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La ley no nos saca de la hipocresía

Por Carolina Notalgiovanni y Matías Rótulo

Uruguay aprobó la ley de divorcio en 1907, ¿pero cuántas mujeres se divorciaron en 1907? ¿1910 o 1920?, seguramente muchas menos de las que hubieran querido. ¿Y qué ocurría con las que sí lo hacían, cómo eran vistas socialmente, por la familia, por sus vecinos? Por lo menos los años 50, es decir medio siglo después de aprobada la ley, una mujer divorciada era algo así como una mujer apestada. ¿Podían divorciarse? Sí, claro que podían. 


Pero la ley no nos hace salir de la hipocresía. El Parlamento es la representación del pueblo pero no es el pueblo. La totalidad del pueblo no está siempre de acuerdo con lo que aprueba el Parlamento. Desde la ley de matrimonio igualitario, vamos a empezar a mirar todos, absolutamente todos a los demás con respeto e "igualdad"? ¿Somos una sociedad más abierta y "menos hipócrita" como algunos dicen por ahí a partir de que se levantó la mano por parte de los legisladores? 

Michel Foucault decía que las minorías sexuales serían paulatinamente sujetos de más derechos, pero los grandes desafíos iban a ser dos: salir a la vida pública y generar prácticas que transformaran la subjetividad. O sea; generar prácticas que le dieran contenido a esa ley. De lo contrario, sería letra muerta. Él decía: la sociedad está preparada para dar derechos hasta cierto punto. Para lo que no está preparada es para ver a dos gays que salgan de su casa felices, y ver que su proyecto de vida es posible. 

En tanto eso no esté dentro del registro de lo posible a nivel del imaginario, en tanto no se creen modelos alternativos viables, no se habrá logrado un cambio real. Y para llegar a un cambio real, la ley es condición necesaria, pero no suficiente. 

¿Cambio o reciclaje? 

Recientemente, conversando con el psicólogo y sexólogo Bruno Ferreira, él se preguntaba “las cosas ¿han cambiado, o se han reciclado? ¿ha cambiado el discurso, o ha cambiado de corazón? ¿Hay una convicción real, o es solamente que está lindo decirlo?” 

La cultura a través de los medios de comunicación, de la educación, de todos los dispositivos, nos vende el modelo heterocentrado como el único viable y legítimo. “Hoy aquí en este país, diversidad sigue siendo rareza, vamos a ser sinceros, sigue siendo lo raro, lo exótico, lo extraño, que se ve en la marcha. Tu prendes la tele y no ves anuncios donde aparezcan dos varones o dos mujeres, no ves trans haciendo anuncios en la tele, ni dando clases, ni nada, no lo ves”, comentaba. De eso, estamos a años luz. 

Y opinaba que con la ley recientemente aprobada, posiblemente ocurriría lo mismo que con la Ley de unión concubinaria: quizás muchas parejas se casen, pero lo oculten. 

La legislación puede acompañar un proceso, pero no es acertado pensar que desde ahora y por acto de magia, la sociedad hiperconservadora pero astuta declarante, batllista hasta la médula, egoísta e interesada, consumista e irrespetuosa, comenzará a entender por fin de qué va la cosa. 

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