¿Qué ocurre puertas adentro de
una clase? ¿Cómo se vive la educación desde la piel de un docente? Son
criticados, defendidos, atacados, mal pagos, y para la Presidenta de
Secundaria Celsa Puente son los “expertos” que saben de educación. De ellos
hablan los sociólogos, psicólogos, sindicalistas, licenciados, doctores,
políticos, periodistas, las encuestas, los estudiantes, los padres… Diez
profesores hablan de ser profesor.
Por Matías Rótulo (publicado en Voces el 3/4/14)
Se
toman su tiempo para responder la primera pregunta. Respiran, miran hacia arriba
como para que los recuerdos bajen a la garganta o al corazón y puedan
expresarlos. La pregunta es “¿Por qué
eligió ser docente?”
La
profesora de literatura Silvia Víquez supo en aquel momento, que la decisión
que tomó en el liceo implicaba su futuro. Cuando en sexto año de liceo le
planteó a su profesor de literatura lo que decidió la respuesta fue “me alegra
tanto como me entristece tu vocación, porque vas a enfrentar un desafío
difícil”.
Algunos
de los entrevistados ingresaron al IPA (Instituto de Profesores Artigas) por
descarte, o por haber fracasado en otras carreras. Ninguno se muestra
arrepentido del camino trazado.
A
la profesora de Español Rosana Serra se la entrevistó en el mismo lugar que la
vio nacer como profesora: el IPA. En la cantina de la institución, casi al
inicio del turno nocturno narró que cuando empezó el liceo “ya me interesaba
ser profesora y fui cambiando de matemáticas a geografía y de ahí a historia.
Cuando llegué a sexto me enamoré de cómo daba clase mi profesora de literatura
y ahí decidí entrar al IPA en literatura pero después me decidí por español”.
La
historia de amor de Rosana no varía con la que fue contada afuera del liceo 66
de La Teja , con
el sonido de fondo de un liceo vivo, por la profesora de biología Nydia Correa:
“al principio fue una presión de mi pareja en ese momento. Yo iba a la Facultad de Ciencias.
Cuando entré al IPA me enamoré de todo lo que yo había odiado en el liceo de
aquellas materias como sociología. Me enamoré de pensar… hoy, cuando entro al salón
de clase disfruto de lo que hay ahí adentro, disfruto el bochinche y del
silencio cuando lo hay”.
Ivanna
Centanino fue la profesora de didáctica (materia teórico-práctica del IPA) de
Rosana Serra. Centanino sabe bien que la educación es un camino a recorrer y
construir: “en realidad no tengo ni idea por qué entré al IPA. Sé que desde muy
chica me gustaba explicar a los demás las cosas que aprendía y hasta que no se
lo decía a otro, sentía que no podía aprenderlo yo”. Con los años fue
descubriendo la disciplina de la didáctica “que teoriza sobre la propia
experiencia docente y sobre la propia disconformidad. No me imagino que alguien enseñe sin partir
de la insatisfacción por cómo están las cosas planteadas… me siento muy cómoda
tratando de transmitir mi experiencia”.
La
profesora de literatura Alicia Mesa eligió su carrera porque en su entorno
familiar había muchos profesores y maestros: “vengo de una familia donde todo
el mundo se dedicaba a la docencia y por eso fui construyendo mi personalidad
con la idea de que la única forma de era la de corregir… veía todo el tiempo a
otras personas corrigiendo”. Luego “entendí que es más que eso, la educación es
una militancia social de las tantas que hay, es posibilitar el encuentro con el
otro”.
María
Borges construyó su carrera desde la incertidumbre: “quería ser arquitecta”
relata la profesora de comunicación visual. “Yo sabía dibujar bien y acá si
dibujás bien es como que tenés que hacer arquitectura. A los dieciocho años me
había integrado en los salesianos, colaborábamos en asentamientos los fines de
semana. En mi segundo año de Facultad de Arquitectura sentía que la cosa no iba
por ahí”. Un buen día, a María Borges le preguntaron en su casa qué iba a hacer
de su vida y alguien le recomendó que ingresara al IPA: “¿Yo al IPA? Era muy
tímida para hablar. Estaba entre literatura y filosofía pero elegí la materia
donde pensaba que se hablaba menos. Hoy sé que no se habla menos porque una
imagen no vale más que mil palabras”.
Un mundo puertas adentro
La
opinión pública conoce cuáles son los problemas de la educación porque los
medios reflejan (reflejamos) las noticias que surgen del ámbito educativo. Los
“malos resultados” revelan además que hay algo que funciona de manera
incorrecta, ya que la matemática es exacta. Los políticos, cuyo trabajo es
parlamentar o ejecutar (según el Poder donde se desempeñen) opinan sobre los
docentes: faltan, enseñan mal.
Los
sindicatos advierten sobre los problemas de la infraestructura, los bajos
salarios, presiones institucionales, entre otros. La respuesta es que “nos
hacemos los vivos, faltamos y demás, pero no se ven las dificultades del
sistema, los grupos superpoblados” explica Correa o “tener que corregir ciento cincuenta pruebas un domingo sin que
nadie te pague eso” destaca Serra.
Los
teóricos de la pedagogía y didáctica manifiestan que existe una “angustia” del
docente.
Pero
esos, -los problemas visibles y manifestados teóricamente-, no son los únicos
problemas existentes.
Natalia,
a punto de egresar en historia lo primero que escuchó cuando ingresó el año
pasado a su liceo de práctica en Ciclo Básico fue a la directora (casi a los
gritos, acota la entrevistada) diciendo “el año pasado tuvimos problemas con la
alimentación de los gurises. Por eso vamos este año a hablar con los padres
para que los manden alimentados sino acá se sienten mal. Profesores, se tienen
que ocupar”. Natalia consideró que esto “no es un problema que se diga mucho,
pero es así. Venían mal alimentados y a las once se sentían mal… ¿Eso culpa de
quién es? Nadie puede aprender con hambre, y cuando se citaba a los padres no
iban al liceo o se enojaban si se les decía algo”. Además “¿Yo me tengo que
ocupar de eso? ¿Empiezo mi práctica y me dicen que pasa eso que es horrible y
que yo me tengo que ocupar? Lloré todo el día”.
Rosana
Sierra, como profesora de lengua española, nota otro tipo de dificultades:
“puede sonar feo, pero uno de los problemas que vemos, y lo he discutido con
otros colegas, es el reducido capital cultural de los estudiantes, el reducido
capital nos les permite razonar porque la falta de léxico afecta el proceso de
razonamiento. Encima, nosotros les venimos con ideas nuevas que no pueden
asociar con sus realidades. Hay palabras como ´antecedente´ que ellos no
comprenden cuando se las menciona en clase”.
Alicia
Mesa sostiene que “es importante relacionar la disciplina a las realidades de
los chiquilines” algo con lo que está de acuerdo también Correa: “la biología
es algo secundario, si sabe o no la célula importa, pero también importa que
puedan relacionar eso con sus vidas” reflexiona Correa.
Para
Víquez “si en la casa no hay un soporte familiar que -aunque humildemente- no
destaque la importancia del conocimiento, el estudiante está perdido. Es
importante poner énfasis en el conocimiento, siendo que el conocimiento ha
dejado de ser un valor, los chiquilines compiten por cuántas faltas tienen, les
divierte caer en la ignorancia y una cultura ignorante es una cultura sometida
porque el que tiene conocimiento tiene la libertad de decidir. Eso siempre se
los digo”.
Ivanna
Centanino explicó: “lo que yo veo en las visitas que le hago a mis estudiantes
del IPA en los liceos donde realizan su práctica, es que si bien están esas
dificultades yo noto también una evolución desde la primera visita a la
tercera, o cuarta. Los profesores practicantes de español por ejemplo, logran
que se enriquezca el lenguaje, hay una labor del docente que se instala en el
alumno y eso que muchas veces deben trabajar en grupos superpoblados”.
La
profesora Alicia Mesa ve que una de las dificultades para aprender por parte de
los estudiantes es “la falta de tiempo y es lo mismo que noto de la sociedad.
La educación no es algo distinto de lo que está pasando en el mundo. Estoy
harta de escuchar que la educación es madre y enterradora de una sociedad
porque eso es mentira. La escuela ni todo lo puede, ni todo no lo puede. La
escuela es una puerta más de una sociedad. Partimos de que a los muchachos les
pasa lo que nos pasa a todos: la no optimización del tiempo y eso no es que
hago muchas cosas y no tengo tiempo para todo, sino que no tengo tiempo para
masticar lo que escuché… Para pensar necesito que corran algunos segundos, lo
mismo para leer”.
Correa
reconoce que muchas veces los docentes no tienen las herramientas como para
atender ciertas dificultades que traen los estudiantes a clase: “en nuestra
educación no están pensadas las estrategias para trabajar con los diversos
problemas de los chiquilines: problemas sociales, familiares, etc. Hay mucha
exigencia desde afuera para atender todo esto, no tenemos las herramientas y no es el rol de la educación. No se le
puede pedir a un profesor o a un maestro que se solucionen cosas que la
sociedad no se propone solucionar”.
Víquez
destaca al respecto que “el IPA no nos dio herramientas para menejar una
multiplicidad de situaciones conflictivas que surgen en el ámbito de clase. Un
alumno me planteó hace poco que se sentía mal al hablar en público, lo escuché
y pude contemplar su situación, pero el IPA no me preparó para abordar un caso
así. Debería haber un equipo multidisciplinario pero no solamente para Ciclo
Básico, porque resulta que la persona ya no tiene problemas en bachillerato y
no hay este tipo de equipos”.
Para
Ivanna Centanino “es importante el trabajo en equipo, el no estar aislados” y
para María Borges es imprescindible ver qué es lo que pueden hacer los
estudiantes, acompañarlos y buscar estrategias. La pregunta que desliza Víquez
al final de la entrevista es: “¿En definitiva, se nos viene a preguntar a los profesores
qué se puede hacer, se nos ha preguntado qué nos parecen los programas cuando
se están haciendo?”.
Ser o no ser expertos
La
directora de Secundaria Celsa Puente manifestó hace pocas semanas en una
entrevista a El Espectador que los profesores de Secundaria son los expertos
que deberían hablar de educación.
“Nosotros
sabemos cómo enseñar, sabemos construir las herramientas para que el alumno
aprenda. En Uruguay se forma a los docentes con una práctica supervisada por un
docente de didáctica y acompañado por un profesor en la clase, es un fenómeno
único en el mundo” indicó Centanino.
Rosana
Serra sostuvo que “muchas veces escucho a los sociólogos decirnos las cosas que
hacemos mal los docentes. Yo me enfurezco porque pienso que ese sociólogo –sin generalizar-,
nunca estuvo adentro de un salón de clases con los gurises de 14, 13 y 12 años.
¿Alguien le va a cuestionar al médico
por qué receta un medicamento?”
La
profesora Alicia Mesa no coincide con la mirada del profesor “experto” porque
“yo no soy una experta y no creo que existan. Yo soy una persona que vive, que
sufre, que se alegra, que estoy a veces en el barro y a veces en las estrellas,
no soy una experta. Además los expertos que he leído, no me han ayudado. Estoy
de acuerdo con Puente en el sentido de que los que vivimos en la educación
sabemos de lo que hablamos. Los profesores no cerramos el conocimiento como lo
hacen los expertos, nosotros lo abrimos”.
Correa
explica que el concepto de “experto” es muy amplio porque nadie puede ser
experto del todo en algo. “Los que saben de educación porque construyen los
insumos y la práctica para producir conocimiento somos los profesores y
maestros. Un licenciado universitario puede tener un bagaje teórico importante
pero sólo con la teoría no llegamos a ningún lado. Pienso que se debe partir de
la práctica sistematizándola ya que es un gran insumo, sin ignorar la teoría
para mejorar con todo eso nuestras futuras prácticas”. Por otro lado “¿Cómo se
gestiona un centro educativo? ¿Qué ocurre en la diaria? Eso no lo sabe un
sociólogo. Yo nunca vi dentro de un liceo a un licenciado de nada para conocer
qué pasa en la institución, por lo que me permito cuestionarlos desde lo
teórico”.
Aprender y trabajar en
burocracia
“Yo
recién me enfrento a los alumnos” explica Leonardo, un estudiante que está por
estos días conociendo a sus primeros alumnos en un liceo de Montevideo donde
hace la práctica de cuarto año del IPA. Por primera vez en su vida está sólo
frente a casi treinta estudiantes. Leo prefiere no decir la asignatura para no
ser identificado, ya que “sé que lo que diga puede ser usado en mi contra”
añade en su terminología cuasi judicial. “Es que hay una especie de guerra en
esto de dar clases, una lucha con ellos que traen su cultura y yo la mía, o por
lo menos esos nos dicen en el IPA”. Pero su primer enfrentamiento fue el mismo
que tuvieron que vivir todos los practicantes y que año a año viven también los
profesores: la elección de horas. “Estuvimos toda la tarde esperando, varias
horas, no quedaban grupos para los practicantes, te tratan mal porque no sos
egresado” explicó Natalia, otra estudiante recién egresada en historia que dijo
que si bien en el liceo donde hizo su práctica docente el año pasado fue
tratada como una profesora “yo no dejaba de ser la practicante”.
Esta
semana, el sindicato docente (Fenapes) reclamó por un gran número de horas
vacantes y también por una cantidad importante de profesores sin trabajo. En el
caso de los practicantes, ellos deben esperar que los profesores de mayor grado
elijan grupos y que en las materias con déficit se liberen horas. “En historia
nos quedamos con las sobras” sostiene Natalia.
“Uno
de los problemas es la burocracia y el otro es la propia organización del
sistema educativo compartimentado en cuarenta y cinco minutos” explica María
Borges, dando su opinión ya desde su práctica en los liceos públicos.
Rosana
Serra manifiesta “la versión popular que los medios de comunicación difunden es
una versión culpabilizadora de los docentes: que hacen las cosas mal, que
faltamos, que no nos comprometemos... También está la súper población, la
trampa de la estructura laboral, que no hay grupos, que muchas veces las
instituciones son tierra de nadie…” Actualmente Rosana trabaja en un liceo “que
tiene grupos chicos, con muchas carencias de infraestructura pero lo que tiene
funciona bien. Pero no tenemos sala de
informática, gimnasio y tampoco sala de profesores. A mi me gustaría llenar la
libreta en un lugar tranquilo pero no lo tengo... Sin embargo en los salones
hay aire acondicionado y televisores, y eso choca con lo otro. A mí me estresa
trabajar veinte horas sólo en un liceo y llegar a mi casa y tener ciento
cincuenta pruebas para corregir el fin de semana y ese tiempo no me lo pagan. Nos pagan horas de
coordinación que no tienen mucha utilidad y donde nos obligan a hacer cosas que
muchas veces no son ni coherentes con los marcos institucionales. En mi liceo
hay dos mil pesos de caja chica por mes, y ahí tienen que administrar cinco
grupos por turno con dos mil pesos por mes. Pero bueno, uno tiene un compromiso
asumido con esto”.
Ganan
poco y trabajan fuera de hora. Piensan su profesión pero pocas veces se les
pregunta qué piensan sobre eso. Muchos de ellos eligieron sin saber de qué se
trataba la profesión, pero no se arrepienten. “Soy una militante social y ser
militante social es caminar, esperar, ver, tratar de unir cosas y la educación
es parte de ese camino, uno de los tantos caminos que hay para ser un militante
social”, dice Alicia Mesa. “Sí, lo volvería a elegir” sentencia María Borges.
“No sé a dónde me meto, pero algo por la vida hay que hacer, y hay otras
personas que necesitan mi ayuda, que también deberán ver en un futuro qué hacen
con sus vidas” surge del pensamiento de Natalia. “El militante social es el que
hace del reencuentro un encuentro, aunque “Secundaria es un sistema un poco
esquizofrénico y es muy difícil lograrlo” concluye Alicia Mesa mientras mira
hacia arriba, tomándose su tiempo para decirlo.
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