POR MATÍAS RÓTULO
Caminando por San Petesburgo, Rodión Románovich Raskólnikov, el personaje creado por el ruso Fiodor Dostoievski en su novela Crimen y Castigo, maquinaba su propia captura. Había matado a dos mujeres, y ese crimen le generó un castigo más brutal que el que le podía esperar por parte de la policía y la justicia rusa.
Su mente lo empezó a castigar, viendo a los que lo rodeaban como conocedores de su crimen. Rodión era culpable, de eso no había duda, pero ¿Los otros sabían que era el culpable? El asesino fue y vino de un lado para el otro de la ciudad sin ser atrapado, pero vivió atrapado en la idea de ser un asesino y que a la vuelta de la esquina iba a ser capturado por la policía.
La brillantez del relato dostoievskiano tiene su mayor punto cuando Raskólnikov es citado por la policía por una falta menor (¿O fue citado como sospechoso de un asesinato?), y la duda sobre las intenciones del policía que lo interroga empieza a carcomer el cerebro del asesino.
Hoy nos sentimos un poco Rodión Románovich Raskólnikov. ¿Somos culpables de algo? El primer problema no está en si somos culpables o no, sino en las intenciones del policía. ¿Qué intenciones tiene al citarnos? ¿Qué sabe de nosotros?
Pongamos a Donald Trump, el millonario recién electo Presidente de los Estados Unidos, como si fuera aquel policía de Crimen y Castigo. Y nosotros somos los Rodión. ¿Cuál es nuestra primera culpa? ¿Qué delitos cometimos? ¿Quiénes somos "nosotros"?
Voy a contestar la última pregunta primero. Nosotros somos un todo único. Un grupo humano globalizado y único que se siente más que asesino, víctima de una fuerza brutal y maligna, superior e invisible. Somos aquellos que esperan pacientes los terremotos o suaves vientos de la mayor potencia mundial.
A Rodión Románovich Raskólnikov le ocurrió lo mismo. Fue asesino, pero también fue víctima de una trampa de dudas que él mismo se creó al ser asesino. La policía y la sociedad que lo miraba como asesino (porque él así lo sentía), fue como consecuencia de los golpes que le dio a las dos mujeres hasta matarlas. Se convirtió en una víctima de sí mismo. Su sufrimiento no equilibró al de las mujeres asesinadas, pero la genialidad de Dostoievski logró transmitirnos una angustia hasta piadosa.
¿Quién fue el creador de Donald Trump? Ahí se contesta la segunda pregunta: ¿Qué delitos cometimos? Nosotros mismos somos los creadores de Donald Trump. Sí, claro, él existía ya como empresario, pero hemos permitido, nosotros, los ciudadanos del mundo, el ascenso de críticos al sistema político, a especuladores de la Democracia, a "policías" como los de la novela de Dostoievski, que ven en las personas extranjeras un posible Rodión Románovich Raskólnikov.
Nuestra primera culpa (aquí se contesta la primera pregunta), fue asesinar el pensamiento, el debate, la participación política y descreer de las instituciones: los partidos, los gremios, las instituciones sociales, etc. Las asesinamos todo el tiempo como si fueran las dos mujeres que mató Rodión. Él las vio como algo ajeno a él, pero ellas eran parte de él. Fueron tan parte de él que su acto lo persiguió hasta desangrarse de carga social, se persiguió cuando nadie lo perseguía (¿O será que lo perseguían?).
La llegada de críticos del sistema político al sistema político, que a su vez son millonarios empresarios, forma parte de una idealización que hacen las sociedades del mundo. El millonario es el que vale más, porque tiene más porque no forma parte de una casta política que ha arruinado al sistema que lo alimenta. ¿No discutía consigo mismo Rodión Románovich Raskólnikov por ser un ruso pobre?
Esos nuevos políticos ganan en la democracia sus lugares políticos cuestionando los procesos democráticos y a la política en sí. Lamen la mano que los alimenta pero la muerden previamente.
Tenemos el ejemplo de Trump, Mauricio Macri en Argentina, Sebastián Piñera en Chile, Horacio Cartes en Paraguay, y el nuevo líder político oriental, Edgardo Novick. En el caso del primero, llega al gobierno viendo al mundo no estadounidense como culpable de los males de su sociedad. En el caso del segundo, visualizó una ruptura en dos de un país dividido políticamente, pero se olvidó de hacer la otra división: las tantas argentinas que hay de acuerdo a los tantos pobres que tienen. Entonces los culpables de los males eran los que estaban dividiendo al país por animarse a discutir políticas, democracia e historia.
En cuanto al chileno y al paraguayo, el primero hizo funcionar a su país como una empresa y el segundo se favoreció de los propios recursos constitucionales (y por ende políticos) de su país que tiró a un Presidente por un asesinato de ocupantes de tierras que todavía sigue castigando a las víctimas. Si no fuera por el juicio político a Lugo, Cartes no estaba en el poder. Por cierto, Cartes, que también renegó de la política ahora busca cambiar a la política para ser reelecto.
Ellos son los vigilantes que nos hacen ver culpable de lo que somos: pobres, trabajadores, negros, indígenas, latinos, homosexuales... Somos culpables de algo, y por eso nos hacen sentir investigados, perseguidos y castigados.
¿Quién no tiene un familiar en Estados Unidos? ¿Quién no está tentado a decirle que se venga porque lo pueden maltratar? Rodión Románovich Raskólnikov se veía tentado a escapar, a morir o a entregarse porque temía ser capturado.
¿Por qué no votaron los latinos y las mujeres a la candidata que manifestaba defender sus derechos? ¿Por qué los pobres apoyaron al rico?
¿No será que el Castigo será consecuencia del Crimen?
Trump sabe que algo hicimos, nosotros sabemos que algo hicimos. Pero no sabemos sí él sabe de nosotros. Y tampoco estoy seguro de saber cuál fue mi pecado. Seguramente sabe o puede saber algo de nosotros que nosotros no sabemos. En cualquier momento nos atrapará y nos castigará.
Nuestro delito fue el mismo que cometieron los votantes de otros líderes con discurso emparentado, en otros momentos de la historia. Se dejaron llevar por la idea del asesinato de la política y la democracia. Luego, ellos mismos fueron culpables y perseguidos. Fueron asesinados.
Por eso, somos los culpables de algo y los que ahora nos sentimos perseguidos. Estados Unidos no deja de ser la policía del Mundo y nosotros somos Rodión Románovich Raskólnikov, inocentes de asesinatos reales, pero culpables de algo... ¿Usted qué me lee? ¿Por qué me lee con esa cara? ¿Hice algo malo?
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Matías Rótulo.