Desde que Fernando Vilar comparó su informativo con un perfume ya nada es lo mismo. Un perfume es un producto suntuoso, decididamente envuelto en un interés comercial, con fines estéticos. La información es un bien, un derecho, que nada tiene de estético.
La metáfora del perfume es la idea de que la televisión y particularmente la información es un producto. Es verdad que hay medios, directores de medios y empleados que ganan dinero con la información. Ahora ¿todo es un producto? Quiero referirme a un programa en particular llamado “Poder Ciudadano”, que está en Canal 5. Hace algunos años escribí de él en esta columna. La diferencia con aquella vez es la escenografía: antes no tenía. El bigote de Nogueira no cambió. Nogueira es Miguel: rochense, no te habla de ti o de tú así que no es muy rochense en su manera de expresarse. Flaco, parecido a Hugo de León pero después de haber sido vicepresidente en otro planeta (acá no tiene chance) y simpático. A su lado, está Romano, de nombre Gabriel: grandote, peinado para el costado con gomina, gracioso (se hace el gracioso, pero es de los que se hacen y le queda bien). Además, el programa tiene un escritorio. Con eso, y algunas cámaras de televisión, los jueves de noche hacen las delicias de grandes y chicos.
¿Qué hacen estos señores? Un programa de televisión que no es un perfume. Es simplemente un programa de televisión. Nogueira dice: buenas noches y de inmediato comienza la fiesta. Un orgasmo de alegría informativa. Un placentero goce de ver a dos tipos sentados hablando y a veces entrevistando a personajes tales como el Fogata Bermúdez y ahí el éxtasis se completa.
¿De qué hablan? De lo que nos interesa a todos. Del ciudadano normal, común y corriente que vive en un Estado democrático y que a veces, -como en Poder Ciudadano-, la televisión le da derecho a opinar, quejarse y saber cuáles son sus derechos.
Notengopoder
En esta orgía televisiva que antes describimos, en ese contacto piel con piel entre el programa y el público, tenemos un espacio que si bien se ocupa de informar, y ojo que no es un perfume, le da al público no lo que quiere, sino lo que necesita. Sigue al aire estoicamente en una televisión que nos dice dos cosas: que nos da lo que queremos ver y que no nos pregunta lo que queremos ver. En realidad, la televisión nos impone lo que debemos ver. Utópicamente, Poder Ciudadano tiene una enorme falla: proponer que la gente se exprese, conozca sus derechos, en un medio que no pregunta, que no deja expresar al televidente, y que le chupa un huevo (perdón por mi francés de perfume francés) la propia gente. Poder Ciudadano debería en realidad tener un espacio de debate sobre la televisión misma, ya que debería ser un derecho del ciudadano poder expresarse y opinar sobre ella, algo que sólo “Buscadores” se anima a hacer con seriedad.
En la televisión nacional nos dicen que están juntos con nosotros, pero no con nosotros. Que la televisión “piensa en todos”, pero antes piensa en ella, pues no hace más que ser auto referencial. Vilar –por ejemplo-, habló –además de hablar del perfume-, de “rating”, pues dice que lo que se pone al aire es lo que la gente mira más.
Pues tampoco hay opciones diferentes: Los informativos de canales privados –por ejemplo-, hacen todos lo mismo: mucha información policial (Telenoche gana por lejos), información deportiva, levante abusivo de los diarios, y alguna cosa más.
La idea es sencilla: en un mundo donde todo es entretenimiento gana el entretenimiento. Si tal vez ofreciéramos algo más, los medios en general, la educación en general, la sociedad en general, tendríamos poder de autocrítica y diríamos “está bien, tengamos entretenimiento, pero por lo menos con nivel; es decir, de elaboración inteligente y atractiva”. Es cierto que la información no es entretenimiento. ¿Me importa a mí el accidente de 18 y Convención? ¿Me importa a mí saber si mataron a una mujer en Pocitos? ¿Me importa a mí un incendio? ¿Yo así mido si hay violencia, inseguridad o más accidentes? ¿Qué pasa si los medios dejamos de informar estas cosas por omisión o por voluntad? ¿Caería la sensación sobre estos hechos? Claro, pero me encanta mirar la desgracia ajena, pero si me pasa a mí que “nadie se entere”. Entonces, sí transformamos a la información en entretenimiento.
Si los ciudadanos tuviéramos poder de decisión real y no nos dejaran convencidos que la televisión es un disfrute sensitivo como un perfume, tal vez no miraríamos lo único que nos ofrecen. Porque podemos comprar perfume barato, que nos engaña el olfato y dura poco, o podríamos olvidarnos del perfume, pensar un poco más y hacer valer nuestro Poder Ciudadano, único e irremplazable.