Por Matías Rótulo
Desnudo, caminando por el cordón de la
vereda, tenía que saltar al vacío y gritar tres veces “te amo, te amo, te amo”.
Todo era un plan estratégicamente armado por mí, para que me
demostrara su amor.
Brian y yo nos habíamos peleado esa tarde y aquella era la prueba. Brian
sonreía inseguro, y yo me moría de la ternura por su inocencia. Recordé una
canción que cantábamos juntos con la guitarra. Y las risas. Las primaveras
siempre fueron alegres en este barrio. Los olores a chocolate. Y Brian cantando
conmigo… pero no cantábamos mucho porque en el medio del estribillo me daba un
beso.
Estuve una vez a punto de llorar cuando me miró a los ojos y me
confesó lo que siempre supe. Éramos amigos y ahora sé que la amistad entre el
hombre y la mujer no existe.
Cantemos esa canción. Brian vino un domingo de tarde, era un
domingo frío y me acarició la mejilla, y me hizo cosquillas, nos quedamos
mirándonos. Una mañana le pedí que nunca me dejara. Que nunca me dejara. Que nunca
me dijera que se iba. Brian se mordió el labio y me lo prometió. Y agarró la
guitarra y tocó una canción de Sui Generis. Hubo un momento de silencio y las
cuerdas temblaron. Brian me miró con esos ojos que siempre extrañé ni bien se
iba a su casa.
Teníamos catorce años contando desde que nacimos, uno en un
hospital y otro en otro. Sí, nacimos el mismo día. Y fuimos a la misma escuela.
Y en el mismo barrio, en la misma cuadra nos besamos detrás de la camioneta
verde.
En el mismo liceo nos enamoramos: él de Nati y yo de Pablo.
Pero a los catorce años entendimos que nos amábamos. Fue aquella vez que les
conté. Cuando me confesó lo que siempre supe. Lo supe todo el tiempo, tanto que
le pedí esa prueba: que se desnudara. Que caminara por el cordón de la
vereda y dando un saltito a la calle gritara tres veces “te amo, te amo, te amo”.
Nos habíamos peleado esa tarde. Juro que era una broma. Yo me reía. Me reí
cuando se sacó los pantalones y los pelitos de sus piernas estaban erizados. Se
tapaba la panza porque ahí le daba el temblor del frío, del miedo.
Y entonces caminó haciendo equilibrio por el cordón de la
vereda. Y saltó a la calle. Gritó tres veces que me amaba. Tres gritos de amor
que retumbaron en los edificios silenciosos de la calle Talcahuano. Tres gritos
que nunca más escuché de nadie. Eran gritos temblorosos, tiritantes. Gritos de
fiebre. Gritos como las cuerdas de una guitarra desafinada.
Final 1) Brian se congeló, murió al tiempo.
Final 2) Brian no la amaba y gritó por gritar.
Final 3) Brian fue arrestado.
Elija su final y cuestione en Brian a todos los adolescentes del mundo por ser tan atrevidos y poner en riesgo su vida, o por mentir o cometer delitos.
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Matías Rótulo.