El piano afinaba su solemnidad, eran las tres de la tarde, do jamás se pone el sol, se pone el sol.
Cuando las filas de niños vestidos de blanco con moña azul fue planchado por las maestras hasta que quedaron almidonados a su puesto, manoteando por lo bajo al compañero, al amigo, al compinche, un niño descubrió la herida de la mirada, el perfume, la inviolable inocencia, son canciones de victoria, las que entona el tremolar...
La mirada pertenecía a los ojos, los ojos pertenecían a una cara rosada, el rosado se dibujaba en la vergüenza, la vergüenza... "Matías, mirá para adelante y cantá" me sugirió imperativamente la maestra.
El patio de la Escuela es abierto, pero tiene un techo con un cantero de plantas secas al fondo, papeles de alfajores devorados, un bebedero con una canilla rota, columnas redondeadas que sostienen el techo que en realidad es la parte exterior del piso de parte del segundo piso, es su sombra la que buscan, los valientes al morir...
La mirada pertenecía a los ojos, los ojos pertenecían a una cara rosada, el rosado se dibujaba en la vergüenza, la vergüenza... "Matías, mirá para adelante y cantá" me sugirió imperativamente la maestra.
El patio de la Escuela es abierto, pero tiene un techo con un cantero de plantas secas al fondo, papeles de alfajores devorados, un bebedero con una canilla rota, columnas redondeadas que sostienen el techo que en realidad es la parte exterior del piso de parte del segundo piso, es su sombra la que buscan, los valientes al morir...
Bajo las escaleras, miró por la ventana, estoy arriba del techo de los bebederos. Y la miro, no ambiciono otra fortuna otra fortuna.
Entre la sombra y el palo borracho estaba ella. Yo me embriago de su figura, su pelo rubio, de saber que la espío. Me hago ver por la ventana y ella no me ve. Ella se peina el pelo si el pampero la acaricia la acaricia.
Siento pasos y la maestra me atrapa mirando por la ventana, me vio escaparme de la fila y me siguió. Siento el calor de la culpa, que los cachetes se me incendian de torpeza. Miro por la ventana en un último intento por acercarme a ella desde esta lejanía. Y la miro mirándome, con su mano levantada esperando para saludarme (¿O defendiéndose de la luz del Sol?). La maestra me habla, me grita, me asusta, me pide que la acompañe. Miro por la ventana, casi levantando el pescuezo tratando de verla por última vez, siendo por el rezongo corredor hacía la escalera, escalera abajo, a mano derecha está la dirección, o la anima el batallar, el batallar...
El piano retumbó de golpe y con fúnebre temblor la entrada de la directora se acompasó con el silencio de mi pecho en cruz. En lo alto, la tela del Sol radiante era el orgullo de aquella directora que guardaba en solemne despacho un retrato de Artigas, una campana esplendorosa. Ahora mis ojos miran al piso, se empañan de miedo, y tirito de culpa, es la enseña de mi patria...
Silencioso zumbar de palabras de reto. Colorido movimiento de manos con uñas pintadas de rojo, largas para arañar mi lágrima de culpa. El piano afinaba su solemnidad, eran las tres de la tarde.
¿A quién se le ocurre incendiar su Escuela, si la Escuela es la chispa misma de todo lo que somos? Lo reflexiono tras el incendio en una Escuela de Maroñas por parte de un ex alumno...
Todavía recuerdo que aquella tarde, la directora me preguntó por qué me había escapado. La respuesta que no di fue: "es que tengo miedo, creo que estoy enamorado"... es muy bella mi bandera, mi bandera...
Matías Rótulo
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Matías Rótulo.