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El orgasmo del fútbol

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Eduardo Galeano en el cuento “El gol” (del libro El fútbol a sol y sombra) intenta explicar qué es un gol. Dice “el gol es el orgasmo del fútbol. Como el orgasmo, el gol es cada vez menos frecuente en la vida moderna. 

Por Matías Rótulo
Hace medio siglo, era raro que un partido terminara sin goles: 0 a 0, dos bocas abiertas, dos bostezos”.
Si el gol es el orgasmo del fútbol, el bostezo del que habla el narrador del cuento de Galeano es la ruptura próxima de una pareja que está en crisis. Dos bocas abiertas que se besan, que cruzan saliva pero sin pasarse pasión alguna.
El fútbol es como la relación de los novios famosos cuyas intimidades son contadas por Jorge Rial en la televisión. Hay periodistas deportivos que se ocupan de eso, de las intimidades, de los pormenores noticiosos, del chusmerío detrás de la pelota. Pero del fútbol, de la moña, la chilena, y el penal ¿se ocupan?
El fútbol hace girar la pelota en el medio de un mar de sangre: en una cancha de fútbol del tamaño de nuestro Estadio Centenario, canchas  de tapices verdes, lisos, pintados con líneas de cal, no entrarían los cadáveres de aquellos que desde que el fútbol es fútbol han muerto aplastados en la tribuna, asesinados por otros hinchas, o de jugadores que han cometido errores fatales en un juego de noventa minutos en todo el mundo y que fuera de la cancha (fuera de su trabajo) pagaron con su vida.
El gol es el orgasmo del fútbol porque lo grita el hincha. Si el hincha no está en el Estadio para gritarlo como en el partido del martes 12 de marzo entre Peñarol y Vélez en “la cancha” de este último ¿existe el orgasmo del fútbol? (hubo tres goles para Vélez y uno para Peñarol). El partido a puertas cerradas es como un acto de infidelidad: es la pareja que se escapa al hotel de alta rotatividad a cometer un acto de infidelidad. Si el hincha no está, es como que se lo traicionara desde la cancha donde se juega. Pero la culpa de que el hincha no esté es del propio hincha a quien se le aplica una medida de restricción para que no se acerque a la persona que ama. Que ama pero que lastima. Porque es el hincha el que hiere, grita, mata… aunque no todos, porque también los hay fieles enamorados, que cuidan a su amor.
La relación entre el hincha y el fútbol pasa a ser como la violencia doméstica magnificada en miles. Porque el fútbol es algo de entre casa, nuestro, propio. Es machista también. ¿No son la violencia en el deporte y la violencia doméstica dos de nuestras preocupaciones sociales más importantes?

Poesía y fútbol
El fútbol también, además de tener connotaciones sexuales (ya sabemos las analogías entre el meter la pelota de fútbol en un arco y las cuestiones freudianas relacionadas al sexo), es poesía. Canciones a futbolistas (en Argentina es común escuchar himnos a Maradona u otros ídolos), canciones hechas en la tribuna con gran arte métrico y rítmico, poemas y cuentos (como el de Galeano u otros) componen parte del arte del fútbol, o del arte literario. Mario Benedetti le dedicó a Maradona:

“Hoy tu tiempo es real, nadie lo inventa
Y aunque otros olviden tus festejos
Las noches sin amos quedaron lejos
Y lejos el pesar que desalienta”.

La banda argentina Los Piojos le canta al mismo futbolista:

“cuando se caigan a pedazos las paredes
de esta gran ciudad (…)
Marado...”

Se compara alguna jugada con un poema, porque la belleza del poema es inentendible, mística, mágica, como aquella de Maradona contra Inglaterra. Como el relato del cincuenta de Solé, que es poesía para nosotros a pesar de la rusticidad, que es una tragedia dolorosa para los brasileros. Al decir del futbolista, otrora poeta y periodista Enrique “Quique” Wolff:

¿Cómo vas a saber lo que es el arte?
Si nunca, pero nunca inventaste una rabona
¿Cómo vas a saber lo que es la música?
Si jamás cantaste desde la popular”

Rafael Alberti escribió en 1927 un poema al gran oso rubio de Hungría”, el arquero húngaro Franz Platko que jugó un partido con la cabeza partida; Miguel Hernández en un poema le escribió al arquero Orihuela:

“Ante tu puerta se formó un tumulto
de breves pantalones
donde bailan los príapos su bulto
sin otros eslabones
que los de sus esclavas relaciones”.

El poeta sabe que la cancha es un escenario donde se monta un gran espectáculo. Porque el poeta también es hincha apasionado.
Los periodistas deportivos de la televisión, son los únicos  que le dan testimonio a los hechos del fútbol en formato de verso. También cuidan las rimas y la melodía, utilizan metáforas complejas y musicalizan la escena, generalmente a ritmo de rock. Porque rock y fútbol siempre fueron de la mano, así como el turf y el tango. Luis Alberto Spinetta cantó “La bengala perdida” denunciando que “por un color, solo por un color” un hincha de fútbol fue atravesado por una bengala que cruzó de una tribuna a otra en un estadio de fútbol en Argentina a principios de los ochenta. Es que el fútbol es vida, amor, pasión, poesía, pero también muerte. Es como la vida misma, porque es nuestra propia vida representada en cuatro murallones gigantes donde una guerra se monta con los pabellones al viento y una bala de cañón que veintidós jugadores quieren estrellar sobre el enemigo y su fuerte. Hay un juez, hay empresarios, hay políticos, hay periodistas, hay vendedores, hay narcotraficantes, hay aprendices, hay soñadores, hay mujeres y hombres, hay dioses, y hay orgasmos… porque hay goles y gente que se divierte y otros que miran como otros se divierten, pero lo sufren como algo propio: es como leer una novela y sentir que ese amor no correspondido de los personajes, es eso que nos pasa a nosotros mismos. 

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