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Tengo un muerto en mi velorio

    “El lector culto sabe que Shakespeare y Walter Scott representaron ambos  a sus enterradores como gente alegre y divertida, con el fin de impresionar más la  imaginación con el contraste”. A. S. Pushkin D entro del ataúd: el muerto. Afuera los parientes lloran desconsolados, bajo la luz de la tristeza que ilumina el salón fúnebre, pintado de un gris muy claro y cuadros llenos de vida con flores que nunca se marchitan en la pintura.  Recordar parece ser un desconsolante acto de amor en toda ceremonia de este tipo. El café con el gusto amargo de la boca seca de la madrugada triste, que se impone al olor de las flores de la corona con su banda, que dice solemnemente “tus amigos”. Flores tristemente inútiles para el muerto. Más aún si el cajón permanece cerrado para cuidar la compostura del finado, su integridad moral, su decencia. Una decencia envuelta en su cuerpo, envuelto su cuerpo en la mortaja, cosechando la temperatura necesaria para que luego el g

Ella también

Ella no es nadie, o son todas las "ellas" posibles. Las características principal de ella es que además de poder ser cualquier "ella", algo le ocurre con respecto al otro, pues es ella a la que "también" le ocurre algo. Le ocurre algo con respecto o al yo poético, o con respecto a un/a tercero/a desconocido/a. No es la única que se cansó del sol. No es la única, porque tal vez el otro sea la propia voz lírica. Ella y yo también, o ella y otras y otros también.  La luz, las sombras, el arriba y el abajo, ella y los otros, yo (el yo lírico) y ella realizamos distintos actos que se asemejan a lo onírico: " Viene a dormir debajo de las estrellas", o "s ube a las hojas y cae hasta el mar / como es que puedo tocarle las manos  /  Sube a las hojas y cae hasta el mar". El agua (la lluvia), la luna, el sol y las estrellas conforman un plano de realidad poética que comienza con el cansancio de "este sol al sueño".

Crónica de lo desnudo que estoy

Una amiga se llevó sin querer, tras una visita a mi casa, el libro que con tanto entusiasmo leo: La guerra del fin del mundo. Me siento desnudo. Por Matías Rótulo  La tercera parte del libro, el momento en el cual el Ejército se dispone a ir a Canudos para desafiar al Consejero, me dejó con los ojos abiertos, y el corazón palpitante. Mi amiga se llevó mi libro. La vergüenza de estar desnudo sin querer estarlo, me genera una fatiga que me envuelve de miradas cómplices entre ellas, pero poco cordiales conmigo y mi desnudez. Nunca estuve desnudo sin querer estarlo, pero mi amiga se llevó mi libro. Las formas de los cuerpos que me miran, son los fantasmas que recorren las páginas que ahora están muertas para mí. Ese libro ha fallecido, con la posibilidad, -claro está-, de volver a revivirlo ni bien mi amiga se digne a devolvérmelo. Se llevó mi libro, y por eso le di vida a Salvo el crepúsculo de Julio Cortázar. Lo tomé de mi biblioteca en agosto, pero mi obsesión vera

Aquella que lleva la luz

Por Matías Rótulo  Para la niña que lleva la  luz y  que en algún momento tendrá 17 Miré al futuro. Me vi mirando al pasado. Ella estaba en su presente. Lloraba esa tristeza de los felices. Porque nadie quiere enamorarse así. A los 17 tuvo un sueño, escribió una carta, movió las manos. La lágrima quedó aplastada en la palma. La uña fue pluma, y desgarró en la pared las letras de un nombre en silencio. Un nombre silencioso. Así, enamorada y todo, salió al jardín a mirarse al espejo del charco de la lluvia. A mojarse los pies helados del otoño. Salpicó de baile a las flores, murmuró una canción como si masticara el nombre de alguien que no merece ser besado por aquel viento que recoge los sonidos. El viento que silbó y le contó con rabia,  que hizo pensar a la niña que nadie, pero nadie, nadie quiere estar enamorado así. Las hormigas esquivaron el pie y soportaron la carga de la hoja que se sostenía en un hilo amarillo de cadáver, del verde brillante, trozo d

Mariposas y moscas androides La Teja

Las mariposas distraen a los funcionarios municipales de Necrópolis.  Son las tres de la tarde del cuarto día de Semana Santa después de un par de miles de años de que asesinamos a Jesús.  Por Matías Rótulo Está muerto y le besamos las manos para que su sangre lave nuestros dientes podridos de comer en Mc Donalds. Llueve. Adentro del Cementerio hay una pareja de adolescentes escondidos detrás de un árbol besándose hasta arrancarse pedacitos de piel. Ella le arranca pedacitos de piel del labio a él y se los escupe en la frente, en las mejillas. Cuando recibe el escupitajo, él cierra los ojos. Luego ella recibe el mismo trato. Se dicen a gritos "te amo" y como dos payasos tratando de cachetearse mientras lloran el absurdo de la risa de un público sin dientes, sueltan carcajadas como arcadas entre eructos y moquillo. TEEEEEEEEE AMOOOOOOOOO. Pasa una bibicleta enana entre las tumbas de un par de hombres de alta sociedad. Alta sociedad de La Teja de antes. La monta una