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Mi momento en el recital de Paul: "Blackbird"


Por Matías Rótulo (Publicado el 17 de abril de 2012 en La República)


Tardé 17 años de mi vida en comprarme el Disco Blanco. Ya tenía casi toda la colección de The Beatles. Ahí descubrí el tema 11 del primer disco “Blackbird”, y me prometí que ese iba a ser mi canción favorita de la banda. No me lo prometí, surgió así. Como surge no sé qué amor imposible, o la bronca, o la alegría. La canción fue también parte de la banda de sonido de una película norteamericana llamada “I am Sam” una de esas películas que son un golpe bajo en el corazón. Cuando escuché Blackbird ya conocía casi de memoria Revolver, un disco que considero el mejor de The Beatles y es del año 1966. Ahí está “Eleanor Rigbi”, que
se disputa palmo a palmo el primer premio en mi sensibilidad con “Blackbird”. 

Entonces Paul tomó su guitarra electroacústica, se plantó en el escenario, las pantallas gigantes quedaron negras, el silencio del Estadio fue absoluto, y la guitarra sonó con la introducción y la voz de McCartney atravesó como un rayo la azotea del Hospital de Clínicas, y voló lejos, porque cantaba: “Blackbird singing in the dead of night, take these broken wings and learn to fly”. La luna del cielo desapareció y la pantalla gigante comenzó a hacer amanecer una luna hermosa, blanca, con Paul adelante, su guitarra, y el silencio del estadio y fue ahí que se me cruzó por la mente la posibilidad de morirme tranquilo, tal como lo dijo uno de mis entrevistados para la nota central. Luego, unos temas más tarde estuvo “Eleanor Rigbi” en el escenario, pero ya era tarde, seguía sonando en mi cabeza la guitarra de Blackbird.


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