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Solo los chicos



Esa caja boba que nos trata como idiotas


El año electoral tiene como una de las principales protagonistas a la televisión. En una sociedad donde este medio contribuye a fomentar un consumismo extremo, también para elegir candidatos, se hace presente vendiendo imágenes y no propuestas.


Por Matías Rótulo (publicado en Voces el 07/05/09) 

Pintando sonrisas pero no ideas serias. Haciendo canciones divertidas con músi­cas pegadizas que alguien más adelante se ocupará de recopilar en un disco para vender “la música del cambio después del cambio”, o las canciones “del cambio después del cambio que cambió nuestro cambio”, o de “los temas del cambio, después del cambio, que quisimos cam­biar en los noventa, pero nunca más nos dieron oportunidades para seguir con los cambios”. El Semanario Voces, úni­co medio con un periodista dedicado a someterse a la tortura televisiva para es­cribir un artículo, que luego será la tor­tura de los lectores, estará todo este año hablando de la televisión en general, y además de la campaña política televisi­va. Comencemos hoy con la propaganda televisiva de la Lista 40.
Un grupo de niños se para frente a los candidatos y van eligiendo uno por uno como un partido de fútbol en el campito de Malvín.
Claro que estos personajes con poca ca­pacidad de abstracción, de pensamien­to infantil, con carita de pícaros, son todas lindas personitas, hijos e hijas de nacionalistas de ley. Hablo de los polí­ticos, claro está, y no de los niños que los eligen. Sin dudas, estos niños que aparecen en la televisión (ahora sí ha­blo de los niños), parecen más adultos que muchos candidatos que se prestan a un papel –no político, ya que no entro en ese tipo de valoraciones-, pero sí de imagen pública haciendo una patética propaganda televisiva, tanto desde lo técnico, pasando por lo ingenioso y ter­minando por lo moral.
Los políticos van dando un paso al fren­te siendo elegidos por los niños, uno por uno hasta llegar –por ejemplo- a Matilde. Entonces Matilde sale con cara de poco entusiasmo caminando con una pachorra de domingo de campo. Algo así como la expresión de los jugadores de Peñarol el domingo pasado. Matil­de, sabiéndose una señora grande que es elegida por un grupo de niños que lo único que entienden es que saldrán en la televisión invitando a un grupo de viejos y viejas a jugar un picadito, camina cual centrodelantero de Ram­pla rumbo a la cámara y ahí uno pien­sa, “que no se acerque más porque los pobres botijas se darán cuenta de la te­rrible decisión de haber elegido a una mujer para su equipo”. ¿De qué juega Javier García? ¿Gandini es el primero en ser elegido porque es el capitán, el me­jor jugador o el artífice de una mejoría para el destino de todos los niños?
Toledo tendría que ponerse urgente a hacer dieta para dar el ejemplo, prime­ro como médico y luego como futbo­lista.
La primera metáfora es que el electora­do nacionalista es un grupo de personas infantiles que votan en las urnas con la misma responsabilidad de un niño de diez años, o que a los candidatos sólo los pueden elegir un grupo de niños, ya que los adultos se darían cuenta de lo que hacen al votarlo.
Quelos niños jueguen
Supongamos igual, que si es necesario bajar la edad de imputabilidad, también será correcto hacerlos votar a estos pe­queños. Los niños, que poco entienden de política pero son los que más la sufren ¿no deberían estar jugando al fútbol en vez de ser utilizados por una empresa de publicidad, que se cree multiloca como todas las empresas de publicidad y sus publicistas? ¿Siempre piensan los polí­ticos en los niños, o será un recurso de frescura “televisiva”para captar votos? ¿De quién capto los votos? ¿De una per­sona que ve en los niños un futuro, en­tonces no se vota a los candidatos, sino se vota la simpatía de estos chicos? Los niños no votan y aunque tienen derecho de opinar ¿el Partido Nacional los convo­ca para que digan lo que piensan de su educación, de su salud, de sus juegos, su televisión, su cine, sus alimentos? ¿Por qué en esa publicidad no aparecen niños pobres? ¿Sólo los niños sin carencias pue­den elegir lo mejor para ellos? Tal vez. Si los publicistas ponen a los niños po­bres, pueden ser catalogados de “inmo­rales”, pues en el fondo, los publicistas que piensan en publicidad y no en políti­ca, saben bien que por más propaganda política en la televisión, radio o diarios, los éxitos o fracasos se consiguen en la cancha. No la del campito político de la mediocridad. Sólo los chicos por un lado, jugando y creciendo, opinando y siendo escuchados. El domingo, El Observador publicaba “La 40 con los niños” y descri­bía “los juegos inflables, la música y las sonrisas de los más pequeños dieron la nota en un acto de la Lista encabezada por Javier García en la Plaza Gomenso­ro”. Que los niños sean felices y elijan su felicidad, que seguro no es un montón de goma inflada con pelotitas en una plaza de Pocitos y que no se aprovechen de ellos y de su inocencia, metiéndolos en un campo, el político, que muy pocas ideas.

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