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Votos, leyes y piñas en el Senado


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Crónica y reflexión de una sesión del senado uruguayo que terminó a los golpes, escupidas, insultos y poco espíritu democrático. Ese día se votó la nueva Ley de Educación. 

Por Matías Rótulo
Nunca voy al Parlamento, pero como periodista de educación que soy del diario La República y tras tres años de seguir el tema de la Ley de Educación, decidí y se me avaló desde la Secretaría de Redacción del diario, concurrir a las barras para hacer la cobertura correspondiente. Estuve sentado a la derecha de la plataforma donde se ubica el Presidente del cuerpo, en el lugar de la prensa, junto con varios colegas, entre ellos un compañero del diario, con el cual firmé el artículo del día posterior (Julio Guillot), orgullo para mí al estar mi nombre y mi trabajo junto a uno de los grandes del periodismo nacional. Ese jueves 11 de diciembre pasamos toda la mañana observando una “tenue” discusión sobre el articulado que se votó a “tapa” cerrada, tal como vino de la Cámara de Diputados. La jornada había transcurrido tranquila. El calor de la mañana poco se sentía dentro del recinto, y un colega de la televisión se quejaba de lo fuerte del aire acondicionado.
En un momento estuve conversando con dirigentes gremiales de la Fenapes, a los cuales los noté de mal ánimo, por la votación que se venía, pero con la intención de no provocar ningún disturbio, algo que afirmo y de lo cual soy testigo ya que sus voluntades era “pelear” con calma.
Saludé abajo, en el lugar creado para fumar fuera del Palacio Legislativo a Luis Martínez (Fenapes) y a Andrés Olivetti (Afutu) quien traía unos cuantos papeles impresos, los cuales decían algo así como “ustedes venden la educación”. Hasta el momento, la situación fue muy calma y la voluntad de los dirigentes sindicales, tanto de Afutu, Fenapes, Fum y los pocos estudiantes presentes, era de hacer cánticos, que los desalojen, y de seguir adelante con los reclamos planteados, una vez votada la normativa.
Luego yo subí a las barras nuevamente, saludé a los colegas de la televisión que venían a relevar a sus compañeros que estuvieron de mañana, y a un colega de otro diario que se aproximó a hablarme de algún tema que no recuerdo. Después fui a la sala de prensa, llamé al diario para coordinar algunas cuestiones informativas, y escuché desde ahí como la senadora Lucía Topolanski (Frente Amplio) hablaba emocionada, con la voz quebrada. La legisladora supuestamente iba a ser la última oradora, pero después aparecieron dos oradores más, entre ellos el senador nacionalista Luis Alberto Heber.
Un colega de Radio Centenario me informó de esto, lo que provocó que mirara la hora y calculara una vuelta más al minutero antes de que se votara la Ley.
Tras la exposición de varios senadores durante todo el día, entre ellos el ex ministro de Educación y ex Presidente (por dos veces) Julio María Sanguinetti, y el opositor al voto de la Ley Eduardo Lorier, del Partido Comunista se procedió a votar, cerca de las 16:00 horas.
Diez minutos antes de que los legisladores levantaran las manos, llegaron más de diez jóvenes, todos reconocidos por todos los presentes en el sector de la prensa como activos militantes de Plenaria Memoria y Justicia.
Al reconocerlos, les advertí a otros colegas que algo no andaba bien. Los militantes que entraron de forma pacífica al Senado, fueron escoltados por cuatro oficiales uniformados. Uno de los manifestantes me saludó desde lejos.
Se sentaron en los asientos del medio de las barras, adelante, ocupando los primeros lugares.
Un día antes, yo había conversado con un dirigente de Fenapes el cual reservo como fuente, y me había advertido por un lado la preocupación por posibles hechos de violencia en el Parlamento.
En una reunión de coordinación –según mi fuente-, se les había pedido que “no armaran lío ya que ellos querían prender fogatas frente al Palacio Legislativo”.
Además, esta fuente me contó de una supuesta pelea entre militantes de Plenaria y ellos, con golpes de puño adentro de la carpa de Fenapes frente al Parlamento, en la noche de vigilia previa a la votación de la Ley de Educación en la Cámara de Diputados. También dijo que los militantes de Plenaria y los sindicatos habían acordado ir “pacíficamente” al Palacio Legislativo durante la votación del Senado.
Agregó este dirigente, y haciendo referencia a lo anterior, que la voluntad de los integrantes de Plenaria Memoria y Justicia era la de acatar la orden de “no armar bardo”, tales fueron las expresiones de mi fuente.
Por un lado debo destacar que los dirigentes de los sindicatos de la educación en lo previo cuidaron en todo momento que las manifestaciones sean de forma pacífica. Estos mismos gremios, sus dirigentes, fueron los que insultaron a los diputados cuando se votó la Ley.
Ellos mismos reconocieron que fue un “error”, y hago la salvedad de decir que ahora intentaban no transitar por lo mismo.
Volviendo al Senado de la República, y al día miércoles, quiero decir que a mis colegas les comenté que las mismas personas allí presentes, es decir los jóvenes sentados adelante en las barras, eran –en muchos casos-, las mismas personas que se presentaron en el Ministerio de Trabajo, cuando los incidentes en la oficina de Julio Baraibar.
A su vez, muchos de ellos salieron en una foto del diario El País la cual lamentablemente no encontré para citar, en una riña que hubo entre taxistas tiempo atrás. También son los mismos que yo denuncié en un artículo del diario La Republica y cuya foto, sino recuerdo mal publicó Ultimas Noticias (aunque puedo estar equivocado), cuando entraron al tercer piso de ANEP insultando al Consejero Héctor Florit, golpeando a un guardia, y dañando las paredes, fumando adentro de la sala de entrada del sector del Codicen.
Yo no abro juicio de valor, hablo solo de coincidencias. Volviendo al miércoles en el Senado, luego que el Presidente Nin Novoa contó los votos de los presentes, alguien gritó “alcahuete” y allí comenzaron los gritos e insultos que se vieron por la televisión, y luego la historia es conocida. Golpes de puño, amenazas, gritos, desalojos y nadie arrestado. Los guardias policiales trataban con cordialidad a los presentes mientras los desalojaban, antes de los hechos. Cordialidad que después fue apagada con los golpes que se dieron de un lado y del otro, mientras sonaba la campana del Senado, después que Nin Novoa mandó a desalojar el lugar.
No pude ver la situación de violencia de uno de los guardias de civil que acusan los sindicatos. Según los dirigentes sindicales presentes, este guardia golpeó con violencia a un manifestante.
Pero si observé la violencia, los hechos que llegaron a ser filmados y que toda la población pudo ver por la televisión.
La votación de la Ley de Educación demostró que algo malo pasa con la educación de algunas personas La educación que transmite valores, y principios que hicieron a este país con una Escuela Pública, una Educación Secundaria Pública, una Universidad Pública y demás.
Tengo que aclarar que muchos de los implicados en los hechos, pertenecientes a Plenaria, actuaron en las riñas pero para tratar de separar a las personas. Lo mismo con muchos de los dirigentes sindicales que intentaron tranquilizar el ambiente. Lo que se ve en la televisión son golpes y riñas, pero golpes entre tres o cuatro personas, y tres o cuatro policías, el resto, trató de apaciguar las cosas.
Son tres o cuatro policías que no representan a toda la policía, así como tres o cuatro estudiantes o militantes políticos (como quieran llamarlos) que no representan a todos los estudiantes, entre los cuales me incluyo, ni a todos los militantes políticos, entre los que incluyo a los legisladores, mirando el lamentable episodio.
Luego de que se tranquilizó el ambiente, todos –salvo nosotros que nos manteníamos en el lugar de la prensa-, fueron desalojados pacíficamente. Abajo, los manifestantes contra la Ley recogieron normalmente su cédula, como si nada hubiera pasado.
Un oficial de la policía estaba muy exaltado y era contenido por otro. El oficial de policía quería bajar, o al menos eso me pareció. Cuando yo bajaba las escaleras para ver que pasaba abajo después de la trifulca, alguien más me preguntó quien era yo, y le dije que era periodista, por lo que automáticamente los ánimos de los oficiales se tranquilizaron. Luego volví a subir a las barras. Ya todo estaba sereno, la sesión continuaba con las palabras de algunos legisladores, ente ellos Mónica Xavier, la cual fue literalmente escupida, y Luis Alberto Heber que dijo que se sentía “atacado” aunque “el ataque era para el partido que votó la Ley de Educación”.
Antes de terminar esta crónica, quiero decir que esa misma tarde hablé con el dirigente Luis Martínez de Fenapes, le pregunté telefónicamente por los incidentes y me dijo que un guardia “había agredido a una chica”. Yo le pregunté sobre la presencia de militantes de Plenaria, y me aclaró que “estaban ahí como estudiantes” y que “coincide que son miembros de Plenaria pero no tiene nada que ver”. Al otro día, los diarios destacaban el hecho de que eran militantes de Plenaria los de los incidentes.
Afuera, y según lo que vi por televisión, (yo cuando bajé no me di cuenta de su presencia) se vio a Irma Leites, alta dirigente de Plenaria junto a la cola que recogía los documentos en el Parlamento, a pesar de que no la vi dentro del Senado.
Un oyente mandó ayer un mensaje a Radio Carve el cual fue leído al aire, y parafraseando al locutor y por ende al mensaje, el oyente explicaba que era militante del Frente Amplio y no por eso si iba a manifestar a una marcha de estudiantes lo hacía como militante de este partido, sino como estudiante”.
Los involucramientos de los militantes de Plenaria y la relación que tienen ellos con estos hechos, los del Ministerio de Trabajo y los otros señalados, los deberá decidir la justicia penal, a la cual el Vicepresidente Nin Novoa presentó denuncia. Todos podemos especular, gritar y pelearnos.
Mientras tanto la educación sigue adelante. Los niños van a la escuela, nadie habla de la Ley de Educación, que en realidad no sé si está bien o está mal.
Bienvenidos los reclamos al gobierno y a la oposición. Bienvenido el debate parlamentario, pero sin golpes, sin escupitajos, sin gritos, porque si se rompe una silla en la barra del Senado, se puede arreglar, pero romper la democracia a fuerza de violencia en ese recinto tal vez no tenga arreglo.


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