- - Sí, estoy pronta –murmuró sonriendo, escapándose
bandida, la hermana más grande, veinte meses dos, antes que naciera Ana-.
- - Aquella es la luna más lin… me besaste –sonrió la
madre por entonces hija después del beso, miles de segundos millones, antes que
naciera Ana-.
- - Se enjuagan las manos –imperando en el
apartamento, dieciocho escalones mil seiscientos noventa, antes que naciera
Ana.
- - Tengo que mover mis pies después de aquel
compás. Un dos tres, un dos tres –pensó la madre por entonces hija y hermana,
tres compases cuatro, antes que naciera Ana.
- - Y baila, da un paso hacia adelante y abre los
dos brazos. Justo adelante –pensó el hermano, treinta metros tres y madrugada y
media cuatro, antes que naciera Ana-.
- - Ya estoy lista abuela –aseguró a medio vestir, la
hermana del medio, media manga medio afuera, antes que naciera Ana.
- - Hay heridas que no se sanan –miró al agua y se
ahogó con la lágrima el padre y abuelo, miles de lágrimas a mares, amar es…,
amares, antes que naciera Ana-.
- - ¿Me querés?
- - Claro que te quiero.
- - Fue raro.
- - ¿Fue tu primer beso? –preguntó con miedo, antes
de hacer dos preguntas primeras, el
muchacho aquella noche, antes que naciera (de nuevo) Ana-.
- - He nacido –lo supo Ana- porque he besado y
siento un millón de latidos millones –se confesó ella misma, quince años
trescientos sesenta y cinco días por quince, después que nació Ana.
- - Me voy a la escuela –lo aprendió Ana-.
- - No estuvo –se lamentó Ana-.
- - ¿Por qué se nace? –un buen día, todos los días
que son buenos días, se pregunta Ana, cada vez que un niño nace, o alguien
muere, mucho tiempo después de haber nacido Ana-.
Pero un día hubo
silencio y Dios separó las aguas e inventó el arriba y el abajo. Hubo alguien
que lo vio, alguien que lo escribió. Todo fue eterno, un momento antes que
naciera… un misterio que no se cuantifica pero un medio o un cuarto fueron miles para que se sumen los trillones, antes que naciera… un momento veinte antes que
viviera, besara, llorara, quisiera, trabajara, gritara acurrucada preguntándose "¿Dónde estás?"
Antes que bailara, se curara, leyera, se asustara… Antes que todo
eso, nunca entenderá una cosa elemental: que uno es uno y ella será ella desde el día (todos los días en los que Ana viva), que nació y siga naciendo Ana, y uno, y uno, y uno, y uno y uno miles y millones, y millones, y millones... una: Ana.
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Matías Rótulo.