Ir al contenido principal

Una historia en dos décadas


Un cuento que se escribe en dos momentos de la vida del autor.



PARTE I.
Escrito en 1999

La chica más linda de mi barrio se llama M. No es la más linda, simplemente tiene la sonrisa más clara del Buceo. Ayer la vi llorando. Iba caminando rápido entre las gotas de lluvia que se mojaban con sus lágrimas. Transparentes ambas, las gotas de lluvia no giran en la cara de la gente. Las lágrimas hacen su recorrido escalera abajo hasta lanzarse al vacío desde el mentón al suelo.
Ella, M. iba volcando lágrimas, hiriendo en cada paso el piso que la veía pasar desde abajo. Yo me puse un poco celoso del piso hace un tiempo, porque él la espía por debajo de la pollera. Pero ayer de tarde no pensé en eso. Me parecía hasta sucio imaginarla desnuda, siendo que la podía escuchar y verla gritándose para adentro algo que todos evitábamos escuchar. Lloraba por alguien, tal como supe después. 
M. dobló la esquina de Bustamante, y pasó a mi lado como el viento que trajo aquella lluvia. No era como antes, cuando la espiaba venir e ir de un lado para el otro, ocupando mi vista, ante su vista esquiva.
Esa tarde todo cambió, yo intentaba abrir la puerta de mi casa. M.: rubia, bajita, de espalda bronceada, de brazos voladores, de pecas imperfectas, me miró sin mirarme. Yo la miré mirándola. 
Caminó tres pasos y cuando me pasó se detuvo en el árbol de los Martínez, a unos diez metros de mí. Se dio vuelta, me lanzó una cuchillada certera, en el pecho, mojando mi frente empapada, escupiendo su odio: "qué me mirás". No fue una pregunta, fue una súplica. Quería que la mirara para descargar en mí su mal... 

PARTE II
Varios años después,
9 de noviembre de 2016

La chica más linda del barrio, yo supongo que ya no es M.  No vivo en el Buceo, y alguien más tendrá la sonrisa clara, como la de M. o más clara.
Hace pocos días la vi en el ómnibus. Me miró y la miré. Ella iba con su hija y yo con mi hijo. Recordé que escribí sobre nuestro encuentro hace muchos años. Llegué a casa y lo busqué. Lo tenia cargado en la computadora como uno de esos textos de mala calidad y sin terminar. Esos textos cortos me permitían practicar mi velocidad en el teclado y los estilos narrativos. Escribía cuando me sentía feliz, cuando conquistaba una chica o leía alguna poesía nueva, de esas que uno envidia por no ser de uno. 
Vuelvo al hoy. La miré y me miró, sin ninguna intención de recordar viejas épocas. Yo -por entonces- tenía 19, M. tenía 16. ¿Por qué uno, aunque no quiera, recuerda aquello que fue importante? 
Pero algunas miradas nos trasladan al pasado, aunque ese pasado esté o no esté escrito en un papel. y verla en el ómnibus me hizo viajar a mi adolescencia. 
 Seguramente me volvió a decir, pero ahora en su mente, ese "qué mirás" que inició la historia de 1999 al lado de un árbol, una tarde de lluvia.
M. me vio pasar, me vio sentarme en otro asiento, y de inmediato nos volvimos a nuestros hijos para atenderlos. Mi Ulises tiene  un año y medio y su Juana (así le dijo) tendrá unos tres años. No pude detenerme en su sonrisa porque mi posición me lo impedía. ¿Sonreirá? 
¿Querría que la mirara en ese ómnibus para descargar en mí su mal? No paso nada, no nos miramos, no nos dijimos nada. ¿Por qué no nos miramos? ¿Será porque después de aquella tarde de 1999, M. volvió a llorar pero ahora en el teléfono, llamándome a mi casa para decirme que todo había terminado?  

Matías Rótulo




Comentarios

Lo + leída de la semana

El aceite de bebé con olor a caca

El Sri Sri más allá del macrismo, y el comunismo montevideano