Breve ficción sobre el Mundial 1950. Los fantasmas de Pacaembú se quejan de la gloria de los de Maracaná.
Por Matías Rótulo
Retumba en la tumba el eco. He colaborado para espantar a los visitantes desde épocas lejanas, mucho antes de mi nacimiento, porque mi madre ya realizaba esta misma tarea, y yo me agitaba ante el más mínimo susto de los curiosos.
Aquí nació el mito. Uruguay le ganó en este césped a Bolivia. Pero la historia enterró aquel ocho a cero en la memoria de los olvidados. Había 5.248 personas que fueron tragadas por la tierra. Los jugadores y técnicos, así como el juez, tampoco son los mismos que luego siguieron jugando la copa.
Todo fue por culpa de Maracaná un estadio famoso, mientras estos muros chorrean ignorancia. Desde aquel día de la final, nosotros quedamos marcados por el olvido eterno de la hazaña. El día que nosotros, habitantes e hijos del Brasil continental, fuimos humillados.
Este estadio es la tumba del fútbol. Aquí ha muerto la esperanza. Uruguay le ganó ocho a cero a Bolivia y fue el primer paso del desastre.
Yo tengo que espantar a los fantasmas que vienen, curioseando. Más ahora, que por aquí no habrá mundial nunca más. En Maracaná viven otros fantasmas pero con tanta prensa y gente, y recuerdo y movimiento, casi no se aparecen. Lo difícil es estar aquí, viendo todos los días a los uruguayos saliendo a la cancha, metiendo gol tras gol con esperanzas de ganar, pero nunca con la certeza de lo que pasó tiempo después.
Retumba en la tumba el gol. El eco del gol. El gol. El eco del gol. El gol. El eco del gol. El gol, el eco del gol.
Alejo fantasmas.
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Matías Rótulo.