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Cuestión de vientos


El hombre sintió la ráfaga de viento pero notó que las hojas de los árboles no se movieron. Ni siquiera se movió la bolsa de supermercados que quedó colgada hace algún tiempo en la copa del árbol arrastrada hasta ahí por el viento. El viento, esta vez se sentía en los pelos, en la cara  y en el pecho pero no se veía en las cosas. La cortina de la panadería no insinuaba ni una caricia.
La partera pasó corriendo. Llevaba dos toallas, mucha agitación, y fue justo con la partera cuando el viento le reventó la cara al hombre.
Se detuvo el tiempo, y el escritor pensó en algo trascendental.

                                                                                          El viento ese, aquel viento nunca más se sintió en el pueblo. Hoy, hay otros problemas. Uno de ellos es si considerar loco a ese loco que quiere enseñarle a todos la palabra de alguien que pasó de moda llamado Dios, o pensar que es cuerdo,  sabiendo que uno podría llegar a ser considerado tan loco como él. Yo ya le prometí que no lo traicionaré, aunque él no confía en mí. Creo que hace bien en no confiar en nadie. Pero no lo ha comprendido y dice que está dispuesto a morir por todos… El escritor toma un segundo de descanso       ha muerto un hombre.
                                                             


Por M  a tias  Ró  t ul O 



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