Por Matías Rótulo John Grisham se llenó de arena. El hombre lo había dejado descansar junto a la pata de la silla playera. Un niño pasó por junto a la silla y le empapó de gotitas saladas las letras del título. El hombre, rojo como un tomate y haciendo práctica de lagarto, absorbiendo el sol con un protector solar menor al exigido por su piel, levantó el libro, le secó las gotas con el puño, pero en realidad lo empapó con su sudor. El niño siguió su paso rumbo a la sombrilla roja de borde amarillo, sin darse cuenta que el hombre estaba molesto. Al ver el hombre la mancha líquida de su libro nuevo, edición tapa dura, de bolsillo, dio una patada al aire desde su reposera. En la patada, arrastró un poco de arena que logró entrar en la botella de agua helada. El hombre se enojó mucho más por su torpeza que por la del niño. En ese momento se olvidó del pequeño de "shortcito" naranja con ositos blancos y sin remera. Miró con angustia el líquido interior de la botella. Pensó que pa
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