Las versiones cortas de clásicos literarios son un insulto a la literatura y el autor lo aborda con ironía en este artículo. Esta nota no será muy larga, de hecho, esta introducción tampoco lo será. No lo será.
Por Matías Rótulo
Viajé a Buenos
Aires. No tengo nada más para aportar del viaje. Sí, si tengo: resulta que
entré a una de esas lindas y (por ahora para nosotros) baratas librerías de la
calle Florida. Entonces lo vi. Delgado como su personaje principal. De
costadito como esperando que alguien acaricie con la vista sus ciento tres
páginas. Era El Quijote. Un Quijote
de ciento tres páginas. En la tapa decía “El Quijote” quitándole toda
solemnidad al resto del título, porque el título original es muy largo: “El Ingenioso…”
no, de tan largo que es prefiero no escribirlo.
Estaba en un
mostrador, un mostrador pequeño, no eran muchos libros los que reposaban
encima. Había un cartel que rezaba: “libros de bolsillo”. Y ahí lo vi. Al lado
de las ciento veinte páginas de la Divina
Comedia (en este caso el editor no escatimó en el título y utilizaron el
más largo de los dos conocidos). ¿Es más larga La Divina Comedia que El
Quijote? La primera en verso, la segunda en prosa. Aunque la primera, en la
versión que vi en Buenos Aires, creo que era la traducción de Jorge Luis Borges
en prosa. La versión de Borges pero reducida. Tenía el Infierno, el Purgatorio
y el Paraíso. Los tres, claro está a la mitad. Obvio, son libros de bolsillo. Son
para que entren en el bolsillo y en la cartera de la dama. Para que uno los
lleve como una monedita, o un pañuelo, o un preservativo, un chicle, un
teléfono celular, una lapicera, una llave. Para que los lea como quien paga un
centavo en la feria, se suena los mocos, se pone un preservativo, mastica un
chicle, o llama por teléfono: así de ligerito para que no se pase el momento.
Haraganes
No lean más esta
nota. Es más, no lean las casi diez páginas de la pregunta de la semana de hoy
en Voces sobre la candidatura de
Tabaré. Sepan que la entrevista a Peirano es muy larga y aunque interesante,
son muchas letras juntas, amontonadas aunque por suerte están las fotos para
alivianar el asunto. Si van a seguir leyendo el semanario, les informo que la
crítica de teatro de Flamia es extensa
porque las obras de teatro lo son, lamentablemente lo son. En un tiempo de
inmediatez, de rapidez, y donde lo que no “embola” es más llamativo. Las obras literarias
extensas como El Quijote, La Odisea, La
Divina Comedia y Las Puertas de la
Misericordia de Tomas de Mattos (esa obra sí que el larga y roza el
“embole”), son demasiado pedir para un público ansioso de beber la sangre del
fin.
Por eso ahora nos
dan todo digerido (y vomitado). Tenemos la ensalada pronta en el supermercado y
a un precio disparatado. Antes queríamos vivir mucho, ahora queremos vivir
mucho pero haciendo también más cosas que antes. Las parejas duran poco, los
hijos crecen rápido, la canción de moda pasa de moda en pocas semanas. Dentro
de poco, El Quijote será así: “En un
lugar de la mancha un hombre leía mucho y se volvió loco y al final se murió.
Fin de El Quijote”. La Divina
Comedia: “En el medio de su vida, Dante fue al infierno, vio cosas feas, pasó
por el purgatorio, tuvo esperanza, y en el paraíso… en el paraíso la cosa fue
aburrida pero es el paraíso. Fin de la obra”.
Ahora les
contaré otra obra difícil de leer: Edipo,
Rey: “Edipo mató al padre y no lo sabía y se acostó con la madre y tuvo
hijos (no sabía que era la madre) y descubrió que era hijo de su padre, y había
un ciego que le dijo de su destino, y…” no la voy a seguir porque se hizo muy
complicada.
La Comedia Nacional presentó el año pasado
tres horas de La Orestiada. ¿Cómo
hizo para que el público resistiera? La
rapidez del mundo actual, es de una velocidad que nos enlentece. Corremos,
vamos haciendo mil cosas a la vez y en
el medio nos suicidamos en el tránsito, comiendo parados la comida rápida que
nos engorda y nos provoca infartos, fumando en los cinco minutos que nos da el
Estado como un derecho, fuera de nuestros trabajos para no matar al resto de la
gente, pero asegurándonos un cáncer futuro ¿Cómo haremos para leer un libro de
seiscientas páginas y terminarlo sin suicidarnos antes por el tedio? ¿Cómo
vamos a hacer para disfrutarlo, entenderlo, y dialogar con él? Es fácil,
compren esos libros resumidos que yo vi en Buenos Aires y que en Uruguay
también se venden. O lean los resúmenes de Internet. Ahí será más inmediato
todavía. Si se aburren del resumen, cambian de página, o prendan la televisión:
a fin de cuentas, la televisión nos resume nuestras vidas. No lea más, Carballo
lo espera.
Publicado en 2013 en Voces.
Publicado en 2013 en Voces.

Comentarios
Publicar un comentario
Gracias por su comentario.
Matías Rótulo.