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La niña del saco rojo

Telón telón, sonrisa de papel la niña del saco rojo, choca sus lindos pies papel papel, la niña del saco rojo aprendió de sus líneas: sabe vivir sin leer manzana manzana, blanca por dentro como tu nueva piel mañana de mañana abrirás los ojitos volverá el amanecer canción canción, amor de madera la niña del saco rojo, de noche actúa, de día vive su mejor papel. Poema escrito en 2007. Por Matías Rótulo (Dedicado a la pequeña actriz)

Vamos a hacer

Sin tocarnos tocándonos poniéndonos las manos encima que nuestras palmas se choquen acariciándonos apretándonos la piel frotándonos cruzando los dedos vamos a mirarnos Guiñándonos llorando cerrando los ojos abriéndolos pestañeando pestañeando pestañeando suplicándome que te mire vamos a besarnos mordiéndonos los labios saboreando las lenguas sintiéndote ese sabor a frutilla respirando respirando respirándonos diente a diente mojando el paladar murmurando algo vamos a hablarnos con voz cariñosa tartamu tarta tartamudeando tu nombre tiritando de frío como cantando queriendo que me salga la voz te diré qué vamos a escucharnos vamos a olernos dulce, amargo, lagrimas y alientos vamos a escucharnos latiendo gimiendo el frote el roce la frutilla que te digo que siento la voz que tirita los besos que suenan las manos que crujen los años que pasan el pelo blanco esas arrugas en en la

Bolivia la otra: Santa Cruz de la Sierra

“Allá” y “acá” es lo que más se les escucha decir a los santacruceños al hablar de su propio país. El “allá” es la alta capital de La Paz, fría e inmensa, pobre y “enloquecida”. Una capital que mueve la mayor parte del comercio nacional desde lo político pero no en lo productivo. El “acá” es la templada Santa Cruz de la Sierra. Una ciudad al oriente del país, que intenta alejarse del resto con son una vida ciudadana movida, sus camionetas nuevas, reservas de gas, y la mayor producción agrícola del país… y un secreto del que nadie quiere hablar. Por Matías Rótulo -desde Santa Cruz de la Sierra N o quieren al gobierno de Evo Morales, les gustaría ser independientes, mueven la mayor parte de la economía del país, se sienten con una identidad propia, reciben a los turistas como en ninguna otra parte de la nación, y tienen contactos comerciales con el exterior, algo que a la capital La Paz le cuesta mucho más por la altura, el lugar geográfico y la no llegada al mar. Santa Cruz

Tengo un muerto en mi velorio

    “El lector culto sabe que Shakespeare y Walter Scott representaron ambos  a sus enterradores como gente alegre y divertida, con el fin de impresionar más la  imaginación con el contraste”. A. S. Pushkin D entro del ataúd: el muerto. Afuera los parientes lloran desconsolados, bajo la luz de la tristeza que ilumina el salón fúnebre, pintado de un gris muy claro y cuadros llenos de vida con flores que nunca se marchitan en la pintura.  Recordar parece ser un desconsolante acto de amor en toda ceremonia de este tipo. El café con el gusto amargo de la boca seca de la madrugada triste, que se impone al olor de las flores de la corona con su banda, que dice solemnemente “tus amigos”. Flores tristemente inútiles para el muerto. Más aún si el cajón permanece cerrado para cuidar la compostura del finado, su integridad moral, su decencia. Una decencia envuelta en su cuerpo, envuelto su cuerpo en la mortaja, cosechando la temperatura necesaria para que luego el g

Ella también

Ella no es nadie, o son todas las "ellas" posibles. Las características principal de ella es que además de poder ser cualquier "ella", algo le ocurre con respecto al otro, pues es ella a la que "también" le ocurre algo. Le ocurre algo con respecto o al yo poético, o con respecto a un/a tercero/a desconocido/a. No es la única que se cansó del sol. No es la única, porque tal vez el otro sea la propia voz lírica. Ella y yo también, o ella y otras y otros también.  La luz, las sombras, el arriba y el abajo, ella y los otros, yo (el yo lírico) y ella realizamos distintos actos que se asemejan a lo onírico: " Viene a dormir debajo de las estrellas", o "s ube a las hojas y cae hasta el mar / como es que puedo tocarle las manos  /  Sube a las hojas y cae hasta el mar". El agua (la lluvia), la luna, el sol y las estrellas conforman un plano de realidad poética que comienza con el cansancio de "este sol al sueño".

Crónica de lo desnudo que estoy

Una amiga se llevó sin querer, tras una visita a mi casa, el libro que con tanto entusiasmo leo: La guerra del fin del mundo. Me siento desnudo. Por Matías Rótulo  La tercera parte del libro, el momento en el cual el Ejército se dispone a ir a Canudos para desafiar al Consejero, me dejó con los ojos abiertos, y el corazón palpitante. Mi amiga se llevó mi libro. La vergüenza de estar desnudo sin querer estarlo, me genera una fatiga que me envuelve de miradas cómplices entre ellas, pero poco cordiales conmigo y mi desnudez. Nunca estuve desnudo sin querer estarlo, pero mi amiga se llevó mi libro. Las formas de los cuerpos que me miran, son los fantasmas que recorren las páginas que ahora están muertas para mí. Ese libro ha fallecido, con la posibilidad, -claro está-, de volver a revivirlo ni bien mi amiga se digne a devolvérmelo. Se llevó mi libro, y por eso le di vida a Salvo el crepúsculo de Julio Cortázar. Lo tomé de mi biblioteca en agosto, pero mi obsesión vera

Aquella que lleva la luz

Por Matías Rótulo  Para la niña que lleva la  luz y  que en algún momento tendrá 17 Miré al futuro. Me vi mirando al pasado. Ella estaba en su presente. Lloraba esa tristeza de los felices. Porque nadie quiere enamorarse así. A los 17 tuvo un sueño, escribió una carta, movió las manos. La lágrima quedó aplastada en la palma. La uña fue pluma, y desgarró en la pared las letras de un nombre en silencio. Un nombre silencioso. Así, enamorada y todo, salió al jardín a mirarse al espejo del charco de la lluvia. A mojarse los pies helados del otoño. Salpicó de baile a las flores, murmuró una canción como si masticara el nombre de alguien que no merece ser besado por aquel viento que recoge los sonidos. El viento que silbó y le contó con rabia,  que hizo pensar a la niña que nadie, pero nadie, nadie quiere estar enamorado así. Las hormigas esquivaron el pie y soportaron la carga de la hoja que se sostenía en un hilo amarillo de cadáver, del verde brillante, trozo d