Apuntes spinetteanos se dedica hoy a "Se convirtió en la noche" de Spinetta y los socios del desierto. La obra muestra un proceso vital, un proceso que comienza en la gestación y termina en la muerte.
Por Matías Rótulo
Pensemos en ciclos. Por ejemplo en un cuento: tiene un principio, un desarrollo y un fin. Una canción: el silencio inicial, una introducción melódica, un desarrollo y esa nota que cierra la pieza y que parece encerrar en un círculo perfecto todo lo que hubo en el medio.
La canción de Spinetta con los Socios del Desierto es en sí un ciclo en sí mismo desde su melodía, pero fundamentalmente en la letra.
Comienza en una argumentación sobre lo que es motivo de la obra poética. Traza una línea curva desde una argumentación que parte de dos conceptos: el nacimiento como explicación de un proceso, y el nacimiento de la idea discutida en sí misma, en el proceso temporal. Aclarando esta idea y resumiéndola, nos queda la canción cuando empieza con lo que nace y muere, y si bien empieza sin tiempo (no sabemos si es día o noche el nacimiento del tallo, por ejemplo), termina sí, dejándose establecido un momento temporal: se convirtió en la noche, no sin antes atravesar la tarde.
El tallo, el río, la lágrima, el sol son los elementos visibles, naturales incontenibles. El tallo crece solo gracias al agua, el agua alimenta al tallo. La lágrima es pequeña en comparación al río: lágrima salada, río dulce. La poesía de Spinetta tiene así un sinfín de movimientos. Es el movimiento de arriba abajo (la lágrima), de abajo a arriba (el tallo), de oriente a occidente (el sol), y el río que va en tránsito incierto.
Tal como proclamó Mario Benedetti, la vida es un paréntesis. La fugacidad de Quevedo y Manrique se toma como tema en la canción de Spinetta.
Ahí se muestra un determinismo divino. ¿Qué es el destino que te hizo tallo? De esa forma, el poeta crea a la vez la idea. Es un Dios creador de la idea de Dios. ¿No es así como los hombres construyen a Dios? Ya lo escribió Fiodor Dostoievski en Los Hermanos Karamazov: si Dios no existiera, habría que crearlo.
En los primeros dos versos hay una creación, un tránsito y una despedida. “El destino te hizo tallo/como tallo creces y luego chau”. Cada una de las imágenes operan en paralelo.
El destino – te hizo tallo- creces – chau
El destino - te hizo río – fluyes- secas
(Mas abajo) el destino - te hizo lágrima – y ruedas - no lo dice pero: secas.
En resume: La vida/Dios - te creó - ¿creciste/ cumpliste tu función – mueres?
¿Cuál es esa función? ¿La función es o debería ser esencial?
El “chau” es un saludo de despedida: un análisis desde la consciencia kantiana. Sabemos que morimos porque nos sabemos vivos. Sabemos que morimos porque otros mueren. Y analizamos desde la vida nuestra propia vida, nuestra propia muerte, y la muerte del otro. Escribió Gabriela Mistral en “El Pensador de Rodin”: “Con el mentón caído sobre la mano ruda, el Pensador se acuerda que es carne de la huesa, carne fatal, delante del destino desnuda, carne que odia la muerte”.
Luego, más adelante en el poema, se descubre parte del misterio. Ya no hay descripción, sino que ahora aparece una afirmación totalizadora:
El concierto de la tarde
se refleja en edificios mudos
contra el cielo que se esconde
en el ocaso, como un animal
Lágrima, río, tallo, andan por la vida como nosotros, como un “animal” en el ocaso, escondidos. ¿Qué animal? ¿Aquellos nocturnos que invaden las pesadillas, entre ellos la lechuza, símbolo del conocimiento? Somos animales y somos parte del paisaje, porque lo construimos como animales sabios. En nuestra animalidad, todos nacemos, crecemos y morimos. Sufrimos la metamorfosis y los ciclos como el día que pasa a ser tarde y después noche, el tallo que luego es flor y después se seca, nosotros que somos feto, luego adultos, luego cadáveres.
“El concierto de la tarde” nos enseña sonidos, silencios, colores, imágenes, formas, y animación se mezclan en la segunda estrofa. Si antes era el tallo que tiene vida, el río con vida propia gracias al movimiento, ahora es el lugar y el tiempo. La ciudad cobra vida, los edificios reflejan en sus espejados vidrios el paso de lo que día a día notamos con indiferencia: el propio día con sus horas, minutos, segundos, la traslación del sol, las nubes, la lluvia, la luna y las estrellas.
“Gritos en la city quemada
gritos en el fin de las selvas
cada garganta es el pájaro
se convirtió, en la noche”
Los procesos de la naturaleza, los procesos del animal y el tallo y la selva se repiten en la ciudad, que es más sofisticada desde la utilización del sinónimo en inglés: “city”.
Todo aquello que tiene un proceso se convierte en la noche, se convierte en la oscuridad, volviéndose así a la idea del desconocimiento: la oscuridad no se conoce porque no agota el sentido primordial: el de la vista. La oscuridad es la muerte y la noche: ambas íntimamente relacionadas.
Cruza las hebras del aire
corta la luna sin forma
es un ave oscura y errante
se convirtió, en la noche...
En ese proceso se muestra nuevamente el movimiento: cruzar como un ave es muestra de libertad. ¿Cuál es el ave oscura y errante? ¿El ave de mal agüero? ¿La lechuza que no vemos con claridad en el día? Pues “cada garganta” se convirtió en un pájaro, cada uno de nosotros volamos hacía allí, guiados por el mal agüero, en busca del conocimiento de aquello que no conocemos. Siempre, siempre se convierte en la noche, inclusive nosotros mismos y aquello que nunca llegamos a conocer.
Pues la noche es la protagonista de la poesía, pero no el tema. La noche es la consecuencia de un proceso. Un proceso que comienza en la noche cuando en el Génesis se menciona en alternancia con el día de la creación, la luz.
De la misma forma, la luz le da vida a la ciudad, y con la vida el caos, la vida común y moderna que con todos sus adelantos, no podrá combatir a la noche oscura:
“Ave con alas de toldo
lejos ya de la inmensa frontera
pudo escapar de mis ojos
se convirtió, en la noche...”
Comentarios
Publicar un comentario
Gracias por su comentario.
Matías Rótulo.