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Como dos ratones (obra teatral)

Y cuando el mundo se caía a pedazos, corrió el telón de la ratonera y los roedores salieron a escena.  La máquina de humo emitía un gracioso sonido, dulce, constante, como si fuera las entrañas mismas de una bestia enamorada chillando y escupiendo agua evaporada de lado a lado del escenario minúsculo. El sonido se sentía cada vez que salía el humito.  La ratona empezó su discurso sobre la idea de los átomos que se le cruzan a una chica de dieciséis años en el momento justo de ser besada por primera vez. El ratón tenía que dar dos aplausos de fondo, al fondo del escenario, empezando su actuación de espaldas al público, debía hacer un gentil saludo, sacarse el sombrero y agitar el bastón. La ratona protagonista lo miraría interrumpiendo su diálogo y sonriendo mientras salían de cada lado dos ratoncitos vestidos de jirafas: los cuellos fueron hechos de zanahorias secas. El ratoncito tenía marcado tomar de las manos a la ratoncita. La tomó de las manos… Escena única La escena

El orgasmo del fútbol

Eduardo Galeano en el cuento “El gol” ( del libro El fútbol a sol y sombra ) intenta explicar qué es un gol. Dice “el gol es el orgasmo del fútbol. Como el orgasmo, el gol es cada vez menos frecuente en la vida moderna.  Por Matías Rótulo Hace medio siglo, era raro que un partido terminara sin goles: 0 a 0, dos bocas abiertas, dos bostezos”. Si el gol es el orgasmo del fútbol, el bostezo del que habla el narrador del cuento de Galeano es la ruptura próxima de una pareja que está en crisis. Dos bocas abiertas que se besan, que cruzan saliva pero sin pasarse pasión alguna. El fútbol es como la relación de los novios famosos cuyas intimidades son contadas por Jorge Rial en la televisión. Hay periodistas deportivos que se ocupan de eso, de las intimidades, de los pormenores noticiosos, del chusmerío detrás de la pelota. Pero del fútbol, de la moña, la chilena, y el penal ¿se ocupan? El fútbol hace girar la pelota en el medio de un mar de sangre: en una cancha de fútbol d

Los muertos y los moribundos

Esta es una historia donde ambos mundos, los de la vida y la muerte se unen en un mismo sujeto, un poeta que narra las sensaciones de las almas mientras esperan el descanso definitivo.  Los muertos celebran su cumpleaños llorando.                       Miran desde el más allá a sus esposas desnudas encima de otro hombre.                                   Notan a sus hijos riéndose en fiestas musicales sin acordarse de ellos, a sus esposos regalándole las flores que nunca les regalaron a ellas. Salvo -claro está-, cuando se dignaron a poner una rosas rojas en la tumba. Los muertos ven desde el más allá cómo sus cadáveres son mordidos por gusanitos. Orinados por ratas. Violados por marmotas.    Los muertos se miran en el espejo y descubren que por la comisura de sus labios se dibuja una sonrisa           con dientes                             con lengua desgarrada                                                                 con hematomas violeta. 

La niña del saco rojo

Telón telón, sonrisa de papel la niña del saco rojo, choca sus lindos pies papel papel, la niña del saco rojo aprendió de sus líneas: sabe vivir sin leer manzana manzana, blanca por dentro como tu nueva piel mañana de mañana abrirás los ojitos volverá el amanecer canción canción, amor de madera la niña del saco rojo, de noche actúa, de día vive su mejor papel. Poema escrito en 2007. Por Matías Rótulo (Dedicado a la pequeña actriz)

Vamos a hacer

Sin tocarnos tocándonos poniéndonos las manos encima que nuestras palmas se choquen acariciándonos apretándonos la piel frotándonos cruzando los dedos vamos a mirarnos Guiñándonos llorando cerrando los ojos abriéndolos pestañeando pestañeando pestañeando suplicándome que te mire vamos a besarnos mordiéndonos los labios saboreando las lenguas sintiéndote ese sabor a frutilla respirando respirando respirándonos diente a diente mojando el paladar murmurando algo vamos a hablarnos con voz cariñosa tartamu tarta tartamudeando tu nombre tiritando de frío como cantando queriendo que me salga la voz te diré qué vamos a escucharnos vamos a olernos dulce, amargo, lagrimas y alientos vamos a escucharnos latiendo gimiendo el frote el roce la frutilla que te digo que siento la voz que tirita los besos que suenan las manos que crujen los años que pasan el pelo blanco esas arrugas en en la

Bolivia la otra: Santa Cruz de la Sierra

“Allá” y “acá” es lo que más se les escucha decir a los santacruceños al hablar de su propio país. El “allá” es la alta capital de La Paz, fría e inmensa, pobre y “enloquecida”. Una capital que mueve la mayor parte del comercio nacional desde lo político pero no en lo productivo. El “acá” es la templada Santa Cruz de la Sierra. Una ciudad al oriente del país, que intenta alejarse del resto con son una vida ciudadana movida, sus camionetas nuevas, reservas de gas, y la mayor producción agrícola del país… y un secreto del que nadie quiere hablar. Por Matías Rótulo -desde Santa Cruz de la Sierra N o quieren al gobierno de Evo Morales, les gustaría ser independientes, mueven la mayor parte de la economía del país, se sienten con una identidad propia, reciben a los turistas como en ninguna otra parte de la nación, y tienen contactos comerciales con el exterior, algo que a la capital La Paz le cuesta mucho más por la altura, el lugar geográfico y la no llegada al mar. Santa Cruz

Tengo un muerto en mi velorio

    “El lector culto sabe que Shakespeare y Walter Scott representaron ambos  a sus enterradores como gente alegre y divertida, con el fin de impresionar más la  imaginación con el contraste”. A. S. Pushkin D entro del ataúd: el muerto. Afuera los parientes lloran desconsolados, bajo la luz de la tristeza que ilumina el salón fúnebre, pintado de un gris muy claro y cuadros llenos de vida con flores que nunca se marchitan en la pintura.  Recordar parece ser un desconsolante acto de amor en toda ceremonia de este tipo. El café con el gusto amargo de la boca seca de la madrugada triste, que se impone al olor de las flores de la corona con su banda, que dice solemnemente “tus amigos”. Flores tristemente inútiles para el muerto. Más aún si el cajón permanece cerrado para cuidar la compostura del finado, su integridad moral, su decencia. Una decencia envuelta en su cuerpo, envuelto su cuerpo en la mortaja, cosechando la temperatura necesaria para que luego el g