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El discriminador y los insultadores. A partir de las reacciones en Internet por un artículo del diario La República

Por Matías Rótulo


El fin de semana hubo un gran revuelo en las redes sociales a partir de un artículo del diario La República escrito por el periodista Gerardo Bassorelli y que fuera publicado en el suplemento Tribuna de dicho matutino. El artículo recogía una crónica desde Brasil sobre una experiencia vivida en el marco del Mundial de fútbol. El periodista tituló al artículo: “Entre travestis gays y putas”. En la primera lectura (ya desde el título), la lectura lineal, el tono del artículo era altamente discriminador y agresivo con homosexuales, prostitutas y travestis. En esa primera lectura líneal se podía percibir cierto tono acusador del narrador, a la hora de asociar actos delictivos con los protagonistas de su historia.

Digo que su tono era discriminador en una primera lectura, ya que hay otra lectura posible. Esa lectura posible la explicó el mismo autor viendo las respuestas de los lectores y el efecto en cadena de las redes sociales ante su trabajo. El problema fue que la explicación del autor, casi nadie (me incluyo) la conocía en el momento de leer la nota:

Comprendo que los lectores no tienen por qué saber que se trata de una ´nota de color´ -explica Bassorelli-; tal vez habría que aclararlo para que se introduzcan en la lectura a sabiendas de cuál es el enfoque y el estilo de la misma. Una de las principales diferencias entre las páginas de información y las ´de color´ es el lenguaje que se utiliza. Es a propósito. Es un estilo. A mucha gente le gusta y a mucha gente no”. 

Coincido con el periodista en el cambio del lenguaje. Los periodistas, al escribir una nota de color abandonamos el formato estructurado de la pirámide invertida, los enunciados cortos, los verbos en estricto pretérito perfecto simple (dijo, opinó, resaltó, etc.).

El autor señaló en su nota aclaratoria publicada el domingo, que el artículo de la polémica era en tono de broma-. Si el autor lo dice no deberíamos dudar de eso. El asunto fue que el autor cometió tres errores. Cometió el error de cualquier bromista o contador de chistes, ya que el chiste es un tipo texto que pretende producir un efecto en el otro: la risa. Pero si no se logra el efecto, el mensaje queda inacabado. El chiste debe ser entonces de modo bilateral emitido con un fin humorístico desde el emisor y recibido como tal en el receptor.

Para eso, ambos deben tener en cuenta el concepto de la ironía, es decir que ambos comprendan el mensaje, pero también la sátira, para que exista un acto reflexivo sobre aquello que se dice (reflexivo en el sentido de moraleja).

El artículo del periodista de La República no fue efectivo ni irónicamente ni satíricamente. Ese fue el error del periodista. Quiero aclarar que hasta el mejor contador de chistes del mundo no siempre logra el efecto deseado ya que al ser un asunto bilateral, el receptor puede ser responsable de no entender el chiste, ya que debe estar informado sobre aquello que se le dice.

Los lectores del artículo no estaban informados previamente sobre el concepto de “nota de color” que maneja el periodista. La culpa puede ser del periodista o del lector, vaya uno a saber. Reitero que aunque conozco el concepto de “nota de color” en la primera o segunda lectura no entendí la intención de mi colega periodista, pero asumo la culpa.

En las redes sociales, esas mismas que desde individualismo más antisocial y muchas veces anónimo suele ser el soporte de la irracionalidad social, acusaron al periodista de: hijo de puta, imbécil, tarado, gil, estúpido, enfermo, mal periodista, ladrón, alcahuete, puto reprimido, mogólico... y puedo seguir recolectando calificativos.
Sí, lo criticaron por criticar a las prostitutas y homosexuales, por llamar de “putas” a las prostitutas pero los utilizaron como insulto para el periodista.

Muchos le expresaron su odio, haciéndole frente así al odio que detectaron en Bassorelli hacía las prostitutas y gays y travestis.
Además cuestionaron al diario por haber levantado el artículo del sitio web, ese mismo artículo que momentos antes cuestionaron por emitir un mensaje discriminador. Si es discriminador no debería estar publicado.

Para muchos, el mensaje era malo por su contenido y lo expresaron con un mal mensaje: el insulto. El insulto es un tipo de mensaje unilateral en su intención pero bilateral en su resultado. La respuesta sería el unilateral silencio o el unilateral insulto de respuesta.

Es paradógico que insulten aquellos que reclaman por la discriminación. Comprender la discriminación implica un acto reflexivo profundo y que demuestra un cambio de pensamiento social arraigado por siglos en las entrañas de sociedades que vieron al diferente como si fuera un enemigo. Pero el insulto implica una salida irracional y por ende contradictoria con aquello reflexivo que determinó el pensamiento del sujeto para comprender que el homosexual es tan parte de la sociedad como el heterosexual.
Somos antidisciminatiorios gracias a la educación, pero lejos de educar, el insulto tiene un efecto involutivo en el pensamiento.

Bassorelli se equivocó en el mensaje, no logró el efecto deseado. Eso puede ser cuestionado desde la habilidad de escritura del autor, desde la intención comunicativa, etc. Pero quienes lo insultaron no se equivacaron en el mensaje. El mensaje fue directo, claro, opacando la intención reflexiva de la crítica ante un mensaje de humor no detectado por el lector.

El discriminador fue insultado porque fue incomprendidoEl insultador, por otro lado, fue comprendido ya que su mensaje fue líneal y único, cerrado.
Arriesgó Bassorelli al intentar escribir un artículo de humor. Arriesgó y le salió mal.
Pero quien insulta como único medio de defensa no arriesga nada, o mejor dicho, pone en riesgo al mensaje que pretende dar. 

NOTA: El autor pidió disculpas, pero parece que eso tampoco alcanza. 

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