Lo escuché en alguna radio presentando bandas
jóvenes de rock. Lo vi en
más de un escenario como maestro de ceremonia de festivales de música a grito
pelado. Lo descubrí en la cabecera de la cama de una prima (hija de mi tía
Yeya) en formato póster y mostrando el pecho*. Ahora para verlo a Kairo Herrera y su programa
tendré que ponerme un despertador y levantarme en la madrugada. Tiene su grupo
y actúa… esta columna no es sobre él y pretendía destacar su buen trabajo en el
programa, así que no me meteré con esas otras cosas. Además tiene cara de malo.
Por Matías Rótulo (Voces 8/5/14)
Hizo del Centro de Montevideo su
escenografía y ha fundado un nuevo estilo de hacer periodismo en Uruguay.
Parece que en Cámara Testigo se
dieron cuenta de algo: si uno va a trabajar un tema X, puede dedicarle algún
tiempo de producción, entrevistar a muchas personas entendidas de ese tema X, y
presentar el producto de manera interesante y hasta vistoso. Como resultado: un
muy buen programa periodístico. Increíble ¿No?
Pero cometen un error: el
programa no es polémico, y no tiene ese toque de humor necesario para que la
gente no se duerma entre tanta seriedad. Porque la gente –según nos dicen los
dueños de la televisión-, pide humor, humor, humor, divertirse, orgasmos y
marihuana.
Kairo no sale a opinar
tendenciosamente en su programa, no especula con el sensacionalismo, no
adjetiva, porque adjetivar en el periodismo está mal, es horrible, apesta, tal
como aseguran algunos periodistas adjetivándolo bien fuerte y golpeando una
mesa.
Cámara Testigo nació como una galería de personajes extravagantes
contando sus historias directamente a la cámara. La cámara era la testigo, y
por ende nosotros los espectadores. Con
el tiempo fue convirtiéndose en un programa periodístico tradicional. En Cámara Testigo no hay –como es muy común
en el periodismo televisivo uruguayo-, un grupo de personas reflexionando desde
su perspectiva sobre los temas del acontecer nacional o internacional,
político, deportivo… Además, para eso existe Voces.
El modelo periodístico de Cámara Testigo es el de recoger testimonios
y editarlos para construir un discurso a veces contradictorio y a veces
coincidente entre sí, y esto es lo enriquece el producto. Porque el programa
carece de conclusiones, y eso es un problema si el público no está lo
suficientemente formado para reflexionar sobre lo que acaba de ver. Nuestro
periodismo, por lo general, es concluyente. Concluye dentro de una supuesta
“objetividad”, donde los periodistas deslizamos nuestras máximas en crónicas de
apariencia meramente narrativas.
Pero el periodismo de Cámara Testigo, queda cada
vez más relegado en la programación de un canal que no le interesa formar críticamente
a sus espectadores, pues para La Tele, la televisión es negocio y simple
entretenimiento, a sabiendas que el entretenimiento en definitiva es lucrativo.
El último programa de Cámara Testigo, cuya temática fue la
seguridad vial que tanto preocupa en Telemundo
(basta observar el tiempo destinado a los siniestros de tránsito), fue emitido
casi de madrugada. ¿Todo por qué? Imagínese quién ha vuelto a dominar la
pantalla de La Tele. Entonces Cámara Testigo queda amontonado los
miércoles muy tarde.
Cámara Testigo no informa como lo hace un informativo común. Llama
a concientizar porque informar y educar parecen estar divorciados en nuestro
medio. En Cámara Testigo uno se puede
quedar con la anécdota del “otro” mirando al “otro” como a un ajeno a mí: la
anécdota de la prostituta entrevistada, del accidentado o del empresario exitoso,
tan lejanos que pueden ser hasta mis vecinos de puerta.
(*) Creo que la Tía Yeya también tiene un póster de Kairo en su
dormitorio.
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Matías Rótulo.