PAPELES SALVAJES
por matías rótulo
Si hoy
fuera jueves 18 de febrero, es decir hace una semana, no sería necesario
escribir sobre la muerte de mañana de Umberto Eco. No serviría de nada gastar
tinta en él. Umberto Eco es inútil en vida, porque fue necesario en muerte.
por matías rótulo
Citar
frases de Eco en cuanto muro de red social existe, poner su foto como para mantenerlo en la memoria de una herramienta cuya principal meta es hacer desaparecer lo que publicamos con nuevas publicaciones (o fotos de otros muertos), manifestarse
sin verbos ordenadores de sentidos y acciones sobre su notable vida,
escribiendo cosas tales como “Adiós Umberto, un grande, las letras llorando”, es traicionar
su creación. Él moldeó el verbo y perforó los sentidos adjetivos sustantivando
la teoría de la literatura. Le puso nombre a las tipologías textuales y se
enfrentó a los verborrágicos dominantes. ¿Quiénes gozaron de esa experiencia? Los marginados intelectuales que estudiaron letras en cantegriles de altos muros y nombres históricos bajo el título de "facultad". El resto de los mortales, aquellos que son los millonarios de la mente, de vida dotada de trabajo en lugares mal pagos, familias dispares y televisión berreta, poco pudieron tenerlo presente. Es que la sociedad de la palabra culta se ha quedado -lamentablemente- oculta gracias a los que la ocultan en congresos cerrados de café y masitas, palabras difíciles y aburrimiento por horas.
Eco nunca tuvo esa intención, se acercó siempre al más pobre, pero fue raptado por el más rico.
Los
articulistas de los diarios citaron frases famosas, recordaron El nombre de la rosa, y vincularon a Eco con la muerte de una
escritora más o menos famosa, muerta el mismo día. De tan famosa no vale la
pena ni nombrar. Se murió Eco. Aunque en El País de Madrid se sigue muriendo, no
por un afán literario-metafórico, sino por el mal manejo de aquellos verbos que bien amó
Eco: “Muere Umberto Eco”, sigue muriendo. ¿Por cuánto tiempo morirá?
Pero Eco
construyó una literatura de la literatura. Como Octavio Paz, como Ángel Rama,
como Cervantes que aunque no fue teórico, teorizó sobre la literatura desde su obra
literaria. Su tema -el de Eco- no fue solamente escribir, sino cómo escribimos, y más aún,
la inutilidad de su trabajo radica en cómo pensamos lo que escribimos.
De “El
lector modelor” se lee: (…) ¿Hay textos que juegan con esas
desviaciones, que las sugieren, que las esperan; textos ´abiertos´ que admiten innumerables lecturas, capaces de proporcionar un goce infinito?
¿Estos textos de goce renuncian a postular un Lector Modelo o, en cambio,
postulan uno de otro tipo?” y sobre el final “La configuración del Autor Modelo
depende de determinadas huellas textuales, pero también involucra al universo
que está detrás del texto, detrás del destinatario y. probablemente, también
ante el texto y ante el proceso de cooperación (en el sentido de que dicha
configuración depende de la pregunta: ´¿qué quiero hacer con este
texto?)".
Eco construyó no solamente libros para ser leídos, artículos
para ser citados, enunciados para ser copiados una vez muerto, sino que
planificó un detallado plan para que podamos cuestionarnos a nosotros mismos,
lo que somos como lectores. Fue un necio, un arrogante que pensaba que el hombre
de la segunda mitad del siglo XX y de la primera del XXI tenía la voluntad, el
tiempo, las ganas, ya no solo de pensar lo que se propone, sino de leerlo desde
esta voluntad.
El lector modelo es todo lo contrario que pretendía mostrar Eco. Quiero aclarar que supongo que no fue el objetivo de Eco cambiar a los lectores sino describirlos.
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Umberto Eco no comprendió la necesidad de la comodidad de la
lectura, de las lecturas no sólo de la literatura culta, sino de todo tiempo de
cosa que exista para leer: escuchar una canción, mirar un cuadro, ir al cine,
ver una obra de teatro, comprender un discurso político, etc. tienen una utilidad en sí misma que se fusiona con las necesidades económicas de una época, que también beneficiaron a Eco con sus libros más vendidos.
Las lápidas
virtuales que se le rindieron, fueron aquello que Eco propagó con su soberbia,
haciendo que el lector y posterior plagiador interpretara libremente sin
comprender que sus frases no tenían nada que ver con las banderitas de libre y
ocupado de los viajantes intelectuales de las redes sociales.
Se murió Eco, y el lector modelo ocupó el lugar central en el más sentido pésame. Todos hicieron con su literatura y teoría lo que quisieron hacer. Pusieron en la voz de Eco frases de sus personajes ficcionales. Eco lo escribió, pero Eco no dijo eso que se le atribuye a Eco, porque fueron sus propios personajes ficcionales los que dijeron aquello.
El lector modelo es algo así como el autor de este artículo. Modelo no significa "bueno" sino "autoritario". El lector modelo toma el texto y lo mastica hasta destruirlo y convertilo en un bolo alimenticio intelectual, intragable para el autor original, porque seguramente no entendería nada de aquello que yo entendí. Lo que el lector entiende de Borges, no es lo que Borges entiende de Borges. Lo que el lector no entiende de Eco, es lo que Eco no entiende del lector.
Eco murió hace una semana y un día y seguramente el lector modelor disfruta del Nombre de la rosa, obra rechazada por la intelectualidad al ser un best seller. Pero Eco estaría agradecido, porque el lector modelo es aquel que lee. Y si no se lee, no se comprende. Y se lee porque ss ventas se dispararon desde el viernes pasado. El lector modelo es aquel que espera a la Muerte, una bella dama con posgrado en publicidad.
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Matías Rótulo.