Los ahorcados son la decoración del mundo. En los cielos, invisibles, goteando sangre de la punta del pies, los ahorcados se mueven al ritmo del viento. Desde abajo les miramos los huecos de los ojos, picoteados por aves que se chocan contra ellos en el vuelo crepuscular. Si Jesús hubiera sido ahorcado, en cada Iglesia habría una cuerda para besar. Porque los ahorcados son distintos a los ahogados, a los degollados. Los ahorcados tienen la ventaja de la altura, mientras los ahogados se hunden y los degollados dejan salir de su garganta un poco de espesa sangre. Los estrangulados pierden la libertad momentos antes de morir. Pero los ahorcados tienen panorama, miran por encima. Vuelan un poco antes de conocer el punto final de su salto al vacío. Balal se perdió esa oportunidad cuando la madre de Abdollah llegó minutos antes de su ejecución pública. Llegó para perdonarlo. Esa noticia fue motivo de debate en todo Irán. "¿Cómo lo va a perdonar?" "Balal mató
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