ESA CAJA BOBA QUE NOS TRATA COMO IDIOTAS
Buenas tardes mis amigas, la cocina en su hogar…
El domingo al mediodía, se puede optar por tratar de entender el mundo paralelo de “Punto Penal”. Mundo éste que tiene como protagonista a Ríos, Da Silveira y Moar, hablando de fútbol, o de los quilombos del fútbol, salvo que ahora tenemos los mismos quilombos o peores, pero con la diferencia de que vamos a llevar a los jugadores a los quilombos de Sudáfrica para que no se aburran tanto. También puede ver a “Pizza Carballo”, lo cual lo obligaría a uno a tratar de entender como un programa tan malo, vulgar y triste puede seguir al aire. Pizza Carballo le da a uno la posibilidad, mientras lo mira, de plantearse algunas preguntas como ¿Fernando Parrado graba una vez por año las presentaciones y los finales de “National Geographic” para no tener que ir todas las semanas a presentar como los canguros fornican en verano? Pero también está la “Cantina de Chichita”. Uno se pregunta al verlo ¿Qué le pasa a Cacho? La única forma de volver a la televisión con un producto bueno hubiera sido que tal vez Carlos Gutiérrez le diera una batidora como la gente (producto éste que por ser de Carlos Gutiérrez no nos hace dudar que sea bueno), y de esa forma se evitaría tener que seguir nombrando a Vía Confort por el resto de su vida. ¿O que Waldo se adueñe de un programa que en principio era de Cacho? Si, “Waldo”, el mismo Waldo desplazó a Cacho, junto con la gritona de “Juji”, y la hija adoptada (por ser simpática a diferencia de su padre), de Rada, en un complot secreto para que en un futuro los Teletubies se apoderen de Telemundo 12. Pero al contrario, así como alguna vez volvió “Ultratón”, ahora vuelve el viejo Cacho, vestido con una peluca y pintarrajeado, no tanto como Julia Möller en su ya clásico programa Periscopio (Canal 5). Claro que Chichita, como personaje, es un recomendable combo de vulgaridad y glamour en la te-levisión… Como si Lucía Topolanski saliera con un tutú rosa-do o que Julita Pou apareciera secándole la camisa a Lacalle, llena de la baba Larrañaga después de un acto. Lo cierto es que o yo soy un boludo, y ojo que me han dicho gil, gil de cuarta, nabo, tarambana, pero yo prefiero pensar que soy un “boludo”, ya que así me llama inteligentemente Luis Alberto Carballo, para referirse a mí persona sin nombrarme, cada vez que yo digo que su programa es espantoso, o yo soy capaz de reírme con la Cantina de Chichita como un boludo que soy. Ahora que admito que me río con la Cantina de Chichita, Carballo no sólo va a decir que soy boludo, sino que seguramente insinuará cosas tales como que yo pude haber sido el enano Fermín y tras un tratamiento a base de “Fanta Naranja” en “Cacho Bochinche” crecí a tal punto de parecerme a uno de los muñecos de Víctor y por eso hablo bien de mi jefe. Sí, me parece muy divertido verlo a Cacho vestido de Chi-chita diciendo cualquier estupidez. Pareciéndose a mi Tía Yeya cuando a punto de irse a bailar a Palmitas, a los bailes de la tercera edad organizado por el Club de Leones del pueblo, se ponía en las axilas una bue-na dosis del viejo desodorante Rexona, cuando este se llamaba “Rexina”, y que venía en un pomo plástico que cuando se apretaba salía con mucha fuerza y hedía a plástico brasilero berreta.
Publicado en el Semanario Voces (número 237)
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Matías Rótulo.