Hubo
un momento en la historia de la humanidad en el cual Dante cambió el orden del
mundo religioso con una obra literaria. También pasó que mi Tía Yeya, contra
todos los pronósticos, se casó de nuevo con baile, fiesta y ceremonia
religiosa. Hubo otro momento en el cual Jorge Piñeyrua se ganó la posibilidad
de hacer preguntas de saber general. Lo de Dante puede ser. Lo de la Tía Yeya
puede ser. Pero ¿Lo de Piñe? Esta semana y las siguientes (no me pregunte
cuántas porque no sé), nos dedicaremos a los programas de preguntas y
respuestas donde los avaros y codiciosos son los protagonistas.
Sólo
sé que no sé nada. El saber no ocupa lugar. El que sabe… sabe. Save the Queen. Puedo
escribir todo este artículo con cosas así de estúpidas. Pero en realidad el
lector no sabría nada nuevo aunque confirmaría que soy un gil. Claro, si lo
hace Piñe está todo bien, pero si lo hago yo soy un gil.
No
digo que Piñe sea un ignorante, como tampoco lo digo de Susana Giménez. Ambos
han hecho una carrera en base al alarde de torpeza. La argentina hizo también
alarde de belleza y compromiso con la
intolerancia en un apego mediático a los mensajes totalitarios, cosas que no
pasan con Piñe. El entretenimiento a partir del casual herror fue la máxima de
ambos. A mí no me van a perdonar
escribir “herror” pero hemos perdonado fallas peores de Su y Piñe porque
son simpáticos y arreglan todo con una sonrisa.
“Salven el millón” es un juego no tan inocente
y solidario como lo hace parecer Piñe con su expresión inocente y bonachona o
Su con su cara de “yo no sé, no supe, no sabré, ni quiero saberlo”. Detrás de
esa nariz y escenografía –me refiero a Piñe-, elocuentes se esconde un engranaje
donde el televidente se siente atraído por la desgracia ajena. Nos sentamos
frente al televisor a desearle a ese avaro y ambicioso a que concrete sus
ambiciones. Es un simple juego, y como tal toleramos todo aquello que
cuestionaríamos en nuestra vida.
El
participante del programa debe demostrar cuán avaro es. Recibe un millón y debe
mantenerlo en su poder, retenerlo con sus herramientas: el conocimiento, el
azar y la persuasión a su compañero en caso de tener opiniones distintas. Si el
participante es muy avaro, va a poner todo el dinero en un mismo casillero, si
es menos avaro, va a hacer su jugada repartiendo el dinero en varios casilleros
sabiendo que se va a llevar poco al final, pero se va a llevar algo.
Generalmente no se llevan nada. Ahora existe la posibilidad de duplicar lo
ganado y Piñe en la promoción del ciclo 2014 hizo la del “Cinco de Oro”: juegue
más, sea más ambicioso, le bajo el precio pero le aumento bolillas. Eso
significa: la Banca gana más, usted gana menos.
En un mundo donde domina un sujeto que puede
hacer uso de su razón, ciencia, y conocimiento para destacarse por encima del
resto, el programa no valora tanto el saber, sino que lo que predomina es quién
se lleva más dinero. Si un concursante gana mucho, recién ahí se le valora lo
que sabe. De lo contrario, será simplemente un perdedor aunque ese perdedor sea
un profesor grado cinco de alguna compleja carrera universitaria, que no supo
cuántas veces metió un gol Pelé.
Así
como la mayoría de los espectadores de cine de fin de semana no pueden mantener
su boca cerrada para hablar o comer el pop que se impone al silencio requerido
por la película, la televisión no puede separar el saber del dinero. Por eso no
hay casi documentales, pues dan poco dinero aunque son caros de hacer. Por eso
las noticias de educación se reducen a la inversión en obras edilicias, el
salario de los docentes, y la defensa a las lucrativas instituciones de
educación privadas.
Los
participantes del programa son dos y el saber es de dos sujetos pero no se suma
sino que se divide cuando hay diferencias entre ambos. No importa saber quién
de los dos lo sabe, no interesa enseñarle al otro, el objetivo es que el dinero
vaya al lugar correcto, por lo tanto el trabajo en equipo también se modifica
en sus orígenes porque el equipo se va enriqueciendo con conocimiento
compartido, pero acá sólo se enriquece con dinero fácil.
El
avaro participante se desespera para guardar billetes y hace su jugada porque
la ambición le chupa la sangre. El azar en muchos casos es el protagonista
cuando los participantes no saben la respuesta. ¿Se imagina usted que su
cirujano haya aprobado todas las materias de su carrera en Medicina apelando al
azar en los exámenes de múltiple opción? ¿Se dejaría operar por él?
Cuando
el codicioso lo tiene todo, en un momento lo pierde y ve cómo el dinero se le
cae al fondo de un gran tacho de basura. Se babea al pensar que fue suyo un
rato, y que pudo serlo para siempre. El televidente también mira caer la plata,
y sabe que ese dinero fue tirado a la basura por alguien que desaprovechó la
oportunidad de ganar, si sólo supiera un poco más, o si el azar se hubiera
puesto de su lado. Generalmente decimos “¡Qué gil” Si, hacemos siempre un
juicio de valor sobre las cualidades del otro.
Mientras,
el Piñe y Susana te miran con la misma cara que usan cuando hacen un chiste o
meten la pata. Acabás de perder tu salvación y ellos intentan consolarte. De
última es un simple juego que acaba de jugar con tus deseos más íntimos, tus
sueños. Un juego al cual vos, avaro y ambicioso, te prestaste a jugar. Uno no
supo responder la pregunta. El millón no se salvó. Para consolarnos, pensamos en ese momento en el mal estado de
la enseñanza y que por culpa de ella lo perdimos todo. La enseñanza está tan
mal que el Piñe es el que nos hace preguntas de conocimiento general.
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Matías Rótulo.