Déjà vu ALDO ROQUE DIFILIPPO Para Matías Rótulo, que me prestó esta historia. N ecesitaba dormir, caer sobre la cama y olvidarme del mundo, fulminado por un sueño profundo que me borrara recuerdos y rastros de aquel día melodramático. Comí un trozo de carne que mi impericia culinaria chamuscó en aceite hasta convertirla en un remedo burdo de milanesa. Por suerte me quedaba media botella de vino, que aunque no era bueno, cortado con un resto de refresco, me sirvió para dejarme un regusto agradable, como el recuerdo de fin de semana. A las nueve de la noche ya estaba acostado, pensando en lo bueno que sería dormir sin soñar. Los sueños siempre me han dificultado el descanso, haciéndome despertar en medio de la noche con el cuerpo sudoroso, la respiración estúpidamente entrecortada, o buscando en la oscuridad del cuarto la explicación al desamor que me invade y me hace renegar de mi incurable soledad. Creí dormir, y en esa medianería entre el sueño y la vigilia
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