Se peina frente al espejo. Se peina y canta mientras su voz se desliza desde su tono más alto hasta rebotar y crear un eco suave: sus cabellos se estiran, se erizan, se estiran como un bandoneón mientras ella se canta y se peina. Se mira en el espejo, sonríe y se saluda. Sigue cantando:
“No es así, es un milagro no es así, es un secreto no es así, es solo ciencia no es así, es un milagro…”
Se pregunta por qué, si la imagen del espejo está invertida, el sonido de esa canción no se escucha al revés ya que al cantar se mira a los ojos. “Nunca me miro en el espejo” pensó, pero alguien le contestó “mirate más porque te extraño”. Se da vuelta y busca en toda la habitación el origen de la voz pero todo está en su lugar, y nadie se puede esconder en ningún lado. Todo está en calma, una calma vacía. Duda. Vuelve a mirarse a los ojos. Mueve la cabeza hacía la derecha, y ve en el vidrio que el movimiento se produce hacía la izquierda.
- ¿Quién sos? – Le preguntó Gisselle con miedo a la otra, a esa vieja conocida en otro tiempo, en ese espacio detrás del vidrio, bajando el cepillo como con culpa, en silencio. La otra hacía lo mismo.
Gisselle razonó que la voz era producto de su imaginación, de su soledad, del cansancio. Pero volvió a mirar al espejo, y pensó que esa chica que estaba a su frente no era ella, pues es una imagen invertida y por lo tanto, de existir, tendría otro carácter, otro pensamiento, otra existencia: “Si está invertida es otra yo, mi contraria” reflexionó escuchando el sonido de su propio pensamiento. “Si tengo veinte años ¿Vos tenés 02?” Le preguntó riendo y sin esperar respuestas. Pero de pronto, la risa se transformó en una seriedad solemne cuando notó que ella al sonreír, la chica del espejo, -la otra invertida-, se puso seria, y lo mismo (o lo contrario) ocurrió cuando su rostro enmudeció de seriedad y temor, un temor que pronto transformó en curiosidad al ver a la otra sonreír. “Yo soy Gisselle” lanzó ante el espejo rompiendo la tranquilidad de la duda y para comprobar que no era un sueño: “Soy yo, cantante, amante del cine, toco la guitarra, soy argentina, vivo en Estados Unidos…” Quería salirse del lugar, del momento, quería demostrar su identidad, porque la otra del espejo no era ella, no podía ser la otra del espejo la que desafiara la realidad y tomara vida propia, pero algo la retenía frente a aquello que veía en los ojos de aquella otra.
- Yo soy tu contraria, pero nunca tu enemiga- le devolvió la silueta oscura que se reflejaba de ella misma, tan poco clara como la propia Gisselle.
Gisselle ya había dejado el cepillo y su mano temblaba de miedo, y ahora se tocaba el rostro para ver qué sucedía del otro lado. La otra hacía lo mismo.
- Es áspero- le dijo la imagen del espejo.
- Es suave- replicó Gisselle.
El acento porteño de la imagen del espejo no le resultaba familiar, y hacía un gran esfuerzo por reconocerse en la otra, hasta que le dijo:
- Yo tengo este acento entre inglés y latino, será porque estoy acá desde los cinco años, aunque volví a Argentina a los quince y regresé a los diecinueve a Estados Unidos…
- No amiga, no me expliques nada. Yo soy la Gisselle del espejo, la que no perdió nunca el acento que adquirí, o mejor dicho, hubieras adquirido en tu Vicente López natal. Soy tu yo invertido
- ¿Y vos cuándo naciste? –preguntó con curiosidad Gisselle, estirando la mano hacía el vidrio que notó helado y distante.
- Tuvieron que pasar muchos años, quizás cuatro, para que yo naciera: fue una tarde en tu casa cuando te paraste frente a un vidrio, llovía, y me descubriste casi transparente, porque no era un espejo, era una ventana que con el efecto de la luz lograba reflejar tu rostro pequeño. Del otro lado había un árbol. Yo vibraba con el vidrio, porque tu padre escuchaba fuerte a TheBeatles… ¿En qué pensás?
- En lo que hubiera pasado si mi familia, mis hermanos y yo no nos hubiéramos venido a Estados Unidos, sino escucháramos la música que escuchamos, las películas, las guitarras…
- No tendrías ese acento… Seguí cantando. Seguí contándome de vos. ¿Qué música escuchás?
- Escucho lo que me gusta: jazz funk, soul, blues, math rock, bossa nova clásica...
- Si, lo sé. Te he visto, te vi escuchar tus músicas a partir de tus estados de ánimos.
- Si yo estoy triste ¿Vos estás triste?
- La regla sería que si estás triste, estaré feliz, aunque tu rostro se refleje triste; soy la imagen de un espejo. Pero me ha sucedido que si te veo triste me pongo triste. La gente no se mira en los espejos cuando está triste. Verse triste a uno mismo es la pena doble. Por suerte, cuando estás feliz te mirás, y me gusta tu sonrisa. La mía no es tan bonita.
Gisselle buscó el cepillo sobre la mesa y volvió a cantar. Susurraba la melodía que retomó:
“Es un jardín en un lugar mundo absurdo y oscuro mundo donde todo frizó”.
Gisselle volvió a sonreír, y al sonreír hizo silencio. Reaccionó tras cuestionarse a sí misma por qué hablaba con un espejo imagen, y por momentos pensó en que se estaba quedando loca, sola, cuerda y acompañada.
-Hago música ¿Sabés? –Le digo Gisselle a su otra
- Hago silencio ¿Sabés? – Contestó irónica la imagen invertida.
- En la música hay silencios… - replicó Gisselle.
- En tus silencios hay música… -elogió la imagen-.
Gisselle percibió que en la imagen del espejo una lágrima comenzaba a rodar. Gisselle se tocó la cara seca, tiritante. No había lágrima.
- ¿Por qué llorás?
- Por River Plate
- “Un banderín de River Plate” – se animó a cantar Gisselle
- De Boca – bromeó a carcajadas la imagen. -Soy lo inverso-, apuntó.
- ¿Llorás porque extrañás? Yo a veces lloro por la soledad.
- Me tenés a mí –repuso la imagen-.
- Pero estamos hablando de vos y de tu llanto, -dijo con algo de molestia Gisselle.
- Yo soy vos, y vos soy yo…
- Sólo te tengo cuando estoy frente al espejo, por eso sólo existís cuando me miro en uno.
- Cada vez que no te ves, es como morirme y me quedo esperando renacer ni bien se te ocurra mirarte.
Gisselle tomó el cepillo, volvió a acariciar su cabello en silencio y del otro lado del espejo alguien la observaba, alguien que le cantaba lo que Gisselle cantaba con su pensamiento. No seguiré con la narración. Gisselle siguió cantando toda la noche, con su guitarra en la falda, la imagen del espejo le hacía un coro invertido. Yo escribí este cuento mirando a Gisselle frente a su espejo. Éramos cuatro en aquella habitación. Mi otro yo, mi imagen inversa la observaba con admiración, preguntándose cuál era el espejo del alma.
Por Matías Rótulo, escrito para el sitio de la música Gisselle Tapia. Acceder al sitio: http://www.gisselletapiamusic.com.ar/
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Matías Rótulo.