento de pensamiento profundo sobre algún asunto que nos puede remitir a la depresión. "Hay que ser positivo" pide Lacalle Pou en su dinámica de fiesta, donde se festeja lo bueno por encima de lo malo, el decir sí frente al decir no. Ser positivo implica negar lo negativo, por lo tanto, tan positivo no es. Ser positivo siempre, es no criticar y decir a todo que sí. Es obedecer, no ser crítico. Como en una fiesta de quince donde uno, que es muy serio y cohibido en la vida real, se anima a bailar con la abuela, ponerse una peluca azul, mover las maracas, pitar con un chifle, y dejar de lado sus prejuicios sobre Los Auténticos Decadentes y bailar "Somos los piratas"... Una vez leí de Benedetti "un pesimista es un optimista bien informado". Limitar la elección a una fiesta es pretender que se deje guiar por su emoción y no por su conocimiento. En una fiesta uno no espera escuchar canciones con letras que hagan referencia a Diderot, Marx o Sócrates sino cosas así: "mueve tu cucu nena que te doy el pototo en el poroto". 

Una conocida me dice siempre que no hay que pensar tanto en las cosas malas pero vota a Bordaberry, que basó su campaña en lo malo del otro, e hizo un recorte de la realidad a partir de un estudio pesimista de la realidad. Sin embargo Pedro basó su campaña televisiva en la fiesta, en el baile y en la alegría de ser colorado. Como lo hicieron los del Frente Amplio y el Partido Nacional. Para completar la fiesta, el Partido Independiente nos hizo un dibujito animado. Mi amiga, la que dice que no hay que ser negativo y me acusa de serlo y de sufrir por eso en mi vida privada y negativa, cuando hay un video de una ejecución en Medio Oriente, allá va mi amiga y lo mira. Esos son dos ejemplos de "La Fiesta", que está generalmente asociada al mundo del espectáculo, de ver algo representado, presente, luminoso y en movimiento. Sea una ejecución o el video del parto de tu hijo: todo es espectáculo. 

Porque la "espectacularización" de todo lo que antes se hacía sin tantas luces, hoy sería imposible de hacerse. Las críticas que escucho por parte de la gente en un espectáculo musical incluyen: qué buena ropa, qué lindas las pantallas y las imágenes, qué lindo que es el músico tal o cual. De la música no hablamos. 
La Fiesta, el festejo de cumpleaños, el Carnaval, el grito de gol, y las elecciones entran en esa categoría de sustancia babosa que bien puede también contemplar; el rejunte de gente en la casa de alguien previo a ir al baile, un velorio a la mexicana, la marcha de los "zombis" por 18, la marcha de la diversidad por 18, el desfile de Carnaval por 18, el programa de Tinelli, "Consentidas TV", el informativo y las elecciones de hoy. 

La fiesta del primer voto
Ayer de noche escuché a un periodista en Canal 4 diciendo que le honraría mostrar la apertura del primer voto. Esa será su fiesta personal. Su éxito y festejo posterior se limita a la buena voluntad de la mesa receptora a apurarse para formar parte de la cultura de la fiesta. De hacerlo, el acto democrático quedaría de nuevo a la deriva en el océano virtual de la televisión, que además es la gran representante del mundo del espectáculo. El acto democrático debería estar garantizado por personas que respeten, no los tiempos de la televisión ni de un periodista ansioso por su personalismo barato, sino por los tiempos de su propia integridad y lucidez a la hora de contar los votos. Sé de buena fuente, que en los cursos de la Corte Electoral se les recomendó a los integrantes de las Mesas Receptoras de Votos que se tomen su tiempo, se despejen quince minutos antes de contar votos, ya que es la tarea de mayor responsabilidad y complejidad. 


Al periodista que aludí anteriormente, le es mejor ganarle una apuesta a una tradición, (que como toda tradición deja de tener un sentido en sí mismo porque ni siquiera tiene origen), que mostrar la información relevante para estas fechas: la correcta realización de la labor de los integrantes de la Mesa, por ejemplo. 
Quizás, en la primera elección durante la Dictadura, el Plebiscito de 1980, mostrar un primer voto por televisión implicaba un hecho histórico para una nación sin Democracia, y con un intento fascista de destrucción a partir de una reforma constitucional que por la voluntad popular no se aprobó. 

La culpa es de Sócrates
Pero eso, de querer abrir el primer sobre es culpa de Sócrates, que nos hizo creer que los parteros  y parteras son importantes en el mundo y por eso ese periodista tiene complejo de partera. 
La "Fiesta de la Democracia" es planteada antes de concretado el acto democrático de vota. Se habla de una fiesta en ese momento de reflexión tras haber hecho de la campaña política una fiesta de canciones, bailes, actos, papelitos, listas, y lo que más nos gusta: peleas descarnadas. Porque si algo nos ha dejado José Pedro Barrán en su libro sobre la Sensibilidad Uruguaya, es la explicación de por qué nos gusta tanto ver que en el medio de la fiesta, la gente se reviente la cabeza. Por ejemplo, en el festejo de fin de año de la Ciudad Vieja (donde la gente se tira con botellas en el Mercado del Puerto), el programa de Tinelli, el fútbol o las campañas políticas. La respuesta está en nuestro pasado bárbaro del siglo XIX, donde la fiesta era destrucción y no festejo. 

El festejo
En el mundo de la fiesta, festejamos antes de la victoria. ¿Qué se festeja? no los resultados de un gobierno, sus políticas y sus acciones, sino la adhesión de los votantes que manifiestan lo que van a votar. Entonces La República se regodea de un éxito que en realidad no es tal. Es una simple celebración numérica. Lo que el diario "de izquierda" festeja es el resultado ideológico de las políticas de derecha, que se han  movido en lo masivo de la voluntad de compra de la gente. Es como saber el sexo de la criatura antes de nacer. Se festeja si es nena o varón, se festeja la suerte que tuvo un espermatozoide al llegar a su destino. 

Todos reconocemos en nuestra sociedad la no lectura de los planes de gobierno y la periférica elección de los uruguayos a partir de la tradición familiar, canciones, imágenes y con mucha suerte, de algún dicho afortunado o desafortunado de algún candidato. ¿Se festeja -entonces- la desinformación a cambio de la elección por la pasión? ¡Qué buen sistema democrático!

Si festejamos un niño por nacer... 
Pero está bien que se festeje la Democracia, siendo que la Democracia es algo que no se ve pero se percibe como una idea visible en el acto de votar. No es tan absurdo, teniendo en cuenta que le hacemos una fiesta a un ser humano encerrado entre los líquidos de una embarazada. 
Si lo celebramos inclusive sin conocerlo, sin saber si quiera si ese sujeto llegará a salvo a este mundo. Si además llamamos "Beibi shawer" a dicha fiesta como para esconder el verdadero motivo: "futura mamá, futuro papá, son unos desgraciados que necesitan tener ayuda nuestra porque hacer nacer a alguien sale caro". Igual de caro sale hacer nacer un voto. En eso se va el futuro de nuestro y de ese ser humano por nacer. También festejamos al político, ese ser que tradicionalmente sabemos que tarde o temprano en algún punto nos traicionará. Pero lo celebramos igual, porque no podemos quedarnos ajenos al festejo, de hacerlo, nos perderíamos la oportunidad de evadirnos de tanta carga negativa volcada como sujetos como yo. 


La Fiesta de la Democracia es el "Beibi shawer" de una república. Ese momento previo en el cual nos miramos a nosotros mismos y celebramos al niño antes de nacer. El niño no existe en nuestro mundo pero hacemos de cuenta que existe. Tal candidato todavía no gobernó en el período por el cual lo voto, pero lo festejo igual.

Está por nacer
En el "Beibi shawer" nos miramos a nosotros y miramos la panza llena de la madre. Porque al mirarnos entre nosotros nos sentimos presentes, y decimos: "si vos existís, yo existo" es una suerte de existencialismo renovado gracias a los seguidores que tengo en Facebook y los "Like" a mis publicaciones. Si me siguen, si les gusta lo que escribo, es que existo. Y si yo existo, eso es lo importante. Mis seguidores son tan importantes y necios como la mayoría de los seguidores de los políticos. Somos pequeños seres políticos que nos creemos parte de la Democracia por escribir lo que pensamos. Es más, esto que escribo me hace sentir parte de la Democracia. Póngale un "Like" así me siente un pequeño Tabaré pero sin poder, sin su dinero, sin su religión, sin su logia y sin su peinado. 

Nuestro individualismo nos hace sentir por primera vez importantes después de cinco años, cuando ponemos el sobre en la urna, sabiendo que nuestro voto por sí sólo no sirve para nada porque deben sumarse las voluntades de los otros con la mía para que eso tenga un efecto. Hay otras fiestas democráticas (si se les puede llamar fiesta): el voto de mi representante en el parlamento por ejemplo. Pero eso no es fiesta, porque no es importante convocar una fiesta para convencer a ningún senador y diputado sobre una buena idea. Sin embargo, la fiesta, la canción pegadiza y el acto con regalos es necesario para que yo los vote. 

A mí, votante, me dicen que es una fiesta porque es mejor que así lo crea, así, tal vez, puedo votar al que tenga la fiesta mejor preparada. 

No es fiesta democrática, porque uno festeja algo casual, lo que no siempre ocurre. Las elecciones son lo que deben ser en una nación republicana. No se tendría que ver como algo extraordinario, sino como algo ordinario, normal. 
Los que proponen "la fiesta" nos distraen del objetivo, minimizan mi voto, y toman de forma banal la mayor responsabilidad que tenemos como patriotas*: votar. 

(*) Patriota (Según la Real Cacademia Española): adj. 1. uruguayo que puede no votar por no tener credencial, o votar en blanco o anulado por no leer un plan de gobierno pero ir a hacerle el aguante a Suárez después de hacer trampa en un Mundial de Fútbol. 2. Uruguayo que puede no pagar sus impuestos pero gritar goles de la Selección de Fútbol y sentirse bien pero bien uruguayo. 3. uruguayo que se llama de "sangre charrúa" pero no quiere ser como un boliviano porque en Bolivia son "indios". 4. uruguayo que se siente orgulloso de serlo con las donaciones sociales a buenas causas, pero al otro día se queda en la mitad del pasillo del ómnibus sin dejar pasar a la gente, lo que impide que los que quieren subir no lo puedan hacer. 



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