En la dualidad
autor-lector, cuando tenemos que determinar qué es la nueva literatura, nos
quedamos pensando casi siempre en el autor. Los críticos se manifiestan
conmovidos por el nuevo escritor, el joven escritor, el original escritor. Pero
casi nunca pensamos en que la nueva literatura también se construye con los
nuevos lectores.
Por Matías Rótulo (Publicado en Voces 438)
Se escuchan discusiones sobre los gustos adolescentes. “¡Qué mal gusto que tienen!” Gritan como jueces algunos, salpicando con consideraciones totalitarias, absolutas y repetitivas el debate sobre qué es el buen gusto, el mal gusto y la belleza. El debate todavía no está cerrado ni por la crítica cultural, ni por la filosofía y mucho menos por los periodistas.
Decir que tienen mal gusto es
igual a la siguiente afirmación: “se pasan todo el día en Internet” tal como me
dijo en tono de crítica un señor de cuarenta años hace pocos días. Internet
reveló que este señor entre el jueves, viernes y sábado pasado hizo una
publicación en Twitter y Facebook
cada cuarenta minutos en promedio.
¿Por qué, a un adolescente de quince años no le conmueve la
perfección métrica, rítmica y la temática de
un poema de Rubén Darío? Hágale leer a un adolescente “Lo fatal” y mírele
la cara de angustia por someterlo a eso. Mírese a un espejo a usted mismo
mientras lo lee.
Pero cuando en clases de tercer año de liceo se les lleva un
texto de la escritora uruguaya Cecilia Curbelo*, comprenden al instante lo que Camila, la
narradora de La decisión de Camila expresa.
Lo mismo sucede con otras lecturas: sobre su barrio, sobre la problemática
adolescente, sobre el fútbol, sobre la televisión, sobre los video juegos, o el
preferido de la mayoría: Voces Anónimas.
La escritora uruguaya Cecilia Curbelo no está en los
programas oficiales de literatura y seguramente falta mucho tiempo, y muchas
notas como esta, en medios más masivos que este, y más premios de los que
tiene, para ocupar un lugar en la
prestigiosa y a veces ortodoxa lista de autores uruguayos canónicos.
Pero para buena parte del público adolescente, la obra de
Curbelo (es cierto, con un buen aparato de marketing y promocionada a toda voz
por librerías) está entre las autoras más reconocidas y queridas.
El uso del
lenguaje en su obra es imitativo, y por eso los lectores se identifican, pero a
los adultos les cuesta entenderlo. La paleta de personajes protagonistas se
completan con Micaela, Belén,
adolescentes en debates con ellas mismas, con los problemas propios de su edad.
No debaten solamente sobre el color de un pantalón que usará el personaje, sino
sobre aquellas cuestiones más profundas ¿Debe salir o no el personaje de una
adolescente ante el mensaje de un desconocido que la cita en un lugar cercano a
su casa?
La obra no escapa de
su propio molde, de su estilo de escritura y las temáticas son similares, con
personajes de poca profundidad sicológica, y situaciones comunes pero complejas
al mundo adolescente. La similitud entre una obra y otra es parte del éxito de
su obra, que esté entre las más vendidas: Curbelo conoció la llave del éxito.
¿Usa bien las metáforas? ¿Nutre su obra de recursos
literarios de exquisita complejidad? No. Lo cual nos abre otro debate: ¿Es
importante que la obra se acerque al lector y nada más? ¿Hay que desarrollar el
buen gusto de los adolescentes? ¿Qué es el buen gusto? ¿Qué es la belleza? O
simplemente ¿Es bueno que lean, aunque lean lo que sea? Esos debates también
siguen abiertos.
“Ella –Camila-, habla como nosotros, escucha lo que
escuchamos nosotros, y tiene las mismas dudas que nosotros”, explica Lucía, una
adolescente de tercer año de un liceo de La Teja cuando se le pregunta por qué
les interesa la obra de Curbelo.
(*) Este artículo
recoge la experiencia del autor del artículo en un liceo de Montevideo.
Comentarios
Publicar un comentario
Gracias por su comentario.
Matías Rótulo.