El cantautor tocó gratis para miles de personas en la explanada de la Universidad de la República, en Montevideo, en el marco de los festejos por la semana del estudiante.
Por Matías Rótulo (publicado en La República, año 2009)
El barco se atrasó. La conferencia de prensa contó con poca presencia de medios de comunicación y algunos se fueron obligados por la falta de paciencia. Pasadas las 19.30 (la conferencia estaba prevista para media hora antes), vestido de negro de arriba abajo (tenía un sombrero negro con una estrella metálica y pequeña adelante), arribó León. “Buenas tardes” dijo con una sonrisa de oreja a oreja, saludando a los presentes y prestándose sin problema a los fotógrafos. Luego, los dos medios presentes (Uni Radio y LA REPUBLICA), comenzaron mano a mano un diálogo con este santafesino comprometido con la música, con la justicia social y la comunión de los pueblos de Latinoamérica.
- León, venís a la semana del estudiante a tocar en vivo. ¿Cómo ves a los estudiantes de tu país y de América?
- Yo no conozco las cosas internas de los estudiantes. Trabajo con ellos desde los años ochenta, cuando volví del exilio. Todos los estudiantes de quinto año de bachiller en mi país, organizaron alrededor cerca de seiscientas y pico de actuaciones durante dos años. Eso fue en la época clave para Argentina, en el año ochenta y era el último coletazo de la dictadura militar. Los estudiantes son siempre el fuego, ese fuego que va a cambiar las cosas. En este momento estamos trabajando en Argentina con estudiantes universitarios y creamos un show que es para estudiantes. Allí hacemos un formato peña donde concurren entre cinco mil y seis mil estudiantes, donde hay desde folklore, hasta lo más reventado del rock, ya que el estudiante es el que puede entender, en este momento, tanto una cosa como la otra. Son los seres con los cuales yo me siento mejor. Yo no sé cual es el problema que están pasando los estudiantes ya que son diferentes los problemas de acuerdo, inclusive, en las distintas regiones. En Rosario están atravesando por un buen momento con el gobernador Binner (Hermes), que es socialista. En Buenos Aires, la pelea es porque la cosa sea más estatal y no tan privada.
- ¿Qué recordás de tu época de estudiante?
- Yo estudié hasta quinto año de bachiller, no seguí una carrera universitaria, porque seguí la carrera de músico. También estudié algo de composición. De todos modos lo que estudié de composición no me sirvió de mucho, o a lo mejor sí, ya que creo que todo lo que uno estudia, a la larga sirve, pero me considero un poco autodidacta. Lo que sí tengo es que escucho mucha música y leo mucho también. Leo poesía, ahora estoy leyendo el libro de Benedetti (Mario) “Testigo de uno Mismo”, que es un libro increíble y abrazador. Todas sus poesías tienen un título y ahí buscás que es lo que él piensa sobre el ocio por ejemplo, o que piensa de la palabra… es un libro increíble y es uno de los mejores libros que publicó.
- ¿Y en general te sentís parejo con Charly García?
Sí. Lo que pasa es que me parece un artista increíble pero no lo saco de la relación de amistad que tiene conmigo. Crecimos juntos, nacimos el mismo año, somos los dos gatos de metal. En cambio Spinetta, cuando nosotros estábamos saliendo en esto de la canción, era como nuestro guía. Cuando llegamos nosotros, pertenecíamos a la segunda generación. Ellos hacían una música que vos la escuchabas y querías hacerla como ellos. Acá en Uruguay es Mateo (Eduardo). El es como el John Lennon del Uruguay. A Mateo, por más que lo analices, y por más que seas experto en la materia, siempre te encontrás con cosas nuevas. De aquella época también tenés al negro Ruben Rada, pero es un negro loco y no sabés qué edad tiene.
En tus primeros discos se te escucha con la voz más rasgada que ahora con un estilo country, folk, rock y hasta tango y pasaste así por varios estilos que reveló una gran metamorfosis en tu música.
- ¿Eso fue lo que buscaste en tu carrera?
- Eso fue lo que salió. La realidad superó las expectativas. Cuando me compré mi guitarra era para tocar en el colegio secundario y terminé tocando todos los años mientras estuve allí. La maestra de música me agarraba de compinche para bailar el gato, el chamamé, armar el coro, bailar el malambo, cantar solista y así me fui haciendo, en definitiva, un solista. A la vez armamos un grupo de música folklórica, con algunos compañeros respetando ese formato increíble que había en Argentina de tres guitarras y bombo como Los Chalchaleros. Entonces armamos “Los Nocheros”, y éramos un grupo de pibes de once años que tocaba canciones de Los Fronterizos y Los Chalchaleros. Pero además de todo eso, como entraba Elvis Presley, Buudy Holly, Kalr Perkins y Bill Haley y después Los Beatles y Rolling Stones, dijimos “armemos una banda de rock” y nació “Los Moscos”. Cuando tenía quince años escuché a Los Shakers en el programa de Pipo Mancera que se llamaba “Sábados Circulares”. Recuerdo que yo vendía empanadas y vi que entraban cuatro flacos vestidos de smoking que tocaban a cuatro manos un órgano Hammond, canciones de The Beatles y yo pregunté quiénes eran esos bestias, y eran Los Shakers.
Después de Cromañón En la música argentina, particularmente en el rock, hubo un antes y un después de la tragedia del boliche Cromañón. En el toque de Callejeros, 193 jóvenes murieron y otros tantos perdieron la vida, posteriormente, por los efectos de la tragedia. Actualmente el caso está siendo tratado por la Justicia. (Gieco en su penúltimo disco, invitó a cantar el tema “Un Minuto” al vocalista de la polémica banda).
- Tuviste que sacar una canción de tu disco “Por Favor, Perdón y Gracias” (2006) que cantabas con el vocalista de Callejeros, a pedido de los padres de los jóvenes fallecidos en la tragedia de Cromañón. ¿Cómo ves el hecho en retrospectiva?
- Más lío se armó con el tema “Santa Tejerina” (”Por Favor, Perdón y Gracias”), que cuenta la historia de una chica que fue violada y quedó embarazada, pero que si no hubiera quedado embarazada no pasaba nada. Ella con toda la vida que tenía, con una madre que le decía que si venía embarazada el padre las “colgaba”, la empezó a enloquecer y cuando nació la chiquilla la mató. Entonces yo pensé que era una chica totalmente desprotejida y me comí un juicio penal por la canción. Con lo del “Pato” Fontanet (cantante de Callejeros), cuando ocurrió lo de Cromañón, yo pensé enseguida que fue por una serie de causalidades que desembocó en una tragedia y que no fue un asesinato. En seguida se dijo que Omar Chabán (dueño de Cromañón) era un asesino, así como a Aníbal Ibarra (por entonces gobernador de Buenos Aires) y a los Callejeros. Si ustedes le dicen asesinos a Ibarra, Chabán y Callejeros, ¿qué palabra les queda para Videla y para los militares latinoamericanos del Plan Cóndor que mataron y desaparecieron a miles de personas?
- ¿Pero quien tiene la culpa de Cromañón?
- La Justicia no sabe de donde se va a agarrar. Para la Justicia, si aparece un pibe y dice “yo prendí la bengala”, ese es el culpable y nadie más tiene la culpa. Pero en realidad, la culpa, si se puede llamar culpa, es por una serie de causalidades. Por ejemplo el lugar mal habilitado, el techo que se podía incendiar, la falta de control. Es más fácil meter 4.000 personas a 10 pesos que mil a 40 ya que la situación económica en estos lugares siempre fue la misma. En todos lados, en el Luna Park o en Obras, siempre metieron mucha más gente de la que está autorizada en el lugar.
- ¿Inclusive en tus shows?
- Sí. En todos los shows siempre pasó lo mismo.
- ¿Y se aprendió algo después de la dura lección de Cromañón?
No creo que se aprenda. Se calmaron las cosas pero no se aprendió nada. Esas cosas se aprenden en otros lugares, se aprenden en el colegio. Hay un video donde Chabán, que era el dueño del lugar, que ya estaba en falta porque tenía 4.000 personas cuando la capacidad era para 2.000, dice que dejen de tirar bengalas porque el lugar se iba a quemar. Creo que ahí hubo una falta de valores de la gente que le empezó a gritar “maricón” y le tiraron cosas (…) En otros lugares donde hay otros valores no ocurre eso. Los argentinos estamos en una especie de malaria del anarquismo, donde pretendemos hacer justicia por nuestras propias manos. El mismo rock se hizo un rock barrial en Argentina y eso provocó una competencia entre bandas y barrios. Entonces el rock se futbolizó. Volviendo al caso Cromañón, sumale las coimas de los policías, las puertas cerradas… Es una tragedia que está latente en el subte de Buenos Aires, en una cancha de fútbol de Buenos Aires. Cromañón está en todos lados, porque hay un exceso de gente y una gran pérdida de valores.
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Matías Rótulo.