Un articulo del año 2013 que bien se podría aplicar a la actualidad económica de uruguayos y argentinos. Una visita a la Feria del Libro de Buenos Aires, monstruosa, hermosa y conveniente.
Matías Rótulo
a Feria del Libro de Buenos Aires es intransitable, enorme, monstruosa, y envidiable. La cultura es como dijo un filósofo… Dijo algo. No sé qué dijo pero algo dijo sobre la cultura. Lo importante es que uno puede comprar y comprar y no gastar tanto porque el cambio favorece.
El “cero kilo” no corre en este caso, a pesar de que varios uruguayos traen valijas llenas de novedades editoriales, clásicos, Ludovica, Pilar Sordo, historia, filosofía, Dante, Baudelaire, Alfonsina, Mistral, y Cervantes.
Y Dostoievski, Borges, Bucay, Osho, Quiroga, Víctor Hugo,
Víctor Hugo, el primero brutalmente denunciado por Haberkorn y el segundo es el otro, el que escribía mejor
de lo que relata fútbol Víctor Hugo, Cortázar, Saramago y Vargas Llosa. Todos
ellos en ofertas insuperables. La Feria del Libro de Buenos Aires realizada en
el predio de la Asociación Rural, aquella que en la Dictadura argentina hubiera
preferido quemar todos los libros antes de que fueran leídos por las clases
populares, que si leían tal vez fuera por su orientación “rojita”, es como
nuestra Feria del Libro multiplicada por quince.
En el predio hay cinco galpones llenos de libros. Si estuvieran
llenos de telas sería una feria de telas. Pero no, son libros, por lo tanto es
una feria del libro (esas explicaciones las aprendí de tanto leer libros y de
tanto usar ropa de tela). Para ingresar hay que hacer una fila de cien metros
sólo para pagar la entrada. Al llegar a la boletería, un señor que luce la
chaqueta con el logo de la Feria y la palabra “control” te dice amablemente:
“chicos, chicas, pasen por acá, no sean boludos/boludas (yo agrego el femenino
para que sea equitativo con el género), y no se amontonen en un mismo lugar”. Entonces,
uno entra y lo primero que percibe es el colorido, los libros por todos lados,
las promociones, y la multitud.
En las mesas de libros con descuentos, aquellos que dicen “3
x 50” (siempre en pesos argentinos y de cambio muy favorable para los
uruguayos), algunos compradores compulsivos van agarrando de todo un poco sin
mirar qué agarran. Seguro, algún “boludo o boluda” sacaron al azar un libro repetido. En una misma mesa estaban las ediciones de
Alfaguara de Vargas Llosa al lado de un libro que se titula Horóscopo Chino 2010 con la foto de una
señora vestida de rey mago en la tapa. En esa misma mesa de ofertas había libros
usados de la editorial Sudamericana, y otros mezclados de Cortázar (Todos los fuegos, el fuego, Rayuela y
otros títulos en libros mal editados por una editorial desconocidos).
Más allá, en la librería del Fondo de Cultura Económica, la
gente entraba a elegir un libro y para pagarlo tenía que salir veinte metros
del stand para hacer la fila. Uno podría pensar ¿Por qué de paso no nos
llevamos el libro? Primero porque estamos hablando de cultura y en la cultura
no se afana, salvo que sea el editor del libro de la mujer vestida de rey mago
que puso a la venta la quinta edición del Horóscopo
2013. Segundo, que los libros eran tan baratos que no valía la pena
robarlos. Tercero que no está bien robar o hacer apología del hurto en un medio
de comunicación: para eso están los que defienden a los del horóscopo.
Escritores y
compradores
Los visitantes en la feria del libro caminan, se amontonan, y
luchan por las ofertas. Muestran los colmillos, no se detienen a reflexionar
sobre lo que comprar, pero compran.
Aquellos que quieren leer la contratapa de un libro para enterarse de qué se
trata corren el riesgo de ser aplastados. Hay, además, un alto tráfico de
tickets de descuentos (a cada persona con la entrada le daban tres cupones de descuento
de 7 pesos argentinos) que van y vienen entre vendedores y compradores. Pero si
la compra es mayor a los 400 pesos argentinos, conviene pedirles a los
vendedores un descuentito más (no me den las gracias por el consejo que les
doy, lo hago de solidario que soy). El 20% de descuento hacía que aquellos que
no utilizaban los cupones de 7 pesos dejaran arriba de las mesas de descuento
sus cupones no utilizados que agarraban otros compradores para aumentar sus
posibilidades de compras. Eso es porque la cultura es solidaria, se comparte
con el otro el conocimiento. Si fuera un bar que entrega tickets, tal vez uno
se bebería hasta la última gota con tal de gastar el beneficio.
Otros que aprovechan su momento son los fanáticos de los
escritores de moda, o sicólogos devenidos en escritores de moda, o escritores
de moda devenidos en estrellas del jet set. Entonces, las filas de personas
esperando por un autógrafo se extiende a treinta metros de largo y el
amontonamiento se convierte en insoportable. En uno de los stand, había una
escritora que al no ser famosa, se conformaba con leer un folleto de otro libro
esperando que alguien se dignara a comprarle el libro para que ella lo firmase.
Dio lástima verla solita. Escribió una novela sobre el amor entre dos hermanos
que lucharon por la independencia… no importa, al lado había una mesa de
ofertas por lo que no le presté atención a la señora (no está permitido hacer
apología del hurto pero sí es bien visto hacer apología de la compra
compulsiva).
Pero ya dije que hay otros escritores que tuvieron mejor
suerte. Una de las filas se extendía por más de cincuenta metros. ¿Quién era la
que firmaba autógrafos y vendía libros como tortas fritas en la puerta de la
Facultad de Derecho? Era la astróloga del libro de 2010 con ella en la tapa
vestida de rey mago, que ahora publicó el Horóscopo 2013 y que la vuelve a
tener a ella en la tapa vestida de rey mago. Ella fue a la feria del libro a
firmar autógrafos vestida de rey mago. Confirmado: los reyes magos son los
astrólogos.
En uno de los escenarios ubicado en el interior del uno de
los galpones comenzó a sonar una banda de blues (porque es cultura, chabón),
pero como al lado había un stand de la provincia de Mendoza, y más atrás uno de
una editorial infantil donde los niños gritaban, el blues era confuso, ruidoso
y molesto. Lo mismo con la decena de escritores que daban charlas sobre su obra
pero que por el tumulto, el ruido, y la mala amplificación impedía que se
escuchara adecuadamente.
Comprar, comprar
Muchas luces, avisos
de empresas, editoriales, y dinero ganado a paladas gracias a los compradores y
más compradores que encuentran ofertas y ofertas y son motivados, a veces por
el interés cultural y otras por sus ansias de gastar.
La cultura no está ajena al mercado,
y el mercado no lo está de la cultura. Los stands de libros taquilleros, los de
Best Seller estuvieron siempre repletos. Los que ofrecían textos o escritores no tan conocidos, o aquellos
producidos desde la academia (por ejemplo los stands universitarios), son lugar
de siesta constante para los encargados. La gran pregunta que me hago es ¿Será
la cultura, el interés por la lectura lo que mueve a los cientos de miles de
visitantes de la monstruosa feria del libro porteña? ¿Será la ambición de
comprar y comprar por el simple hecho de acumular? ¿Hay un poco de ambas cosas?
Deberíamos cuestionarnos ese tipo de asuntos, cuestiones esenciales para el
hombre. Lo dice alguien que se trajo una valija llena de libros, que aprovechó los
descuentos, que compró sin querer dos libros iguales por agarrar como un
desenfrenado las ofertas de una mesa de ofertas (el otro se lo regalé a una amiga
que se entera ahora que no pensé en ella al comprarlo y que me salió regalado).
No veo la hora que se haga una feria de telas en Buenos Aires, ya que ahora con
el cambio a nuestro favor nos convendrá y mucho ir a probar suerte. De última,
la tela es tejido y “texto” proviene de la palabra tejido (tejido de letras).
El anterior fue un aporte a la cultura, el único de esta columna.
publicado en Voces el 9.5.13
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Matías Rótulo.