ESA CAJA BOBA QUE NOS TRATA COMO IDIOTAS
Por Matías Rótulo. Publicado en Voces 472 el 14/5/15.
Se terminó Verano
perfecto y por el mismo camino va Día
perfecto. Acabo de descubrir que la perfección no existe.
“—Quieres divertirte
conmigo —dijo para sí—.
Verás qué mal rato te
voy a dar”.
Doña Perfecta en la
novela homóloga de Benito Pérez Galdós.
Dijo el ex panelista
perfecto Fernando Cristino a La
República el 19 de enero de 2015: “Me parece que Algo Contigo
tiene un buen panel pero considero que Verano
Perfecto es más completo. Tiene un programa más fresco, es más juvenil, si
tenía que elegir entre los dos, obviamente y sin dudarlo elegía a Verano Perfecto, porque me transmitía
eso, más frescura. Además, algo súper importante: los informes me gustan mucho
más”. Si le planteo a Cristino la definición de Aristóteles sobre la
perfección, seguramente se le dan vuelta los ojos. Utilizando el mismo razonamiento
de Cristino, para no complicarla tanto, digo: una caja completa de lechugas
frescas y nuevas del Mercado Modelo, es más perfecta que una caja medio vacía
de lechugas del día de ayer. Entre Algo
Contigo y la lechuga, obviamente me quedo con la lechuga.
Últimamente, el ser “más fresco”, lo que “me gusta más”, o
lo “más juvenil” no son patrimonio exclusivo de la consideración de Cristino,
sino que son la construcción más cómoda para atraer clientes que necesitan
sentirse frescos, gustados y jóvenes.
El objeto de esas
empresas es vender productos de poca o escaza necesidad: refrescos, sitios web
que piden que pongamos “me gusta” a cualquier cosa, o proyectos que nos
proponen ser más jóvenes porque “lo viejo” es lo rechazado, lo pasado, lo que
no queremos ver más. El televidente no es visto en programas
como Día perfecto o Verano perfecto como sujetos críticos,
sino como consumidores de un programa de televisión, al igual que compradores
de un producto, -el mejor de todos-, decorado con lindas caras, adornado con
brillantes colores, y con poca o nula utilidad. Nosotros nos creímos el cuento
de la perfección y fuimos unos perfectos idiotas. He mirado ambos programas el
mismo día, y Día Perfecto no hizo que
mi jornada sea más perfecta entre los problemas propios del trabajo y la vida. Verano perfecto no me sacó el frío en
julio. Lo perfecto fue algo así como la “oferta perfecta para vos” que se
promociona en algunos comerciales, inclusive en los que proponen préstamos
económicos a sola firma. Lo perfecto no es el producto ofrecido, sino la rebaja
o la facilidad de compra. Día perfecto
o Verano perfecto, productos de mala
calidad (aunque frescos y completos), se ofertan como préstamos a sola firma,
dejándole al espectador una deuda ideológica y cultural.
Lo perfecto
Desde lo profesional y personal, algunos de los integrantes
de Verano perfecto se quedaron sin
trabajo –algo que lamento profundamente-. Significa que lo que era perfecto, ya
no lo es, o por lo menos para los directamente afectados. Seguramente, para los
que vieron en este programa un momento de esplendor profesional, ya no podrán
considerar “perfecta” su realidad, dada la problemática del otro. En ese caso,
el vínculo entre trabajadores sería perfecto en solidaridad.
¿Qué fue lo perfecto de ambos programas? ¿Las
pasadas de factura constante en el matinal perfecto, entre compañeros que
parecían tenerse un rencor personal? ¿El contenido liviano, los comentarios
banales, la repetición de esquemas vergonzosos de una televisión pensada para
la neutralización de la idea del “consumidor”? Verano perfecto, ya desde su nombre, pretendía extender la
idealización de una estación del año que supuestamente es “perfecta” siempre y
cuando el programa en cuestión hiciera su cobertura del mismo: un móvil, las
novedades del verano, la playa y fundamentalmente, la gente “linda”.
Esa cobertura fue el desfile de figuras puestos como
panelistas, empaquetados en estándares de belleza, que en la autorreferencia
constante de sus logros y gustos personales, lucharon por mostrar que
pertenecen a una elite “perfecta” a la cual la mayoría de los ciudadanos no
estamos en condiciones de pertenecer. Son de cierta clase “alta” que se auto
delata como tal para reafirmarse en ella. Mucho club ecuestre, mucho paseo por
Punta, mucho mundo cool en la vida privada de los panelistas, mucha vida
glamorosa en el contenido del programa.
En la carta de despedida de Andy Vila se lee: “recuerdo el primer móvil desde el Conrad, lugar que usaba como mi casa
para cambiarme, maquillarme y sentarme en los sillones siempre que llovía”. Ya
que esto es una lucha de experiencias personales, yo que fui mandadero de
farmacia durante diez años de mi vida, al no tener al Conrad cerca, me ponía bolsas de basura en los pies a falta de
botas para andar en bicicleta.
Sigue la carta: “mi
primer invitado fue Gabriel Corrado porque habíamos grabado una serie juntos en
BsAs. Y ahora que recuerdo yo me iba a ir a vivir a BsAs y Verano Perfecto
decidió…” (los puntos suspensivos son de Vila).
Lo perfecto no radica en el otro, en el televidente, sino en las
sensaciones personales que han determinado el programa en su esencia. En épocas
de individualismo extremo, cobijado en la idea de “redes sociales” donde cada
uno muestra su ser y comenta desde su ser lo que el ser del otro muestra, ambos
programas fueron una especie de lugar de terapia para quienes lo hacían. Pero
eso no se transportó nunca a los televidentes. Aquello del “medio de
comunicación” no fue pensado desde lo social, sino desde lo individual del
sujeto que comunica al invisible universo del receptor. Dicho en palabras menos complejas: les importó muy poco el televidente.
Catálogo
de lo perfecto:
-
La idealización de las figuras argentinas de rutinaria
exposición de sus fecalidades (sus cacas).
-
El hacer de ambos programas un espejo de
las redes sociales construidas por los famosos. Nótese que Día Perfecto, antes
de mostrar noticias de interés, presentaba cada mañana al inicio, los mensajes
en las redes sociales de las figuritas de la farándula.
-
Comentar como propios los sucesos de la
farándula y hechos en general de la argentina.
-
La desvinculación repentina de algunos
conductores que no quedaron muy claras, ni para los afectados ni para el
público.
-
El desaprovechar cuanto entrevistado
tuvieron, muchos de ellos de una gran riqueza, no valorada por entrevistadores
desinformados y no formados para tales casos.
-
Aprovechar la muerte de artistas
mediáticos (Páez Vilaró, Galeano, China Zorrilla etc.) para acordarse del arte
en las necrológicas. Los artistas no mediáticos no tuvieron lugar ya sea vivos,
ya sea muertos.
-
Decir “usted quiere ver esto” imponiendo
así el gusto, pero sin darle la posibilidad de formar el gusto.
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Matías Rótulo.