Ha muerto Michael.
Lamento la muerte de un ser humano. Lamento la muerte de este hombre. Pero me surgen algunas preguntas.
¿Por qué nos sorprende la muerte de un hombre que jugó tanto con su salud?
¿Por qué los fanáticos, negros en su gran mayoría, y cantando en gospel, se reunieron ayer para homenajear a Michael, siendo que Michael renegó de su propia piel?
¿Por qué miramos consternados hacía el futuro, viendo como se murió un tipo acusado de abusos infantiles?
¿Por qué tiene tantos imitadores un hombre que de lo único que hizo gala, fue de mover la pelvis, bailar bien, y vestirse raro, siendo que se escapaba de sus admiradores, los mismos que lo imitan?
¿Por qué Michael se murió justo el mismo día en el que murió una luchadora de la vida, la actriz Farrah Fawcett, que se dedicó a testimoniar sus últimos días para -tal vez-, pasar a la historia? Ahora Michael, estrella más popular que el ángel de Charlie, opacó su triste final, porque la muerte de uno vende más la muerte que el otro.
¿Por qué escuchar la música de Michael?
¿Por qué se vendieron de manera frenética sus discos desde ayer?
¿Por qué la muerte provoca estas cosas? Provoca el lamento y la reivindicación. Ahora Michael dejará de ser una simple estrella estrellada, que tuvo la suerte de vender discos, y entrará en las grandes ligas d ela consideración universal de los tipos que dejaron un legado. ¿Qué legado? Unos cuantos discos con sus hermanos y solista. Un montón de canciones pegadizas. Un mensaje de paz destinado a promover la paz, y a vender la paz.
¿Por qué Michael te nos fuiste?
Tu cuerpo, mutilado y blanco, tu cara deformada, nos hacía recordar que vivimos en un mundo mediocre dónde la cultura ya no importa, pues hay billetes, operaciones, movimientos de pelvis, y bailes exóticos, violaciones de niños, y canciones por la paz, que ocupan el espacio de las revistas del corazón.
El Rey del Pop se ha ido.
Escrito por Matías Rótulo
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Matías Rótulo.