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Cuando Dostoievski escribió sobre Paul



En 2012 llegó Paul McCartney por primera vez a Uruguay. El fenómeno social que se generó por la llegada de Paul parecía un cuento del ruso Fiodor Dostoievski del año 1849.


Por Matías Rótulo 

El ruso Fiodor M. Dostoievski (1821 – 1881) publicó en 1849 una novela llamada Netochka, obra de un músico frustrado que consideraba que tenía un talento infinito pero muy poco valorado. Allí menciona un episodio, un fenómeno ocurrido en la sociedad de San Petersburgo cuyo parecido con la realidad montevideana actual no es mera coincidencia.
Obviamente Dostoievski no escribió sobre nuestro visitante ilustre sir Paul. Murió varias décadas antes que The Beatles se hicieran conocidos. Pero en una de sus obras, el ruso describió la llegada de un músico a San Petersburgo. La novela (en realidad es una novela corta) se llama “Netochka” y cuenta la historia de la hijastra de Éfimov, el músico fracasado y volcado al alcohol que al enterarse de la llegada de Shumann se angustió ante la imposibilidad de no llegar a verlo por no poder pagar la entrada, o quedarse sin ella.En el capítulo XI de la novela, el narrador explica que “un extraordinario acontecimiento vino a agitar la capital. Se anunció la llegada a San Petersburgo del célebre Schumann”. El músico alemán romántico, nacido en 1810, al momento de la publicación de Netochka seis antes de su muerte, gozaba de una enorme popularidad. Era, trayéndolo a los tiempos actuales, un Paul McCartney del siglo XIX.

Un hecho local
¿Qué sucedió cuando se anunció la llegada de MaCartney a Uruguay? “Todo lo que vivía alrededor de la música se puso en movimiento”. Eso fue exactamente lo que dijo el narrador en la novela de Dostoievski. Esas mismas palabras. La televisión, la radio e Internet en la actualidad así como los diarios de San Petersburgo del siglo XIX y de Montevideo del siglo XXI no hablaban de otra cosa.
La conmoción fue total. En la obra de Dostoievski se cuenta que “cantantes, actores, poetas, pintores, melómanos y hasta aquellos que modestamente declaraban no entender nada de música, se precipitaban a tomar sus localidades”. ¿Lo habrá dicho el narrador de la novela o será un comentario de alguien en algún medio de comunicación actual? Sin dudas, las palabras antes citadas están en el inicio mismo del capítulo XI de Netochka.
Así como en el Estadio Centenario, enorme, casi bicentenario e histórico “la sala donde el genio había de celebrar sus audiciones no era bastante para contener ni la décima parte de los entusiastas que poseían medios suficientes para pagar veinticinco rublos por entradas”. En esa época, “veinticinco rublos” estaba a la altura de buena parte de la riqueza de un comerciante bastante adinerado. Como para pagar hoy los casi 15 mil pesos de la zona “VIP” más cara.
Paul McCartney al igual que en 1849 Robert Shumann goza de “la fama… en toda Europa, su vejez cubierta de laureles, la frescura de su talento, y de su virtuosismo siempre jóvenes, el reducido número de conciertos que anunciaba y la certeza de no volverlo a ver ni a escucharlo pasada aquella sesión, habían producido el natural efecto: la expectación era inmensa y general”. Así lo describía Dostoievski, y McCartney cuenta con una fama que trasciende su Europa natal, una vejez cubierta de laureles (tanto de sir como el intento de declararlo ciudadano ilustre de Montevideo), la frescura de su innegable talento, y un virtuosismo siempre joven en todo de rock and roll. Dostoievski no escribió sobre Paul, pero estuvo muy cerca, adelantándose a un presente que demuestra que las sociedades son muy parecidas ante la oferta y la demanda, en la Rusia de 1849, y en el Uruguay de 2012 también.
Publicado el 14/4/12 en La República

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