Corría la sangre, me atoraba. Sentí un coágulo correr por mi interior, y caer como una pesada piedra en mi estómago. Ella me miraba: sus labios estaban teñidos de mi roja existencia.
Y yo, mientras hacía el esfuerzo por respirar, vi en sus ojos negros la alegría de mi sufrimiento.
Le dije que la amaba, mis fuerzas desangraban esas dos palabras: "te amo".
Mi voz salió como ahogándose. Escupí sangre, le escupí a los pies una lágrima, transparente, turbia, triste, negra.
POR MATÍAS RÓTULO
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