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Se me quemó el televisor

A un año de: ESA CAJA BOBA QUE NOS TRATA COMO IDIOTAS (LA ÚLTIMA)

Chau. Así debo resumir esta columna de hoy. Chau. Es la última. Después de seis años… -espere, espere, tengo que secarme una lágrima-. Después de seis años, les digo “chau”. Mi lágrima no deja de correr por mi mejilla. Es que estoy viendo a Carballo, y pienso que ya nada me obliga a mirar su lamentable programa de televisión. No puedo dejar de llorar.


Por Matías Rótulo (Publicado el 24/5/12 en el Semanario Voces)


Hace algunas semanas hablé con el director del Semanario Voces y le dije “loco, abandono la columna”. Me hace acordar a mi Tía Yeya de Mercedes a la cual le cuesta abandonar las columnas de luz de la calle después de salir de los bailes de la tercera edad donde copa va, copa viene, bailando con Los Iracundos todos se entretienen.

En casa tenía dos televisores. Uno había que prenderlo enchufándolo sin apretar nada más porque
el botón de encendido estaba trancado, siempre prendido, sostenido por dos ganchos para papel desarmado. Un día no prendió más. El otro televisor, muy viejo y gigante, era como del año 1980 y se veía todo verde. Se quemó al otro día de anunciar mi retiro, hace como un mes. La rotura del televisor fue una señal. A eso se sumó que la única cosa que venía viendo en televisión (en realidad en Internet) es la serie House que tras ocho temporadas llegó a su fin. 
Todo me indicaba que tenía que dejar por fin las críticas a la televisión. Como cuando Puglia dejó de usar bigote, como cuando Cacho dejó de soplar el silbato, como cuando Gorzy dejó de alcahuetear a Paco: esperanza, ese día algún día llegará. 
Debo resumir brevemente lo que pienso de la televisión: es una caja boba que nos trata como idiotas. Nos dejamos tratar como tales, nos creemos los discursos imperantes, y nadie en este país
se toma en serio ni las leyes vigentes, ni lo que significa la televisión para la cultura (me refiero a Ricardo Ehrlich y su equipo de gobierno, así como sus antecesores, pero también la Justicia que permite que todos los días se cometan infracciones a distintas leyes desde la televisión). La televisión sigue siendo una promotora de violencia que la sociedad reproduce todos los días.
No, la televisión no es un mero medio de entretenimiento. Es una forma de educar, y educa, o sino
mírese en el ómnibus, en su trabajo, en su casa. ¿No somos casi iguales a los personajes que vemos todos los días en la televisión? Un amigo, Gustavo, varias veces me ha preguntado “¿Para qué escribís la columna si todo va a seguir siendo igual?” Y ojo, no es que no me lean en los canales de televisión o quienes hacen los programas. Me consta que leen este espacio. Porque la televisión es un tema que de alguna manera u otra le importa a todo el mundo. Me consta que me leen por los mails insultantes, por las indirectas en sus programas, por las presiones y los ofrecimientos de trabajo solapados en “sos muy bueno en lo que hacés”, cuando en realidad debían decir “me tenés podrido y si te traigo no me vas a joder más”.

Solamente Gustavo Escanlar (yo no lo soportaba y él no me soportaba a mí aunque no nos Conocimos en persona, pero nos peleábamos mediáticamente, como Moria y Carmen), se animaba
a decir lo que muchos piensan de la televisión y no se animan a decirlo. Luego llegué yo, a este humilde espacio a escribir una columna exclusivamente de televisión. Fue una tarde de domingo en
la que se me ocurrió titular un artículo criticando el programa masturbatorio (de autosatisfacción) de Diego Armando Maradona que se llamaba “La Noche del Diez”.

Fue, al jueves siguiente, la primera vez que escuché en una radio que alguien decía mi nombre, por
algo que había escrito. Alfredo García me pidió que siguiera con la columna. Después recibí insultos de Rodolfo Pereira, enojos de Puglia, indirectas de Carballo, agradecimientos de Miguel Nogueira, y mails de otros personajes invitándome a pelear.

Muy pocos se animaron a seguir con el debate (solo Escanlar). Un día, después de haberlo llamado “terraja”, se acercó en una fiesta Omar Gutiérrez y me agradeció por las críticas. Dos por tres tengo la suerte de hablar con él por teléfono y aprender de un gran tipo que sabe que lo que hace le puede o no gustar a la gente, pero lo hace a conciencia, intentando mejorar, aceptando las críticas, y sin creerse nada más de lo que es.

Chau

En estos años de existencia de “Esa caja boba que nos trata como idiotas”, he aprendido a pedir disculpas, a decir “no” a ciertas cosas y a disfrutar de algunos momentos buenos. Me enojaba al principio cuando me decían “cómo me río con tu columna”. A mí me interesaba que no se rieran, pero sí que pensaran, que discreparan conmigo, y que el tema se lleve a un debate mayor. Ese debate no se da. Cuando nos dicen que cambiemos de canal, nos están imponiendo que hagamos silencio frente a lo que consideramos malo. ¿No es una forma de censura? Una censura a los televidentes. No nos importa si no le gusta, cambie, la televisión no la hacemos para usted, la hacemos para nosotros, y por eso hablamos únicamente de nosotros. Así, la gente sigue siendo tratada como idiota. Seguimos
siéndolo. ¿Seguiremos?

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Agradecimientos

A los lectores. A Jorge Lauro por llevarme a la perdición de escribir en Voces. A Alfredo García por terminarme de perder. A mis compañeros de Voces. A los que hacen la televisión y me putearon.
A los que hacen televisión y me dieron para adelante. A Omar Gutiérrez, a Luis Morales, a Matías Camargo, a Gustavo Iribarne, y al Vendedor de Caramelos. A Alberto Silva, a Alejandra Casablanca, a Walter Pernas, a Alejandro Gabar, Pablo Silva Olazabal, y Gustavo Rey por tener en cuenta esta columna. A la Tía Yeya.

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