LA COLUMNA AMARILLA (TERCERA ÉPOCA) Por Antonio Pippo Esperó el momento oportuno, saltó un muro y se fue. Tiene 85 años y buscaba la libertad. Tomó un ómnibus, bajó en el Puente del arroyo Carrasco, llegó a la playa y durmió feliz, bajo las estrellas. Al otro día vino a LA REPÚBLICA, contó su peripecia y pidió que le ayudaran. Este hombre vive en un hogar para personas viejas y solas. Es un hogar que cumple con los requisitos exigidos por el Estado, según comprobaron el Mides y el BPS. Sin embargo, para él de quien los médicos han dicho que no puede estar solo es una cárcel y no quiere volver, aunque por razones obvias hubo de regresar. Mientras tanto, sin posibilidades verosímiles de darle esa libertad que desde la mirada y con todo el cuerpo el anciano seguirá buscando hasta su muerte, los servicios sociales estudian un caso tan conmovedor preguntándose cuántos otros alientan el mismo deseo de evasión para que, mientras caminan, el sol, el viento y la lluvia, y hasta la muerte, les
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