Si Rasguña las Piedras
de Charly García fue un grito de desesperación por la libertad del hombre
(sacándole toda connotación política), Durazno
Sangrando enfrenta los dilemas más esenciales del hombre ilustrado: su
consciencia por la libertad y la libertad en sí misma.
Por Matías Rótulo
En centro del asunto (valga la redundancia) es el centro del
dilema humano, y a la vez el centro del objeto. Ese objeto es un Durazno que
sangra. En realidad, el durazno tiene un atributo “sangrando” y un verbo
elidido que establece la relación con el Durazno. Ante la pregunta ¿Cómo está
el Durazno? Se puede responder: “El Durazno está sangrando” recuperando el
verbo copulativo. El Durazno está en un constante sangrado. Eso significa la
muerte agónica, pero además el dolor perdurable. En la naturaleza el “sangrado”
del durazno es el alimento de otras especies, la posibilidad de la consciencia
lo hace dolorido, agónico, pues ser alimento de otros en vida, es una de las
tensiones esenciales que enfrentamos: el ser devorados vivos.
La pregunta que debemos hacernos es: ¿Durazno Sangrando es un
poema de vida o un poema de muerte?
A veces, la idea de vida o muerte nos es más cercana si
entendemos a aquel que protagoniza la situación como un cercano, un igual, en
definitiva un pariente o un amigo. En Durazno
Sangrando hay un acto simple de acercamiento a lo humano. El durazno tiene
piel, consciencia (se vio a sí mismo –“al verse”-), sangra (ya no como un fruto
sino como cualquier otro animal y algunos insectos) y no solamente goza del
humano beneficio de la consciencia, sino que hasta hace uso de la fe: “a la
orilla de un río su fe lo hizo llegar”. ¿Hay un intento de movimiento o una
explicación interna por parte de objeto poético, que es el Durazno, sobre su
situación? Otros rasgos humanos impuestos al Durazno son la facultad de
escuchar (escuchó una melodía muy triste del sur) por lo que además tiene
discernimiento de lo estético. La música es creación del alma, pero también
desde el alma se crea música fúnebre, el canto de despedida. Tal vez, en este
caso es canción de vida, canción que despierta la conciencia, pero despertar la
consciencia es despertar la idea de la muerte.
Las descripciones del elemento poético, el Durazno, en un
ciclo de vida, se dan con un marcado rasgo de tiempo y lugar. El durazno cae
temprano… ¿Con respecto a qué es temprano? El caer del árbol implica un ciclo
de vida que la naturaleza regula con ayuda de la fuerza de la gravedad. ¿Cayó
temprano, o mejor dicho, antes de lo que tenía que caer? O ¿Cayó de mañana
temprano?
La mañana, el despertar de un nuevo día, de una nueva vida es
un tema spinetteano por excelencia. La mañana o el mañana son motivos de dejar
atrás el pasado, pero además de futuro incierto. El durazno que sangrará (en
futuro porque los tiempos del poema así van marcando el paso del tiempo en sus
verbos conjugados).
El pretérito se ve en los verbos “cayó” (el durazno del
árbol), “era” (su piel), lo hizo (su fue lo hizo llegar a la orilla del río), y
de pronto se impone otro verbo, el presente “son” con respecto a los duraznos y
los duendes. La voz lírica asume un papel presencial en la historia, su visión
es la visión del lector: de narrador pasa a ser testigo que especula: “dicen
que en este valle los duraznos son de los duendes…” ¿Quién lo dice? No se
aclara pero es ahí, en la incertidumbre y el tiempo presente que se ubica la
voz poética, en el mismo lugar de conocimiento que el lector del poema.
El poema es dinámico en sus tiempos: hay un hecho en pasado:
la caída del durazno del árbol, pero también una situación de incertidumbre en
el presente:
“Pasó cierto tiempo en el mismo lugar
Hasta que un buen día se puso a escucharUna melodía muy triste del surQue así le lloraba desde su interior:
"Quién canta es tu carozoPues tu cuerpo al fin tiene un alma”
Será tu corazón el que sangre”
“Y la canción que escuchas
Tu cuerpo abrirá con el alba"
La noche del tiempo sus horas cumplió
Y al llegar el alba el carozo cantó
Partiendo al durazno que al río cayó
Y el durazno partido
Ya sangrando está bajo el agua”.
Hasta que un buen día se puso a escucharUna melodía muy triste del surQue así le lloraba desde su interior:
"Quién canta es tu carozoPues tu cuerpo al fin tiene un alma”
Será tu corazón el que sangre”
“Y la canción que escuchas
Tu cuerpo abrirá con el alba"
La noche del tiempo sus horas cumplió
Y al llegar el alba el carozo cantó
Partiendo al durazno que al río cayó
Y el durazno partido
Ya sangrando está bajo el agua”.
La incertidumbre
es por parte del Durazno, pero además del receptor. Es allí, en el momento en
el que el narrador habla en presente (ubicándose en el presente del Durazno
pero también del receptor), el asunto determinante: "Quién canta es tu carozo/ Pues tu cuerpo al fin tiene un alma”.
¿Es
la caída del árbol un rasgo de madurez y libertad o el desprendimiento hacía la
muerte?
El
carozo
El
centro físico - simétrico de los seres
vivos no es necesariamente el corazón aunque lo consideramos el centro de la
vida pero no el centro de la consciencia. De hecho, el corazón es un músculo
que nada tiene que ver con los sentimientos, es el símbolo generalizado del
amor (una construcción cultural de antaño). Sabemos que todos los órganos cumplen un papel
fundamental para la vida (aunque algunos pueden ser suprimidos o funcionar
mal). Pero el cerebro y el corazón son fundamentales. Sólo los seres humanos somos
conscientes de la función de ambos. En el caso del Durazno, su “corazón” desde
el punto de vista poético es el carozo, ubicado en el centro justo del fruto,
rodeado por su pulpa y cáscara (su piel). El corazón del Durazno es el centro
físico donde se chocan fuerzas contrarias. En el interior del casi esférico
planeta Tierra hay fuerzas de gravedad pero también contrarias. El encierro del
carozo en el durazno es una fuerza que se ejerce hacía el exterior. El durazno
late en los silencios musicales y el latido es una fuerza motora de impulso. Pero
hay una fuerza externa desconocida: la música, el ambiente, el mundo.
El Durazno
está libre de su atadura primaria: la del árbol, pero su interior está atrapado
en su propio cuerpo.
“Y si
tu ser estalla
La angustia es doble: la de la libertad, el deseo de libertad
y de vida, pero también la posibilidad de libertad y muerte.
El ciclo de vida
El
durazno está condenado a morir. ¿Cuándo está con vida el Durazno? ¿En el árbol,
en el suelo, cuando va a ser recolectado, cuando es un fruto apreciado por los
seres humanos?
“La brisa de enero a la orilla
llegó
El ciclo se cumple en la desolación. El Durazno por fin pudo
ser libre al cantar. El Durazno fue canción en Spinetta y se hizo canción en el
interior del poema. La canción es la libertad. “Y al llegar el alba el carozo cantó” (nótese la continuidad que le
da el conector “y” en la narración temporal). La libertad para el Durazno nunca fue ejercida con libertad
absoluta. La libertad le costó la vida. El agua, generalmente es símbolo de
vida, pero de vida futura en especial. Es en el agua (simplificando los que nos
acompaña durante nuestro desarrollo fetal) donde los humanos vivimos nueve
meses, sumergidos en el vientre de nuestras madres. El Durazno vuelve a lo que
le dio vida en su germinación. El durazno es un fruto y el agua es su fuente de
nutrición. El agua y la luz son parte de su proceso (siendo la oscuridad
esencial en el nuestro y de allí es que “dar a luz” es el cambio de estado del
niño al nacer). Allá vuelve, a ser, ahora herido, cobijado por el tercer
elemento mencionado en el poema después del viento y la tierra: el agua. Es
allí donde morirá. Pero su muerte es el resultado de una vida que tuvo un
privilegio: el de la consciencia.
Por eso no es una canción ni de vida ni de muerte, sino que
su poema se centra en la reflexión sobre ambos gracias al existir y conocernos.
Somos esto, seremos aquello: el Durazno fue un ser feliz por entenderse, aunque
eso también lo llevó a la angustia de la extinción.
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Matías Rótulo.