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El hombre que hacía todo dos veces El hombre que hacía todo dos veces

El hombre que hacía todo dos veces, cuando leía algo, lo leía dos veces. 
El hombre que hacía todo dos veces, cuando leía algo, lo leía dos veces. 

Amó dos veces a la misma mujer. 
Amó dos veces a la misma mujer. 
No sin antes declararle su amor dos veces. 
No sin antes declararle su amor dos veces. 
Le dio dos veces el beso primero.
Le dio dos veces el beso primero.

Lo único que no hizo dos veces fue recordar aquella discusión tan fea que mantuvieron una mañana. 

El hombre que hacía todo dos veces a veces se aburría de hacer lo mismo. 

Estudió la misma carrera dos veces.

Entró a votar dos veces. 

Enfermó de lo mismo dos veces. 

El hombre que hacía todo dos veces iba con la corriente. Hacía todo lo que el resto de la sociedad hacía. Entonces, el hombre que hacía todo dos veces estaba dos veces a la moda. 

El hombre que hacía todo dos veces, cuando no era por su cualidad de hacer las cosas dos veces, sino porque le había gustado hacer algo, como por ejemplo ir a ver de nuevo una película que le había gustado, debía ir cuatro veces al cine. 

El hombre que hacía todo dos veces, un día se enfermó de algo que lo hacía temblar. Entonces cada temblor era doble, frenético, batido, revoltoso. 

El hombre que hacía todo dos veces, un día dudó de no haber apagado el horno cuando salió de casa y tuvo que revisar el aparato dos veces: ida y vuelta. 

El hombre que hacía todo dos veces, vivía en día de 48 horas, en minutos de 120 segundos. 

Tenía dos orgasmos juntos, largaba dos lágrimas juntas, orinaba dos veces cada vez.

El hombre que hacía todo dos veces vivió dos vidas exactamente iguales, en ambas leyó dos veces la obra completa de Borges. 

El hombre que hacía todo dos veces un día se murió, fue al Infierno porque cada vez que pecaba lo hacía dos veces, y su castigo fue doblemente eterno. 

El hombre que hacía todo dos veces dejó en la tierra a un par de hijos, cada uno condenado a hacer las cosas una sola vez, lo cual fue para el padre una gran desilusión. 

El hombre que hacía las cosas dos veces, dejó en su testamento este escrito, la primera parte la escribió él, la segunda parte se la escribí yo, su esposa, mientras él estaba en su lecho de muerte. Le queda un par de horas de vida, es decir cuatro, pero sentimos que debíamos apurar su testimonio. 

***

Ahora que murió, sólo tengo que decir que lo extraño doblemente. 

LA ESPOSA. 




                                                                                            Escrito por Matías Rótulo en el año 1997. Publicado textualmente y sin correcciones. 

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