Soy un profesor de literatura que le lleva a mis estudiantes el discurso de la libertad. Intento romper el molde de las ataduras, pero los quiero bien atados en los bancos escuchándome.
Por Matías Rótulo
Por Matías Rótulo
Soy un profesor de literatura que le lleva a mis estudiantes el discurso de la libertad. Intento romper el molde de las ataduras, pero los quiero bien atados en los bancos escuchándome. "Sean libres" les propongo desde mi más absoluta libertad, atándolos a una libertad que no tienen. Los apreso en el discurso. Los envuelvo en mis ideales. Los hago libres en cadena perpetua.
Me encuentro en este año desafiando el programa oficial de tercer año. Una inspectora me dijo "mientras vos justifiques lo que hacés, podés ser libre". Entonces no soy tan libre, porque lo tengo que justificar.
Me imagino sintiéndome libre de hacer lo que siento, -de besar a una muchacha por ejemplo-, porque ella me deja hacerlo, porque me gusta y le gusto, y en ese preciso momento en que la libertad se transforma en un calor humano que me sube desde la punta del pie hasta algún lugar que no sé describir, que en ese preciso momento, decía, yo agarre un papel y un lápiz y empiece a justificar ese beso que no tiene justificación.
Pero me siento libre y me propongo a desafiar el programa de tercer año. Salir del molde, Inclusive estoy dispuesto a justificar mis cambios de programa. Lo hago porque sé que no soy tan libre y si no me justifico me quedo apresado en la angustia de pensar en un llamado de atención por parte de la Inspección. Entonces miro en mi computadora el programa de tercer año y veo qué dejar y qué sacar. ¿Por qué? Porque soy libre, aunque en mi libertad ataré a mis estudiantes a mis gustos, deseos y pensamientos. No puedo ser libre si no veo el programa antes, sino me envuelvo en él para desnudarme de él.
Soy tan libre que solamente agrego dos autores que no están indicados, y me siento a justificar mi elección. A mi estudiantes les digo que soy libre de hacerlo, y me justifico ante ellos.
Soy libre, pero elijo a un autor que está siendo considerado por el canon literario actual, y a otro que me es servil a los intereses del programa oficial del tercero. P O R Q U E N O S O Y T A N L I B R E.
En una hoja escribo la palabra LIBERTAD. La leo. Encima de la "L" hago un repaso con mi lapicera. Es ahí cuando intento leer la palabra para convencerme que soy del todo libre. Si fuera libre del todo hubiera escrito "LIVERTAD" o "LIVERTA" pero no, estoy amarrado al idioma, al lenguaje, a la Real Academia Española y la madre que me parió, amén.
No soy libre, porque de lo contrario no me estaría cuestionando mi libertad.
Vuelvo a observar la palabra escrita, y veo todos los libros que utilizaré en tercer año apilados. "Soy libre, soy libre" y agarro un libro y miro la hora y sé que tengo que tomarme el ómnibus a tiempo para llegar en hora para entrar a clase y darles un buen ejemplo a mis estudiantes: hay que llegar en hora.
Soy libre, soy libre, soy adulto y soy libre, y recojo el dinero para el boleto y llego justo justo, corriendo, a tomarme el 163 para bajarme a una cuadra del liceo, entrar en él, saludar a mis compañeros, subir a clases, cerrar las puertas y pedir silencio.
NOTA; encerrado en el ómnibus me sentí aliviado, liberado de la presión de no llegar a tiempo al liceo.
NOTA; encerrado en el ómnibus me sentí aliviado, liberado de la presión de no llegar a tiempo al liceo.
Un estudiante me pregunta antes de entrar "¿Por qué vamos a estudiar esa obra y no otra"? Porque soy libre de elegirla, le digo en primera instancia y ensayo una explicación más completa... Me tengo que justificar. No soy tan libre.
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Matías Rótulo.