Por Matías Rótulo
Hace medio siglo, era raro que un partido terminara sin goles: 0 a 0, dos bocas abiertas, dos bostezos”.
Hace medio siglo, era raro que un partido terminara sin goles: 0 a 0, dos bocas abiertas, dos bostezos”.
Si
el gol es el orgasmo del fútbol, el bostezo del que habla el narrador del
cuento de Galeano es la ruptura próxima de una pareja que está en crisis. Dos
bocas abiertas que se besan, que cruzan saliva pero sin pasarse pasión alguna.
El
fútbol es como la relación de los novios famosos cuyas intimidades son contadas
por Jorge Rial en la televisión. Hay periodistas deportivos que se ocupan de
eso, de las intimidades, de los pormenores noticiosos, del chusmerío detrás de
la pelota. Pero del fútbol, de la moña, la chilena, y el penal ¿se ocupan?
El
fútbol hace girar la pelota en el medio de un mar de sangre: en una cancha de
fútbol del tamaño de nuestro Estadio Centenario, canchas de tapices verdes, lisos, pintados con líneas
de cal, no entrarían los cadáveres de aquellos que desde que el fútbol es
fútbol han muerto aplastados en la tribuna, asesinados por otros hinchas, o de
jugadores que han cometido errores fatales en un juego de noventa minutos en
todo el mundo y que fuera de la cancha (fuera de su trabajo) pagaron con su
vida.
El
gol es el orgasmo del fútbol porque lo grita el hincha. Si el hincha no está en
el Estadio para gritarlo como en el partido del martes 12 de marzo entre
Peñarol y Vélez en “la cancha” de este último ¿existe el orgasmo del fútbol? (hubo
tres goles para Vélez y uno para Peñarol). El partido a puertas cerradas es
como un acto de infidelidad: es la pareja que se escapa al hotel de alta
rotatividad a cometer un acto de infidelidad. Si el hincha no está, es como que
se lo traicionara desde la cancha donde se juega. Pero la culpa de que el
hincha no esté es del propio hincha a quien se le aplica una medida de restricción
para que no se acerque a la persona que ama. Que ama pero que lastima. Porque
es el hincha el que hiere, grita, mata… aunque no todos, porque también los hay
fieles enamorados, que cuidan a su amor.
La
relación entre el hincha y el fútbol pasa a ser como la violencia doméstica
magnificada en miles. Porque el fútbol es algo de entre casa, nuestro, propio. Es
machista también. ¿No son la violencia en el deporte y la violencia doméstica
dos de nuestras preocupaciones sociales más importantes?
Poesía y fútbol
El fútbol también, además de tener
connotaciones sexuales (ya sabemos las analogías entre el meter la pelota de
fútbol en un arco y las cuestiones freudianas relacionadas al sexo), es poesía.
Canciones a futbolistas (en Argentina es común escuchar himnos a Maradona u
otros ídolos), canciones hechas en la tribuna con gran arte métrico y rítmico,
poemas y cuentos (como el de Galeano u otros) componen parte del arte del
fútbol, o del arte literario. Mario Benedetti le dedicó a Maradona:
“Hoy
tu tiempo es real, nadie lo inventa
Y aunque otros olviden tus festejos
Las noches sin amos quedaron lejos
Y lejos el pesar que desalienta”.
Y aunque otros olviden tus festejos
Las noches sin amos quedaron lejos
Y lejos el pesar que desalienta”.
La banda argentina Los Piojos le canta al mismo futbolista:
“cuando
se caigan a pedazos las paredes
de esta gran ciudad (…)
Marado...”
de esta gran ciudad (…)
Marado...”
Se compara alguna jugada con un poema, porque la belleza del poema es inentendible, mística, mágica, como aquella de Maradona contra Inglaterra. Como el relato del cincuenta de Solé, que es poesía para nosotros a pesar de la rusticidad, que es una tragedia dolorosa para los brasileros. Al decir del futbolista, otrora poeta y periodista Enrique “Quique” Wolff:
“¿Cómo vas a saber lo que es el arte?
Si nunca, pero nunca inventaste una rabona
¿Cómo vas a saber lo que es la música?
Si jamás cantaste desde la popular”
Si nunca, pero nunca inventaste una rabona
¿Cómo vas a saber lo que es la música?
Si jamás cantaste desde la popular”
Rafael Alberti escribió en
1927 un poema “al gran oso rubio de Hungría”, el arquero húngaro Franz
Platko que jugó un partido con la cabeza
partida; Miguel Hernández en un poema le escribió al arquero Orihuela:
“Ante
tu puerta se formó un tumulto
de breves pantalones
donde bailan los príapos su bulto
sin otros eslabones
que los de sus esclavas relaciones”.
de breves pantalones
donde bailan los príapos su bulto
sin otros eslabones
que los de sus esclavas relaciones”.
El poeta sabe que la cancha es un escenario
donde se monta un gran espectáculo. Porque el poeta también es hincha
apasionado.
Los periodistas deportivos de la televisión,
son los únicos que le dan testimonio a
los hechos del fútbol en formato de verso. También cuidan las rimas y la
melodía, utilizan metáforas complejas y musicalizan la escena, generalmente a
ritmo de rock. Porque rock y fútbol siempre fueron de la mano, así como el turf
y el tango. Luis Alberto Spinetta cantó “La bengala perdida” denunciando que
“por un color, solo por un color” un hincha de fútbol fue atravesado por una
bengala que cruzó de una tribuna a otra en un estadio de fútbol en Argentina a
principios de los ochenta. Es que el fútbol es vida, amor, pasión, poesía, pero
también muerte. Es como la vida misma, porque es nuestra propia vida
representada en cuatro murallones gigantes donde una guerra se monta con los
pabellones al viento y una bala de cañón que veintidós jugadores quieren
estrellar sobre el enemigo y su fuerte. Hay un juez, hay empresarios, hay
políticos, hay periodistas, hay vendedores, hay narcotraficantes, hay
aprendices, hay soñadores, hay mujeres y hombres, hay dioses, y hay orgasmos…
porque hay goles y gente que se divierte y otros que miran como otros se
divierten, pero lo sufren como algo propio: es como leer una novela y sentir
que ese amor no correspondido de los personajes, es eso que nos pasa a nosotros
mismos.
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Matías Rótulo.