Se cumplen 99 años del asesinato de Delmira Agustini. “La muy loca” tal como el “corresponsal” de un diario escribió para Argentina el 7 de julio de 1914.
Y tu voz de muy lejos, con un olor de muerte,
Vino
á aullarme al oído un triste ´¡Nunca más!´"
Delmira
Agustini
Por Matías Rótulo
Delmira (1886 – 1914) personaje y Delmira mujer se siguen confundiendo hasta hoy. Son dos Delmiras
diferentes. Una es la mujer que murió asesinada por su marido en 1914, y la
otra es el personaje de la novela histórica de Omar Prego Gadea.
La
historia de ambas, es muy parecida a la historias de muchas mujeres de nuestro
tiempo, en esta ciudad.
El libro Delmira de Omar Prego Gadea (Santillana, 2006) tiene la muñeca de
que le perteneció no al personaje de la obra, sino a la mujer de la vida. Esa
muñeca estuvo durante todo el velatorio presente como una doliente más, afirma
el narrador con respecto a la muerte del personaje de nombre Delmira.
En la
tapa del libro, la muñeca que perteneció a Delmira, la real, parece señalar
cautelosamente a alguien, mirando un más allá nostálgico y casi centenario.
La muerte
de Delmira enlutó al “pacato” Montevideo de 1914. “No puedo soportar tanta
vulgaridad” se narra en el libro de Prego Gadea, al contar que Delmira abandonó
el hogar que poco tiempo antes había formado con su a la postre matador,
Enrique Job Reyes. ¿Se trata de los personajes, o habrá sido así en realidad?
Al
marcharse se cobijó en la casa de sus padres, junto a su canario embalsamado, a
su muñeca, y sus escritos caóticos.
Los diarios se ocuparon al otro día del
asesinato de inmortalizar con morbosos lujos de detalle los hechos. La Tribuna Popular le dio espacio a un
primer plano a la imagen de Delmira, manchada de sangre, y de Job Reyes, aún
vivo, agonizando, en la cama, junto al cuerpo de Agustini. Delmira también fue
personaje en los diarios, caricaturizada hasta en su féretro.
Casi nadie cuestionó la causa del asesinato
y hasta por momentos parece ser justificado por algunos cronistas. Los
cronistas citaron frases y poemas que adornaron la macabra escena. Montevideo
fue un absoluto silencio, aunque lleno de voces que se elevaron para especular
sobre el crimen, la mujer y el hombre, sobre lo que hacían juntos a pesar de
estar divorciados. En el libro de Prego Gadea se lee la cita de un diaro: “los
pobres muertos, jóvenes, y dichosos se han llevado consigo la explicación de
ese desenlace enigmático, oscuro y novelesco” (pág. 32). Más abajo, en la misma
página dice “miremos pues, con un poco de piedad esa bella historia de amor
devorada por la muerte”.
Delmira, la mujer, la
poeta
Delmira fue una pionera oriental en la
literatura, no erótica (para no caer en simplismos) sino en el modernismo
destacado por el propio padre de la corriente: Rubén Darío. El nicaragüense le
dirigió una carta elogiosa a Delmira. También fue de las primeras mujeres que
abandonó a su marido, no por “muy loca”. Quizás el motivo fue esa “vulgaridad”
que el narrador pone en voz del personaje Delmira. ¿Qué prevalece, ya no del
personaje sino de la mujer? Prevalece la muerte, la historia y el rumor que se
va alimentando con una cantidad de versiones distorsionadas. Si algo ha
aportado el libro de Prego Gadea es una novela cuasi policial, cuasi histórica,
donde los límites quedan invisibles. Más que nada, es una creación literaria,
siendo Delmira el personaje central de la ficción. Delmira es título de libro
(título epónimo, es decir que refiere al personaje central), por lo que no
queda duda alguna: no es una historia, es una novela, y el personaje literario
es una poetiza asesinada (ya que la historia gira en la muerte y no en la vida
del personaje).
Volviendo al diario que la calificó de “muy
loca”, lo hizo en un contexto de destacar que Delmira estaba con las piernas
desnudas en el momento de su muerte, aquellas a las que había escrito “la muy
loca”. Prego Gadea conjetura (siempre sobre el personaje y no sobre la persona)
en su libro, que Delmira fue asesinada de dos balazos en la cabeza, mientras se
ponía las medias, en uno de sus encuentros secretos con su ex esposo. Se ponía
las medias para marcharse. Tal vez no hubo un pacto de muerte, tal como los
románticos de la época quisieron pensar, sino una intención de Delmira por irse
de aquella casa, de concluir lo anunciado horas antes a su madre: “quedará todo
solucionado” (insistimos que hubo libertad creadora por parte de Prego Gadea).
Delmira está presente en los estudios
literarios actuales y se enseña en los liceos. ¿Por qué nos sorprende la
historia de muerte de Delmira, siendo que hoy tenemos decenas de casos similares
en Uruguay? Delmira no debe ser una historia más que parece tan lejana, en una
ciudad que se separa de esta, tan solo por 99 años. Hoy sigue habiendo mujeres
como Delmira, pero no todas las asesinadas en sus hogares tienen un novelista
que les escriba, aunque muchas veces, algunos personajes ya no literarios sino
de la vida real intentan justificar acciones que trascienden las páginas de una
novela.
publicado el 5 de julio en Semanario Voces
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Matías Rótulo.