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CARTA ABIERTA: SEÑOR RAÚL SENDIC ¡NO RENUNCIE! SIMPLEMENTE CÁLLESE LA BOCA

Sr. vicepresidente de la República Oriental del Uruguay Raúl Sendic.

Le suplico que no les haga caso, que no renuncie. Yo sé que no lo hará, porque usted ha mencionado que hay una suerte de "persecución" a su persona, pero al no mencionar quién lo persigue, mientras aparecen los culpables virtuales, su defensa es perfecta: no explicar nada es igual a la inexistente presencia física de quienes encabezan la campaña, una campaña sobre ese individuo multiplicado en la persona "nosotros" cuando el asunto es contra él y nada más que él (Sendic se dirige a sí mismo en tercera persona constantemente). Además, hablando de palabras, usted se ha caracterizado por silenciar al resto que lo acusa desde su silencio. Entonces no creo que responda a dicho pedido. ¡Me quedo tranquilo!

He visto con dolor, ese que nos da cuando vemos tambalear lo que construimos con esfuerzo ciudadano, que algunos políticos le han pedido su renuncia. ¡Qué gran herramienta la de la palabra! La oposición le "pide", utiliza el verbo y hace que se replique ese pedido en la población. Porque los políticos saben decir las cosas de tal manera que convencen. Convencer es el hacer del político. Algunos saben decir tanto, que se mostraron muy cautos, porque entienden que lo expresado puede ser a su vez expresión de las masas y ahí entramos en un terreno baldío. Una cosa es decir o pedir y otra cosa es afrontar las consecuencias si lo pedido se cumple. ¿Qué pasará si usted renuncia? Llegado ese momento veremos qué decimos (y qué hacemos).

Estoy de acuerdo con eso de ser "un perseguido", lo persiguen porque no lo entienden. ¡Qué doloroso debe ser para un político no ser entendido! La política como tal, desde la filosofía de Platón está fundada en el decir. Hay distintas formas de decir: el decir poético, el decir vulgar, el decir académico, pero el decir político es una de los centros de la vida social, económica, educativa, cultural, etc. de cualquier nación. Lo que se diga de más o de menos, lo mal dicho en política, puede causar catástrofes históricas y de hecho las han causado.

A usted lo persiguen, porque ha ejercido el oficio político desde la contradicción. Lo que usted dice es contradictorio, no como una estrategia política sino porque no ha logrado cultivar el arte de la palabra política.

Nuestro sistema democrático es semi representativo y el Poder Legislativo es el que representa al pueblo y su voz. ¡Qué paradójico! Diría que es hasta irónico. El hombre encargado de presidir la Asamblea General del Poder Legislativo, el recinto parla-mentario, el recinto del decir la ley, del decir la justificación de la ley, del decir las irregularidades en el cumplimiento de la ley, no puede -justamente- decir correctamente las cosas. ¡Cómo no quiere que lo persigan!

Pensaba ayer en su padre y en lo que logró con la palabra. No hizo escuchar a los cañeros un nuevo discurso que superaba las palabras de represión que se lanzaban por parte de la patronal. Su padre no les llevó el mensaje revolucionario en una pancarta bien pintada y luego se fue. Su padre se hizo entender y fundó en el sentimiento del trabajador la semilla de la rebeldía y eso se logra con el sentido de lo hablado, si es que lo dicho está bien dicho.

Con todo respeto, cuando usted habla (sí, habla) de lo que su padre le legó, lamentablemente el tiempo ha traicionado ese legado. Usted no logra convencer al pueblo. Pudo, creo que a fuerza de palabras dichas a su alrededor, conquistar un lugar privilegiado con su lista, la 711. Reconozco en muchos militantes la voz de las ideas. Pero escucharlo en un discurso de la Lista 711, sus dudas y titubeos, me ponen en el lugar de congraciarme con usted, de tratar de tenderle la mano.

Pero que usted no desarrolle el poder de la palabra no impidió que la población lo votara a pesar de lo dicho, lo no dicho y lo mal dicho. Un grupo de expertos del decir son los publicistas y se ve que en este país los hay muy buenos.

Desde que es vicepresidente ha perdido poder por culpa de su mal decir y fue maldecido. A veces creo que escupe un montón de ideas tartamudas -que supongo- en algún lugar tendrán un trasfondo político y sincero, lleno de buenas intenciones. Pero la idea se pierde en el código y las buenas intenciones se esfuman en el éter.

En los silencios, usted mató la posibilidad de decir palabra alguna sobre aquellos temas que  -tal como usted y su partido afirman-, fueron impuestos por la derecha y los medios para bajarlo de la Presidencia en 2019. Si con palabras se construye el mal que usted sufre ¿Por qué no las combate con las palabras? Vuelvo a su padre, porque antes de la lucha vino el verbo, mostró el camino del entendimiento y después tuvo como socios a los cañeros y con ellos el poder de la palabra histórica construida a su alrededor. Así nació aquella lucha. Usted está -le advierto- construyendo la historia pero como una simple mención de datos sobre los destinos del país, sin luchas más que las internas y poco importantes para el Uruguay.
Me di cuenta de su palabra torpe (se lo digo con el mayor de los respetos), lenta y entreverada en el mismo momento del festejo en la victoria de noviembre de 2014. En plena celebración contó una anécdota que en sí misma se pudo adivinar en su resolución en los primeros momentos. Usted -contó- se sentó junto a un hombre en un sillón en la sede del Frente Amplio y ese hombre era Tabaré Vázquez. No quiero reproducirla porque en el medio de su discurso opté por pensar en el discurso en sí, en su forma y no en su fondo.  Y si al que escucha le pasa eso, lo que prima es la distracción.
Para contar dicha anécdota con final feliz dio tantas vueltas que el clima de festejo en plena avenida 18 de Julio se apagó del todo. La gente se puso impaciente y usted desaprovechó el momento histórico del tercer gobierno de una fuerza política relativamente nueva, de izquierda y que lo tenía a usted, ni más ni menos que en el lugar de vicepresidente.

Después vinieron los silencios sobre temas sensibles: Ancap, y las aventuras del pensamiento sonoro en México cuando reelaboró las ideas de Altussher sobre los aparatos ideológicos del Estado pero a su modo de entender (lo cual está bien) y a su modo de decir (lo cual fue muy desafortunado). Usted dijo que los medios de comunicación eran peligrosos, algo que también mencionó sobre el narco tráfico. Que hay medios que operan para la derecha. ¿No le parece extraño que usted es hijo no solamente de su madre y su respetado padre, sino de la construcción que hicieron de su persona los medios de comunicación? Usted los criticó, y en parte tiene razón. Pero el combate debería ser más frontal y no tan complaciente como el gobierno que usted representa con esos mismos medios que criticó. El combate debería ser mejor dicho y sincero.

Paralelamente surgió la noticia de algo dicho -injustamente- sobre usted en un sitio de Internet. A usted le preocupa lo dicho, siempre y cuando eso que se dice es contra usted y su persona. Pero me resulta llamativo que ha dejado decir cualquier cosa sobre su gestión en Ancap y se ha llamado a silencio. Cuando un periodista le preguntó sobre su sexualidad respondió sin más: entró en el discurso mediático con gusto.
En uno de sus largos silencios (manejar los silencios en música es todo un arte, y en la poesía a veces los silencios dicen más que la palabra, pero en política por momentos resulta dudoso), se fue a Cuba a discursar en -permítame que me agarre de los pelos-, la Feria del libro, difusora de la buena palabra.

No decir, es decir algo que se oculta. Pero el último hecho fue también por culpa de lo dicho. Primero dijo en programas de televisión que tenía una licenciatura con premios incluidos, luego le dijo a El Observador que no tenía esa licenciatura, y por último afirmó que sí la tenía. Usted y los suyos apuntaron a la información, a la periodista, y al medio que lo publicó. Cada vez que usted dice que hay una operación política desde los medios, se olvida que hay periodistas atrás, y lo que usted hace es apuntar contra los periodistas, personajes non santos, pero cuya credibilidad radica en nuestra palabra.

No puedo esperar de alguien que hace de la palabra una duda compleja, que comprenda eso de la credibilidad del periodista.

Algunos discuten sobre su gestión, otros sobre las mentiras o no, Yo entiendo que tenemos un vicepresidente que no puede sostener con la palabra sus propias ideas. El patrimonio del político es su idea y cómo las transmite, tal como dije más arriba. ¿Cómo puede mediar en la lógica discursiva del Parlamento, siendo que usted mismo no puede mediar con su propia voz y su lógica discursiva?

Intentó salir hablar con los docentes en el Palacio Legislativo y no pudo hablar, porque si un gran orador como nuestro Presidente de la República no superó la soberbia de algunos de mis colegas que elevaron la voz para hacerse escuchar cuando lo que tenía que primar era la idea ¿Usted qué pretendía? No dudo de sus buenas intenciones, pero sí dudo de sus verdaderas posibilidades para poder generar algún efecto con su voz, con su decir.

No creo que tenga que renunciar. Tan sólo haga silencio, y con eso nos asegura cierta gobernabilidad. Usted sabe tanto como todos nosotros que su renuncia significaría un corrimiento de ambiciones, esas mismas que lo están apuntando desde su propia fuerza política. Subirían al poder algunos actores que a veces hacen daño con las palabras, y que le han hecho daño a usted, y hacerle daño a usted es dañar la institución. Son personajes que se quieren adueñar de la voz del pueblo, desde allá arriba, donde las palabras de los pobres ya no llegan.

¿Lo estoy censurando? No. Si cumple con su papel administrativo y nada más, podrá no pasar más vergüenza. Comienza la sesión, termina la sesión, tiene la palabra el senador tal, hay un pedido de interrupción de la senadora tal...
Si uno se aprende esas palabras de memoria, le juro que no falla. Pero sé que su papel requiere más. Con paciencia podrá mejorar sus formas, su dichos y contradichos. Mejórelos y vuelva gritando a los cuatro vientos lo que piensa y lo que es.

¿Qué le dijo ayer a la señora Vicepresidenta de Argentina? A mí me da un poco de temor lo que le pudo haber dicho usted, porque no ha dado muestras de seguridad en sus palabras. Pero le doy mi palabra que confío en usted de todos modos.


MATÍAS RÓTULO  


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