Mientras las ciudades más importantes de América (y el mundo) celebran su literatura, en Montevideo parece que sus propios escritores están ausentes en la memoria colectiva.
Por Matías Rótulo
Por Matías Rótulo
Santiago celebra a Mistral y su nombre aparece cada
pocas calles en el centro de la ciudad. Valparaíso recibe en lo alto a los
visitantes de la casa de Neruda. Buenos Aires habla de Borges, Bioy Casares y José
Hernández. Asunción destaca su poética nativa y en Lima sobrevive en la
modernidad que triunfó ante lo nativo, literatura de Mariátegui, y Arguedas.
En todos esos
lugares se pueden visitar los restos que la ciudad revela sobre el pasado de los
escritores en ella. Las ciudades esperan a los visitantes y nativos con su
cultura abierta en museos, circuitos turísticos delineados en brillantes
folletos con mapas y avisos de bares y hoteles. Puedo elegir entre llevarme un
retrato de Jorge Amado en Salvador de Bahía o hacer el recorrido en carroza por
la Aracataca que García Márquez vivió como nosotros vivimos su Macondo.
En Montevideo,
la literatura carece de presencia en los circuitos turísticos. En el exterior se
ofrecen paquetes de traslado en los cuales se menciona que la capital es la
tierra de Galeano, Onetti y Benedetti pero después hay muy poco para hacer en
cuanto a la literatura, una vez que se visita nuestra tierra adornada de bolsas
en el suelo y un cielo de celeste pureza.
El Informe de Gestión 2014 de la Dirección
Nacional de Cultura del Ministerio de Educación y Cultura nos informa del
presupuesto invertido en premios literarios (de libros muy difícil de
conseguir), encuentros de escritores, y otros. No hay nada referido a un
fomento de la literatura en relación a la ciudad, a la preservación de espacios
públicos que puedan servir de patrimonio literario. Es como si en la ciudad de
Idea Vilariño, donde murió Juana, donde escribió Mario, y donde se transforman
en realidades los sueños de los escritores actuales, ellos mismos estén en un
eterno exilio.
Tampoco hay
ninguna idea al respecto en el horizonte de proyectos políticos locales sobre
los lugares de los artistas. En el sitio web del Ministerio de Turismo o en la
página de la Intendencia de Montevideo se ignora la literatura de la ciudad. Ni
siquiera se menciona el hermoso museo Zorrilla de San Martín, uno de los pocos
y bien reservados espacios literarios-museísticos. Otros espacios bien
aprovechados son los que la Biblioteca Nacional dispone al presentar documentos
en muestras itinerantes.
Un buen día, los
montevideanos nos encontramos con que acá no hay casi nada para visitar, para
mirar, para aprender con respecto a nuestras letras.
Es cierto que la
literatura está para ser leída. También es cierto que la ciudad no ha guardado
en su memoria colectiva los lugares en los cuales los escritores han pasado sus
días creando, tal como se hizo en otras ciudades del mundo. En el país de los
libros más caros de la región, se puede
leer mucho, pero poco se puede hacer con los muros de la ciudad que fueron
testigos de nuestras grandes obras y las historias de sus hacedores.
Cerca de mi
casa, en el barrio Bella Vista, vivió el poeta Fernán Silva Valdés. Hasta hace
poco, lucía en la entrada de la casa sobre Uruguayana una placa de azulejos
donada por un club de leones que recordaba que en aquel lugar habitó el poeta.
Hoy esa placa ya no está.
La placa que
recuerda a la artista de las letras Delmira Agustini en el Prado,
paradójicamente ya no tienen letras. Es que Delmira Agustini parece haber
quedado en el olvido tras aquel 6 de julio de 1914 cuando su asesinato le
reveló a la sociedad uruguaya que este pueblo no era ni tan civilizado, ni tan
pacífico.
Salvo las calles
de Montevideo, como las que recuerdan en nombre a Hilario Ascasubi (La Teja) o
Viejo Pancho (Pocitos), los barrios poco o nada tienen de literatura. Los
homenajes a Bartolomé Hidalgo en el Prado ya están manchados de “Bolso puto” y
“Manya corrés”, y las estatuas de escritores locales están reservadas para los
cementerios.
Montevideo no
amparó los lugares, nos recogió la historia física de los escritores. Para ver
a Juana hay que mantenerse sin gastar los mil pesos, a la fuente de Delmira en
Sayago la quieren borrar del mapa, y vaya a saber uno dónde estuvo Florencio
Sánchez mientras vivió por acá. Es que Montevideo como ciudad, no hace buena
letras con sus escritores.
Publicado en Voces, 23 de agosto de 2012.
Publicado en Voces, 23 de agosto de 2012.
Foto: ilustración de Francisco Javier Olea en la edición "Domingo" del diario El Mercurio: 20 de octubre de 2013. Visto aquí el 30 de enero de 2020.
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Matías Rótulo.