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Somos Arostegui



ESA CAJA BOBA QUE NOS TRATA COMO IDIOTAS

Por Matías Rótulo (Publicado en Semanario Voces 466) 

Viudas e hijas del rock and roll tiene sus conflictos bien armados, sus historias de amor establecidas… en fin, es una telenovela – comedia como cualquiera. Pero hay algo que se destaca: la construcción de los personajes.
¿Cuántas veces se puede destacar la construcción que el actor, el director de actores, o el guionista hacen de los personajes de una tira televisiva regional? Generalmente son caracteres chatos, carecen de profundidad sicológica e intelectual. Los buenos son buenos, tontos y sumisos. Los malos son malos por lo que hacen, pero se mueven por el interés del fin último, más que por la maldad en sí. Un malo que es malo por algo tan simplón como la conquista del amor de una mujer o un hombre, en el fondo es alguien bueno.
La serie argentina en cuestión es una caricatura grotesca de ciertos sectores de la sociedad que incluye: ricos ya pobres (pobres de billetera y espíritu) que mantienen su status a pesar de la desgracia; comunicadores incomunicados; homosexuales que luchan contra la posición social que les impone esconderse;  alcohólicos felices de serlo pero infelices en su causa; y frustrados que son solitarios egocéntricos.
De todos los enlatados extranjeros, Viudas es el que más intenta salir de la lata. El centro de la acción dramática es una radio, escenario que es epílogo de una historia de amor de los noventa por ahora no concretada. La radio Z Rock está administrada por las dos hijas del gran locutor radial fallecido Roby Betini (Lalo Mir). Las hijas son interpretadas por Paola Barrientos en el papel de Miranda y Celeste Cid como Vera. Allí también participan  Sandra Cuevas (la villana encarnada por Julieta Ortega) que es la viuda de Roby y  cuya maldad no logra concretarse nunca. Su esencia es la de un ser solitario cuya mayor aspiración no es más que la de ser madre, algo que no había logrado por el rechazo de su esposo Roby (a pesar de ser padre de dos hijas). Solitaria y sexualmente muy activa pero siempre triste por su vacío emocional, Sandra anhela la amistad frustrada con Miranda, la hija de Roby.

Los incomunicados
En la Z Rock se ven las internas de un medio de comunicación que es el líder de Argentina. El público también es retratado sin estarlo, y se sospecha que vale más la tradición que el producto en sí, producto falto de contenido.  Algo así como muchos de los programas radiales uruguayos que giran alrededor de tirar una consigna para que los oyentes manden mensajes o llamen, pegando un par de canciones y desnudar las internas intrincadas en tono de doble sentido. Bruno (Antonio Birabent) es un egocéntrico locutor radial siempre incomunicado con el mundo, poco entendido y cómplice de Sandra. Los otros personajes también padecen el no ser escuchados,  o el de decir más de lo que deben. El mayor logro de la comunicación de la radio es el murmullo interno sobre la vida privada de los personajes.
La historia de amor
Diego (Damián de Santo) y Miranda son los protagonistas de la historia de amor que es el nudo central de la obra. En los noventa se conocieron en un verano de Villa Gesell. Allí mismo, Miranda descubrió a su gran amiga Sandra, besándose con su padre Roby y desde ahí se estableció la ruptura entre ambas. Miranda, ex rockera -ahora convertida en mujer de la alta sociedad y madre de dos hijos que no atiende lo suficiente-, manifiesta la maldad de Sandra con mucha maldad, le acusa de traicionar los principios de la amistad siendo una traidora constante (traiciona a su esposo y siente culpa). Diego soportó veinte años de desencuentros con Miranda, ilusionado con un amor que ahora está a punto de concretarse: es el idealista pero que consigue lo que quiere en base a presiones poco idealistas a Miranda.

Los Arostegui
La acción satírica ocurre en la casa de Miranda y de su esposo Segundo (Juan Minujín), invadida por los Arostegui (la familia de Segundo), hija de la aristocracia arrastrada en el barro de la decadencia, ya sin plata y  sin prestigio. Los Arostegui son personajes construidos con perversa y fría violencia: hay golpes, insultos, y se fomenta internamente la discriminación a homosexuales, las mucamas, y los empleados. Segundo es un homosexual enamorado de su petisero de campo Tony (Juan Sorini). Pero Tony tiene que mantenerse al margen para mantener su trabajo y porque Segundo prefiere aparentar su vida de feliz hombre casado. Viudas  podría ser solamente la historia de los Arostegui. ¿Quién no conoce a un Arostegui? Es la vanidad a flor de piel. Los ricos viejos ya pobres o los nuevos ricos antes desgraciados que sobrevuelan en la idea del respeto social por el linaje. A los Arostegui se agrega la reivindicación de una raza pura, la admiración a Carlos Saúl Menem, y la envidia a Martita Cano, de la alta gama social que a diferencia de los Arostegui, ha logrado mantener su posición económica.
La magnífica dupla entre Verónica Llinás y Luis Machín que interpretan a Inés Murray Tedín Puch de Arostegui y Emilio Arostegui respectivamente, hacen que esta comedia haya engendrado a dos monstruos inocentes. Ella acepta las infidelidades de su esposo con la mucama. Él es movido por el interés más visceral del dinero. Sus hijos son consentidos siempre y cuando traigan dinero, y todo hecho con pasos de comedia poco sutiles, que caen en el grotesco siempre al límite de lo vulgar.
La serie que en Argentina terminará en unos cuarenta capítulos, no abusa del mensaje superfluo. Todos los personajes esconden un engaño: la traición al ser querido, la torpeza y el aparentar algo que no se es. Como todos nosotros. 



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