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Poder Ciudadano VS. No tengo poder


Desde que Fernando Vilar comparó su informativo con un perfume ya nada es lo mismo. Un perfume es un producto suntuoso, decididamente envuelto en un interés comercial, con fines estéticos. La información es un bien, un derecho, que nada tiene de estético.

Por Matías Rótulo para el Semanario Voces / 23-07-09

Cuando compramos un perfume no pensamos en la información más que sensitiva: el aroma que deja. También se puede pensar en el ritual del apareamiento posterior al ponerse el perfu­me. Uno se viste lindo, se en­caja la colonia en el cuellito y va el sábado a mover las cade­ras al bolichongo, tratando de conquistar algo. Cuando miro un informativo o leo un diario para informarme no pienso ni en lo estético, ni en “comprar nada”, ya que la compra que hice fue la previa: la de pagar el diario por ejemplo. Enton­ces, deposito mi confianza en quienes me informan. Los que informan pueden generar en mí sensaciones diferentes a las que genera el perfume. Puede –la información-, repercutir en mi vida dentro de la sociedad. Por ejemplo: generando opinión. El perfume puede repercutir en que no voy a heder a vinagre si es que justo no me pongo des­odorante, o también el perfume que tenga puesto puede darle alergia al de al lado.

La metáfora del perfume es la idea de que la televisión y par­ticularmente la información es un producto. Es verdad que hay medios, directores de medios y empleados que ganan dine­ro con la información. Ahora ¿todo es un producto? Quiero referirme a un programa en particular llamado “Poder Ciu­dadano”, que está en Canal 5. Hace algunos años escribí de él en esta columna. La diferencia con aquella vez es la esceno­grafía: antes no tenía. El bigo­te de Nogueira no cambió. No­gueira es Miguel: rochense, no te habla de ti o de tú así que no es muy rochense en su manera de expresarse. Flaco, parecido a Hugo de León pero después de haber sido vicepresidente en otro planeta (acá no tiene chance) y simpático. A su lado, está Romano, de nombre Ga­briel: grandote, peinado para el costado con gomina, gracio­so (se hace el gracioso, pero es de los que se hacen y le que­da bien). Además, el programa tiene un escritorio. Con eso, y algunas cámaras de televisión, los jueves de noche hacen las delicias de grandes y chicos.

¿Qué hacen estos señores? Un programa de televisión que no es un perfume. Es simplemente un programa de televisión. No­gueira dice: buenas noches y de inmediato comienza la fies­ta. Un orgasmo de alegría in­formativa. Un placentero goce de ver a dos tipos sentados ha­blando y a veces entrevistando a personajes tales como el Fo­gata Bermúdez y ahí el éxtasis se completa.

¿De qué hablan? De lo que nos interesa a todos. Del ciudadano normal, común y corriente que vive en un Estado democrático y que a veces, -como en Poder Ciudadano-, la televisión le da derecho a opinar, quejarse y saber cuáles son sus derechos.

Notengopoder

En esta orgía televisiva que antes describimos, en ese con­tacto piel con piel entre el pro­grama y el público, tenemos un espacio que si bien se ocu­pa de informar, y ojo que no es un perfume, le da al público no lo que quiere, sino lo que necesita. Sigue al aire estoica­mente en una televisión que nos dice dos cosas: que nos da lo que queremos ver y que no nos pregunta lo que queremos ver. En realidad, la televisión nos impone lo que debemos ver. Utópicamente, Poder Ciu­dadano tiene una enorme fa­lla: proponer que la gente se exprese, conozca sus derechos, en un medio que no pregunta, que no deja expresar al televi­dente, y que le chupa un huevo (perdón por mi francés de per­fume francés) la propia gen­te. Poder Ciudadano debería en realidad tener un espacio de debate sobre la televisión misma, ya que debería ser un derecho del ciudadano poder expresarse y opinar sobre ella, algo que sólo “Buscadores” se anima a hacer con seriedad.

En la televisión nacional nos di­cen que están juntos con noso­tros, pero no con nosotros. Que la televisión “piensa en todos”, pero antes piensa en ella, pues no hace más que ser auto re­ferencial. Vilar –por ejemplo-, habló –además de hablar del perfume-, de “rating”, pues dice que lo que se pone al aire es lo que la gente mira más.

Pues tampoco hay opciones di­ferentes: Los informativos de canales privados –por ejem­plo-, hacen todos lo mismo: mucha información policial (Telenoche gana por lejos), in­formación deportiva, levante abusivo de los diarios, y alguna cosa más.

La idea es sencilla: en un mun­do donde todo es entreteni­miento gana el entretenimien­to. Si tal vez ofreciéramos algo más, los medios en general, la educación en general, la so­ciedad en general, tendríamos poder de autocrítica y diríamos “está bien, tengamos entrete­nimiento, pero por lo menos con nivel; es decir, de elabora­ción inteligente y atractiva”. Es cierto que la información no es entretenimiento. ¿Me importa a mí el accidente de 18 y Con­vención? ¿Me importa a mí sa­ber si mataron a una mujer en Pocitos? ¿Me importa a mí un incendio? ¿Yo así mido si hay violencia, inseguridad o más accidentes? ¿Qué pasa si los medios dejamos de informar estas cosas por omisión o por voluntad? ¿Caería la sensación sobre estos hechos? Claro, pero me encanta mirar la desgracia ajena, pero si me pasa a mí que “nadie se entere”. Entonces, sí transformamos a la informa­ción en entretenimiento.

Si los ciudadanos tuviéramos poder de decisión real y no nos dejaran convencidos que la te­levisión es un disfrute sensitivo como un perfume, tal vez no miraríamos lo único que nos ofrecen. Porque podemos com­prar perfume barato, que nos engaña el olfato y dura poco, o podríamos olvidarnos del perfu­me, pensar un poco más y hacer valer nuestro Poder Ciudadano, único e irremplazable.

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