Y cuando el mundo se caía a pedazos, corrió el telón de la ratonera y los roedores salieron a escena. La máquina de humo emitía un gracioso sonido, dulce, constante, como si fuera las entrañas mismas de una bestia enamorada chillando y escupiendo agua evaporada de lado a lado del escenario minúsculo. El sonido se sentía cada vez que salía el humito. La ratona empezó su discurso sobre la idea de los átomos que se le cruzan a una chica de dieciséis años en el momento justo de ser besada por primera vez. El ratón tenía que dar dos aplausos de fondo, al fondo del escenario, empezando su actuación de espaldas al público, debía hacer un gentil saludo, sacarse el sombrero y agitar el bastón. La ratona protagonista lo miraría interrumpiendo su diálogo y sonriendo mientras salían de cada lado dos ratoncitos vestidos de jirafas: los cuellos fueron hechos de zanahorias secas. El ratoncito tenía marcado tomar de las manos a la ratoncita. La tomó de las manos… Escena única La escena
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